Guerra en Ucrania
Un misil ruso mata a la cooperante española Emma Igual en Bajmut
La voluntaria, de 32 años, viajaba en un vehículo en las proximidades de la línea del frente para proporcionar asistencia humanitaria
La cooperante española Emma Igual murió el sábado en un ataque ruso mientras viajaba junto a otros tres cooperantes para ayudar a los habitantes de una aldea cerca de Bajmut. Es la primera española en perder la vida en el marco de la invasión rusa de Ucrania. Anthony Ihnat, de Canadá, también falleció en el ataque. Otros dos cooperantes resultaron heridos y fueron trasladados al hospital, informó el Ministerio de Defensa de Ucrania.
Todos eran voluntarios y pertenecían a la ONG «Road to Relief» (Camino hacia el alivio). Sus esfuerzos se centran exclusivamente en proyectos civiles, como la evacuación de personas en zonas de conflicto, la evacuación médica, la distribución de ayuda humanitaria a las comunidades de primera línea y la provisión de clínicas móviles que ayudan a los residentes locales que no pueden salir de sus hogares. Emma Igual, barcelonesa de 32 años, dirigió la organización y participó personalmente en su trabajo cerca del frente en Ucrania.
Según el comunicado de la ONG, Igual y otros voluntarios viajaban hacia las 10 de la mañana del sábado para «evaluar las necesidades de los civiles atrapados en el fuego cruzado en la localidad de Ivanivske, región de Bajmut». Cuando el vehículo pasó la ciudad de Chasiv Yar, su vehículo fue atacado por tropas rusas, según la ONG. «Tras un impacto directo, el vehículo volcó y se incendió».
Dos voluntarios alemanes, Rubén y Johan, resultaron gravemente heridos con metralla y quemaduras, pero ahora se encuentran estables. La muerte de Ihnat se confirmó pronto, pero el destino de Igual no estuvo claro hasta pasadas unas horas. Su muerte fue confirmada más tarde por funcionarios españoles y ucranianos.
Igual recibió su maestría en la prestigiosa universidad de Berkeley en Estados Unidos, donde estudió Política y Gobierno. Pasó de la investigación al trabajo humanitario en campos de refugiados y ha colaborado con varias ONG de Grecia, Myanmar, Kenia y Marruecos.
Tal y como explicó al diario «Jewish Chronicle» en julio, las traumáticas experiencias que tuvo que vivir su abuela, una superviviente de Holocausto que perdió a toda su familia en los campos de concentración antes de encontrar refugio en España, le sirvieron de motivación para dedicar su vida a las misiones de rescate en zonas de conflicto. «Crecí con esos antecedentes, sintiendo lo que debía ser un refugiado o un huérfano, así que me sentí decidida a ayudar a las personas en una situación similar a la de ella», dijo.
Poco después de que Rusia lanzara su invasión a gran escala de Ucrania, Igual comenzó a ayudar a los ucranianos que huían de las zonas del frente. «Como europea, vi que si Ucrania cae, caeremos todos», explicó.
La organización que ella cofundó ayudó en primer lugar a los residentes de Mariupol que huían de su ciudad despiadadamente destruida. Después de que un misil ruso matara a más de 50 personas en la estación de tren de Kramatorsk, la ONG se centró en ayudar a los residentes de la zona, ayudándolos a evacuar y recibir atención médica.
Igual y otros voluntarios, tanto ucranianos como extranjeros, sentían no poder abandonar a los residentes de las ciudades de la región de Donetsk gravemente bombardeadas. Con una vida infernal debido a los constantes ataques de artillería, misiles y aviación rusos, muchos carecen de voluntad, fondos o salud para abandonar sus hogares. A menudo son ancianos o enfermos que necesitan atención médica en medio de la escasa disponibilidad de alimentos.
Según la voluntaria ucraniana Yana Statna, que habló anteriormente con LA RAZÓN, los rusos atacan todo tipo de vehículos que llegan a las ciudades de primera línea, sin distinguir entre civiles y militares. Las carreteras están llenas de cráteres causados por las explosiones y los vehículos destruidos yacen abandonados allí.
Si bien en Ucrania hay organizaciones internacionales de renombre, con una presencia limitada de sus trabajadores en las zonas más peligrosas, su ayuda no siempre se adapta bien a las necesidades particulares de los residentes de dichas zonas. Por lo tanto, corresponde a equipos pequeños de voluntarios ayudar a los residentes, explicó Statna.
«Estoy orgullosa de decir que nunca hemos dejado a nadie atrás», compartió Igual al diario israelí. Mientras operaba en condiciones extremadamente peligrosas, el equipo siempre intentaba minimizar los riesgos. Igual trabajaba 20 horas diarias, todos los días, y decía que sólo regresaría a casa cuando «dejara de sentir miedo». «En el momento en que dejas de tener miedo es el día en que debes volver a casa. De lo contrario tomarás la decisión equivocada», explicó.
La periodista Patricia Simón, que habló con Igual y otros voluntarios para «Worldcrunch» en mayo, escribió que no tenían vínculos previos con Ucrania ni motivaciones religiosas. No consideran sus acciones excepcionales, no reciben remuneración, no trabajan para una gran organización y no buscan protagonismo mediático. «Es pura dedicación humanitaria: hacer lo que hay que hacer. Lo que es correcto», subrayó.
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