Defensa
La OTAN conmemora sus 75 años haciendo frente al viejo enemigo ruso
La Alianza que comenzó con 12 miembros tiene ahora 32 tras las ampliaciones a los países del Antiguo Telón de Acero, Finlandia y Suecia
Este cuatro de abril la OTAN cumple 75 años desde su creación en 1949. Entonces la Alianza militar contaba tan solo con 12 miembros mientras que ahora tiene 32, tras la adhesión de Finlandia y Suecia. La Organización del Tratado del Atlántico Norte es una organismo multilateral producto de la posguerra y su texto fundacional, el Tratado de Washington, establecía la organización como un sistema de defensa colectiva de uno para todos y todos para uno ( la famosa cláusula 5), en el que los Estados miembros acordaron auxiliar a cualquiera de los suyos ante un ataque externo a la vez que se intentaba contener cualquier veleidad nacionalista en el Viejo Continente, tras el reguero de sangre de dos Guerras Mundiales. Según una frase célebre el primer secretario de la Alianza, Hasting Ismay, realizada en 1952, el sentido de la asociación militar era tener a “Rusia fuera, EE UU dentro y Alemania debajo”.
La organización militar cumple años en plena forma. Ya nadie duda de que su existencia siga siendo necesaria y las palabras del presidente francés Emmanuel Macron en el año 2019 de que la Alianza estaba en “muerte cerebral” parecen más lejanas que nunca, tras la guerra en Ucrania y el esfuerzo de los aliados por auxiliar al país invadido por Vladimir Putin. El viejo enemigo ha vuelto y las amenazas se multiplican. Incluso por primera vez en décadas los líderes europeos alertan de que una nueva guerra puede librarse en el Viejo Continente, si Rusia se sale con la suya en Ucrania.
La OTAN debe resolver sus fantasmas del pasado, que están más presentes que nunca, mientras se enfrenta a los nuevos retos del siglo XXI como el auge militar chino, el terrorismo internacional y amenazas híbridas como la desinformación y los ciberataques. Esta confianza en la organización multilateral tan sólo está enturbiada por la posible vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, quien ha amenazado con dejar a los europeos a la intemperie si no gastan más en Defensa, y por la posibilidad de que los planes europeos de ser más independientes respecto a Washington e incentivar su propia industria armamentística acaben soliviantando a la Casa Blanca y dañando el vínculo transatlántico.
Según el nuevo concepto estratégico de la OTAN aprobado en la cumbre de Madrid de 2022, meses después de la invasión de Ucrania, Moscú es “la amenaza más significativa y directa para la seguridad de los aliados y para la paz y la estabilidad de Occidente” mientras China supone un “desafío sistémico para la seguridad euroatlántica”. Fruto de los nuevos tiempos, la Alianza entiende que las amenazas no sólo llegan en forma de tanques y de misiles y por eso decidió en 2016 incluir los ataques cibernéticos como un acto más de guerra que puede desencadenar la activación de la cláusula de Defensa colectiva de la Alianza. Además, tal y como reconocen fuentes diplomáticas, cada vez es más palpable que la seguridad de los aliados no sólo se circunscribe al territorio cubierto por el Tratado de Washington sino también a lo que suceda en el Sahel, el Mediterráneo, el Indo Pacífico u Oriente Medio.
La OTAN ha demostrado durante sus 75 años de vida gran capacidad de adaptación. Aunque en un primer momento era sobre todo una organización política, la guerra de Corea hizo que se planteara como una coalición permanente con una estructura militar. La existencia de la OTAN adquirió su pleno significado en un mundo dominado por la Guerra Fría entre dos potencias opuestas con sistemas políticos y económicos rivales -Washington y Moscú- que se repartían sin disimulos sus correspondientes zonas de influencia. El enemigo estaba claro. De hecho, la URSS creó, como respuesta al nacimiento de la OTAN, el Pacto de Varsovia en 1955.
El colapso de la URSS y la emergencia de nuevas amenazas como el terrorismo internacional tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en EEUU ( fue la primera y única vez que se activó la cláusula 5 de Defensa Colectiva) hicieron que los viejos dogmas sobre los que se había creado la Alianza se tambalearan.
La OTAN se impuso un nuevo objetivo: acoger bajo su manto protector de manera progresiva a los países del Este y las Repúblicas Bálticas que habían permanecido décadas bajo el yugo soviético. El 12 de marzo de 1999, Polonia, Hungría y la República Checa se convirtieron en los tres primeros países pertenecientes al Telón de Acero en ingresar en la OTAN.
A su vez la Alianza se centró en otros objetivos como sus intervenciones en Bosnia y Kosovo y la guerra en Afganistán. Pero la ampliación de la OTAN a las extintas repúblicas soviéticas fue interpretada como una humillación para Rusia, al menos para ciertos sectores. Aunque tras su llegada al poder en 2020, Vladimir Putin parecía querer seguir la senda prooccidental de su predecesor, Boris Yeltsin, el tiempo ha demostrado que no era así.
Las relaciones entre la OTAN y Rusia se adentraron en un punto de no retorno y se enturbiaron aún más con la progresiva europeización de Ucrania. El presidente porruso, Viktor Yanukóvich, fue destituido por el Parlamento ucraniano tras una oleada de manifestaciones prooccidentales y Moscú creyó que había llegado el momento de intervenir, lo que se saldó con la anexión ilegal de la Península de Crimea en 2014 ( un territorio que el mandatario soviético Nikita Kruschev había regalado a Ucrania en 1954) y la imposición de sanciones por parte de Occidente. La Guerra Fría había vuelto y ese mismo año en la cumbre de Gales los países de la Alianza se comprometieron a aumentar su gasto militar (hasta el 2% del PIB) después de años de recortes. Tras la invasión de Ucrania en febrero de 2022, se decidió que esta cifra fuera el mínimo y no el techo. Según el último informe de la Alianza, se espera que este año 18 de los 32 miembros de la organización lleguen al objetivo del 2%. Además, dos Estados tradicionalmente neutrales como Finlandia y Suecia solicitaron su adhesión a la organización militar. Ahora el mar Báltico es conocido como el “lago de la OTAN” y Putin siente el aliento de Occidente más cerca que nunca. En estos 75 años, muchas cosas han cambiado y otras parece que no tanto.