Terremoto en Oriente Medio
Los rebeldes sirios derrocan la dinastía de Bachar al Asad 13 años después del comienzo de la guerra civil
Los sirios capaces de conciliar el sueño se acostaron el sábado con el régimen y se despertaron ya sin él, pero con un país dividido en al menos tres unidades políticas de facto además de en líneas sectarias
Cayó el régimen de Bachar al Asad. Nadie, quizás solo los rebeldes, yihadistas y otras fuerzas aparentemente más moderadas que han liderado esta fulgurante y exitosa operación, tal vez también el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, uno de los cerebros de la jugada maestra, habría podido imaginar el final de la dictadura del Partido Baaz. Sorprende, sobre todo, el tiempo récord, apenas doce días, en el que el aparato de la dictadura, capaz de sobrevivir a más de una década de cruenta guerra civil gracias a la lealtad de las fuerzas de seguridad y el Ejército, se ha derrumbado. El mandatario, segundo de una estirpe que ha regido los destinos de Siria desde hace más de medio siglo, huyó este domingo, según se encargó de revelar el ministro de Exteriores de la Federación Rusa, apoyo fundamental del régimen hasta ayer. Porque, en una operación que guarda inevitables ecos con la caída de Afganistán en manos de los talibanes hace tres años y medio, los insurgentes sirios, a los que lidera el yihadista Hayat Tahrir al Sham (HTS), una milicia nacida del Frente al Nusra (escisión de Al Qaeda), no han tenido prácticamente oposición en el terreno.
Decenas de personas irrumpieron en la lujosa casa de Al Asad en Damasco después de que el mandatario huyese del país. La residencia fue saqueada. Una sala de recepción del palacio presidencial, situado en otro barrio, fue también incendiada, indicaron periodistas de Afp Mientras tanto, decenas de personas salieron a las calles para cebrar la caída del régimen. Los manifestantes pisotearon una estatua de Hafez al Asad, el padre de Bashar. «Esperábamos este día desde hacía mucho tiempo», dijo Amer Batha por teléfono desde la plaza de los Omeyas, donde el ruido de los disparos como señal de alegría se mezclaba con los gritos de «Allahu Akbar» (Alá es el más grande). En la televisión pública, los rebeldes anunciaron la caída del «tirano» y la «liberación» de Damasco. También dijeron haber liberado a todos los prisioneros «detenidos injustamente». El canal de Telegram de HTS anunció la llegada de su líder, Al Jolani, a Damasco.
Una semana después de la sorprendente caída de la simbólica ciudad de Alepo, los rebeldes se hicieron con Hama antes de enfilar el camino hacia Damasco sin resistencia y con el calor de una población harta de la cleptocracia del clan Asad y el Partido Baaz, aunque consciente de que Siria entra ahora en terreno desconocido. Los bombardeos de la aviación siria y rusa hicieron poco daño a unos rebeldes cada vez más envalentonados y ya convencidos de la victoria.Tanto rebeldes como el Observatorio Sirio de Derechos Humanos -una ONG con larga experiencia en el monitoreo de la situación en el país con su sede en Reino Unido- coincidían en la tarde de este sábado en que las facciones lideradas por el HTS se encontraban ya a las puertas de Damasco. Los propios insurgentes aseguraban que la capital había sido rodeada. Entretanto, los testimonios que llegaban de la capital siria hablaban de que la población hacía acopio de productos de primera necesidad ante lo que parecía un inminente enfrentamiento bélico. Los rebeldes celebraban la toma de Deraa, la cuna de las revueltas de 2011, además de Suwaida y Quneitra.
No fue así. Como ocurrió en Alepo y Hama, donde las fuerzas del Ejército sirio se replegaron para una contraofensiva que nunca se produjo, los rebeldes alcanzaron en pocas horas el corazón de la capital, incluida las instituciones clave del Estado alauita. No hubo batalla por Damasco, como tampoco se produjo la que se antojaba encarnizada lucha por el control de la ciudad de Homs. La capital cayó a primera hora de la madrugada. Los sirios capaces de conciliar el sueño se acostaron el sábado con el régimen y se despertaron ya sin él, pero con un país dividido en al menos tres unidades políticas de facto además de en líneas sectarias. Las imágenes que llegaban este domingo de Damasco eran las de una población que celebraba el fin de la brutal tiranía.
Mientras trascendía que Asad había dejado suelo sirio -ya se encuentra en Rusia-, el líder de la ofensiva rebelde a la postre triunfante, Abu Mohamed al Jolani, aseguraba que «ya no había marcha atrás» y que es solo cuestión de tiempo hasta que se produzca el desmoronamiento completo de las estructuras del Estado que el exyihadista convertido en líder moderado promete reconstruir. En otro gesto simbólico, los insurgentes han liberado a los presos de la cárcel de Sednaya, uno de los símbolos de la represión política del régimen.
Por su parte, el ya exprimer ministro sirio Mohammad Ghazi al Jalali afirmaba estar preparado para trabajar con «el liderazgo que salga del pueblo». «Siria es para todos los sirios», zanjó en la última página del grotesco guion del régimen. El jefe de la diplomacia rusa, Serguei Lavrov, aseveraba que antes de huir del país -algunos sitúan el momento antes del fin de semana- Asad había pedido una «transferencia pacífica» del poder, el mismo que el dictador sirio se había negado a compartir durante un cuarto de siglo.
Durante la tarde, desde Israel su primer ministro Benjamin Netanyahu anunció públicamente el fin del Acuerdo de Separación firmado con Siria en 1974 y haber dado la orden de la entrada de tropas en la llamada «zona de amortiguación» en los Altos del Golán. Las fuerzas israelíes no han dejado de bombardear infraestructura de Hizbulá -otro de los grandes aliados del régimen sirio, una milicia mejor preparada que algunos de los ejércitos de la región gracias a Irán- en territorio sirio en las últimas fechas, incluidos los doce días de marcha triunfal rebelde hacia Damasco. Trece años después del estallido de las protestas antiautoritarias contra el régimen -en la estela de una revuelta regional conocida como la Primavera Árabe-, que derivaron en una larga guerra civil y un conflicto regional por interposición cerrada en falso, la dictadura del Partido Baaz, último superviviente, aunque en versión grotesca, del nacionalismo secular árabe un día hegemónico en la región, es ya historia de Siria y Oriente Medio.