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Política

Bruselas

Las protestas se extienden hasta Bélgica y Alemania

La Policía reprime con violencia una marcha en el barrio europeo de Bruselas y arresta a 400 manifestantes.

La Policía carga ayer contra los manifestantes en las protestas de los «chalecos amarillos» en Bruselas larazon

La Policía reprime con violencia una marcha en el barrio europeo de Bruselas y arresta a 400 manifestantes.

- El virus de los «chalecos amarillos» ha comenzado a contagiarse. Ayer el barrio europeo que alberga las instituciones comunitarias amaneció con un importante dispositivo de seguridad debido a las convocatoria de una manifestación en las redes sociales. El viernes de la semana pasada ya se había producido un primer conato de protesta, aunque de dimensiones inferiores. Al cierre de esta edición, la Policía belga cuantificaba en un millar los «chalecos amarillos» movilizados en las calles belgas, con 450 arrestos meramente administrativos y diez de carácter judicial.

Si en la protesta de hace una semana los manifestantes se dirigieron en sus proclamas contra el Ejecutivo presidido por el liberal Charles Michel, en esta ocasión el centro neurálgico de la rabia se centró en el barrio comunitario. Un cambio que quizás hace presagiar que el carácter de la movilización va más allá del rechazo a una posible subida del precio de los carburantes y que responde a un malestar más profundo.

De hecho, el pasado viernes, tras el consejo de ministros, el Gobierno belga anunció que no indexará el precio de la gasolina y el diésel a la inflación con el comienzo del nuevo año, una de las principales reivindicaciones «chalecos amarillos». El primer ministro se reunió el pasado martes con una delegación de este colectivo como modo de calmar los ánimos. El Gobierno belga se encuentra en un momento de máxima debilidad ya que uno de los principales socios de la coalición, los independentistas flamencos (N-VA), amenazan con abandonarlo si Michel firma el Pacto migratorio en Marrakech y ya se especula con un posible adelanto electoral.

Pero la promesa del Ejecutivo belga de no ligar los precios a la inflación, con la consiguiente congelación para este próximo año no parece haber sido suficiente para conseguir la paz. La manifestación de ayer comenzó a las 11 de la mañana y –aunque el objetivo de los manifestantes era llegar a la rotonda de Shuman, justo al lado de la sede de la Comisión Europea y del Consejo que alberga las cumbres de jefe de Estado y de Gobierno–, los episodios de mayor virulencia se produjeron en la plaza Rogier. Ante la magnitud de los acontecimientos, la Policía decidió impedir el acceso a la calle Neuve, una de las principales avenidas comerciales de la ciudad, durante 15 minutos. Numerosas tiendas y centros comerciales como el City 2 también decidieron cerrar sus puertas. En algunos momentos de tensión, los agentes tuvieron que recurrir a gases lacrimógenos para despejar a los manifestantes.

Además de la capital belga, el movimiento se traslada a otras ciudades europeas: en Alemania, Berlín se vio también agitada por estos manifestantes contra las élites, convocados en esta ocasión por partidos de extrema derecha. Amsterdam también acogió una protesta similar días atrás, mientras que en España, también se han dado llamamientos a concentraciones en ciudades como Madrid, Asturias y Valencia.

Se desconoce todavía si estamos ante el comienzo de un nuevo movimiento de protesta encuadrado en el auge del populismo en el viejo continente. Un motivo de especial preocupación en un año de comicios al Parlamento Europeo el próximo mes de mayo. Bruselas mira con inquietud cómo una de sus principales esperanzas, Emmanuel Macron, ve debilitado su liderazgo en las calles. Era precisamente el ímpetu reformista del joven presidente la mejor carta de presentación en las instituciones europeas para conseguir cesiones de Alemania en pos de mayores mecanismos de solidaridad en la zona euro. La UE comienza mañana una semana clave, en la que la unidad a la hora de responder a un posible «no» en el Parlamento británico sobre el Brexit será necesaria para no caer en el colapso. Una Francia demasiado ensimismada y un presidente temeroso ante el incendio en las calles son el peor presagio posible.