50 años sin Kennedy
Los testigos de Dallas que pasaron a los libros de historia
Rickey Chism, un vecino de Dallas, siempre recordará un día de escuela en el que se vio fotografiado en un libro de historia. Nadie le creyó, pero al llegar a casa le explicaron que efectivamente era él: su familia había presenciado en primera línea el asesinato del presidente John F. Kennedy.
Rickey, que tenía tan solo 3 años ese 22 de noviembre de 1963, fue uno de los tantos habitantes de Dallas que se convirtió en testigo directo de la historia, como el doctor Ronald Jones, que intentó reanimar a Kennedy, y Eugene Boone, quien descubrió el arma del magnicidio.
Ese día, cuando los padres de Rickey le contaron por primera vez el asesinato que presenciaron, entendió el porqué de su recurrente pesadilla, en la que mataban a alguien que iba en un coche. "Nunca había sabido por qué lo soñaba", confiesa en un acto con periodistas.
Su padre fue detenido durante unas horas como sospechoso en ese trágico evento y su madre, que siempre decía que Kennedy era "el hombre más guapo del mundo", nunca se había atrevido a contar la historia por "miedo".
Ahora este afroamericano tiene 53 años y es uno de los ciudadanos de Dallas que han divulgado su experiencia en el 50 aniversario de la muerte del presidente estadounidense.
Mientras la familia Chism era trasladada a comisaría, el jefe de cirugía en las emergencias del hospital Parkland Memorial, Ronald Jones, afrontaba otro imprevisto: "Cuando te llaman porque el presidente de los Estados Unidos ha sido disparado, evidentemente hay tensión", recuerda.
"El presidente no se movía y tenía los ojos abiertos", pero los varios minutos de esfuerzos no bastaron para una persona que sangraba mucho, había perdido masa cerebral y tenía disparos en la cabeza y el cuello. "Probablemente estaba muerto desde el principio".
El doctor Jones recuerda el orden dentro del caos en la sala de operaciones, llena de gente, con quizás veinte personas en un quirófano.
El fotógrafo Bob Jackson, que cubría la visita presidencial para el diario "Dallas Times Herald", también se desplazó al hospital, aunque quizás ya con el remordimiento de que se le había escabullido la mejor imagen de su carrera.
Él iba siete coches por detrás del matrimonio Kennedy en la comitiva y vio desde la lejanía el rifle en la sexta planta del edificio de Texas School Book Depository, pero en ese momento no tenía lista la cámara.
"Fue todo muy rápido, inmediatamente el rifle entró en el interior (del edificio)". Había perdido la imagen.
Lo que no intuyó Jackson el 22 de noviembre es que dos días más tarde tomaría otra instantánea -la instantánea- con la que ganaría un premio Pulitzer: la imagen de Jack Ruby disparando a Lee Harvey Oswald, detenido como autor de los disparos al presidente.
Y es que en aquellas horas sofocantes de la historia de Dallas, por aquel entonces una ciudad de 680.000 habitantes con reputación extremista, las historias se cruzaron de la forma más caprichosa.
Es el caso también de Eugene Boone, entonces vicealguacil de Dallas, que fue quien encontró el rifle con el que se había perpetrado el asesinato en una sexta planta que recuerda desordenada, sucia y caótica.
Sólo vio el rifle: "Nunca toqué el arma", repite Boone hasta cinco veces durante su explicación ante la prensa.
Al cabo de dos días, Boone recibió una llamada de su esposa, que acababa de ver en la televisión que habían disparado a Oswald y que lo había hecho Ruby. "No podía ser Jack", se dijo.
"Pero lo era". Boone había tenido como cliente en un trabajo anterior a quien mató al supuesto asesino de Kennedy y a quien se refiere como alguien con "algún tipo de complejo"y un carácter "muy emocional".
Precisamente a Jack Ruby, empresario de la noche, años atrás lo había detenido por una pelea W.E. "Gene"Barnett, y ese mismo policía se encontraba en la confluencia de las calles Elm y Houston de Dallas, a unos metros del lugar del asesinato.
"¡Dentro del edificio!", le gritaron al policía. Fue de allí de donde salieron las tres balas de aquel 22 de noviembre de 1963.