Francia
La reforma de las pensiones acorrala a Macron
Un millón de franceses sale a la calle contra el proyecto estrella del presidente, mientras la oposición prepara una moción de censura contra el Gobierno en la Asamblea
«Macron le ha hecho un corte de manga al movimiento social», dice indignado Phillipe Martínez, uno de los dirigentes sindicales más fuertes de Francia, encabezando la séptima jornada de manifestaciones contra la polémica reforma de las pensiones. Un proyecto que se ha convertido e n el caballo de batalla del presidente francés y que plantea el retraso de la edad de jubilación de los 62 a los 64 años, reza el artículo 7, núcleo del malestar.
Este sábado, los franceses volvieron a salir masivamente a marchar contra el proyecto en todo el país: un millón de personas según cifras de la alianza de sindicatos, unas 368.000, según el Ministerio del Interior. En cualquier caso, se trata de una reducción de aproximadamente el 30% en comparación con la participación registrada el 7 de marzo, cuando se desarrolló una gran jornada de huelga general y protestas multitudinarias.
«La jubilación antes de la artritris», «La caja de retiro es un ataúd», «Macron, jubílate tú» son algunas de las frases que se leen en las pancartas que desfilan por París, Marsella, Lyon, Montpellier, Lille, Dijon y decenas de otras ciudades francesas. A nivel de actividades paralizadas, hubo también perturbaciones del transporte público, suspensión de un 20% de los vuelos y bloqueo de refinerías, lo cual ha reavivado el miedo de una pronta escasez de combustible.
La situación de Macron es complicada. Por un lado, recibió un espaldarazo del Senado este jueves, a través de la aprobación del polémico artículo 7 de la reforma. Y más aún: el ministro del Trabajo, Olivier Dussopt, activó el artículo 44.3 de la constitución, que obliga a los senadores a emitir su voto sobre la ley en su totalidad, sin discutir artículo por artículo, antes de la fecha tope, establecida para este domingo. Con una sólida mayoría de derechas, el voto del Senado está prácticamente garantizado a favor de la reforma.
Sin embargo, por el lado de la Asamblea Nacional, la situación es mucho más peligrosa para el mandatario galo. Visto que Macron no da marcha atrás en su proyecto de ley y que guarda el as bajo la manga de aprobar la reforma por decreto gracias al artículo 49.3 (sin pasar por la asamblea), los diputados comienzan a evocar seriamente la posibilidad de una moción de censura.
El partido tradicional de derechas, Los Republicanos (LR), ha comenzado a cortejar a las otras bancadas para presentar la solicitud y tratar de lograr una mayoría de votos. De los 577 escaños que componen la Asamblea Nacional francesa, se necesitan 289 votos para retirar la confianza al Ejecutivo y forzar la salida de la primera ministra, Élisabeth Borne.
Evidentemente, este número de votos sólo puede lograrse si hay alianzas entre partidos, lo cual es matemáticamente posible. Los Republicanos cuentan con 61 diputados, la bancada de izquierdas NUPES tiene 149 y el partido de extrema derecha, Reagrupación Nacional –con su diputada símbolo, Marine Le Pen– suma 88 escaños. Entre los tres, alcanzarían cómodamente 298 votos y darían un golpe al hígado al Gobierno de Macron.
Pero el problema no son las matemáticas, sino la discordia política. Primero, Los Republicanos están internamente divididos. Y luego, tanto ellos como la izquierdista NUPES se niegan rotundamente a unir fuerzas con la extrema derecha. Por ello, han tenido que acercarse a estrechar las manos del Partido Socialista y de la alianza LIOT (diputados independientes y de los territorios de ultra-mar), pero aun no queda claro si, en medio de la tensión que vive el país, los diputados franceses estarían dispuestos a aliarse por un objetivo común, incluso si deben hacerlo tapándose la nariz.
Si esta moción de censura se aprobara, Macron estaría obligado a remover de su cargo a la primera ministra, reubicándola en otra posición o sacándola tajantemente del Gobierno.
Pero ese no parece ser el plan presidencial. Macron ve venir la moción de censura desde hace meses y ya ha lanzado una amenaza bastante concreta: «Si se vota la moción, disuelvo todo». El artículo 5 de la Constitución francesa, efectivamente, otorga al presidente de la República el poder de disolver la Asamblea Nacional «para resolver una crisis». Una herramienta que ya fue utilizada, por ejemplo, en el famoso mayo del 68 por el presidente Charles De Gaulle para calmar el país.
Pero, ¿calmaría eso los ánimos en 2023? La última encuesta del instituto ELABE de Francia indica que un 63% de los franceses aprueba las manifestaciones en la calle contra la reforma de las jubilaciones y que un 82% piensa que Macron debe recibir a los representantes sindicales para encontrar una solución, algo que el mandatario ha rechazado hasta ahora. El sindicalista Philippe Martínez planteó este sábado que se organice una consulta popular sobre el proyecto: «Si está tan seguro de sí mismo, que le pregunte al pueblo. Veremos la respuesta».
En este agitado contexto, no es difícil adivinar que las opciones que el Eliseo contempla –la aprobación de la ley por decreto o la disolución de la Asamblea Nacional– pueden ser las últimas gotas de gasolina necesarias para encender el país por completo.
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