Pekín
La huida del «brujo» Wang desvela lazos del régimen chino con la superstición
La reciente huida a Hong Kong de un médico tradicional chino acusado de fraude, cuya influencia ha llegado a celebridades e incluso a políticos comunistas, ha sacado a relucir la compleja relación entre el poder chino y creencias ancestrales como el feng shui o el chi kung.
Wang Lin, famoso maestro del chi kung que lleva más de 25 años repartiendo pócimas, supuestos sortilegios y otras supersticiones en famosos actores, políticos y ministros, ha buscado refugio en la excolonia británica por una campaña iniciada contra él en China, donde se le acusa de fraude, posesión de armas y hasta bigamia.
A la lujosa mansión de Wang han acudido durante años en busca de ayuda desde los actores de artes marciales Jackie Chan y Jet Li hasta el empresario Jack Ma (uno de los más ricos de país), entre otras celebridades que han aparecido abrazadas al "brujo"en un diario personal de éste que ha salido a la luz durante la campaña.
También políticos tan polémicos como el exministro de Ferrocarriles chino Liu Zhijun (condenado a cadena perpetua este verano por malversación) o incluso Chen Minzhang, exministro de una cartera, la de Salud, a la que se le presume algo más de fe en la ciencia que en la magia.
Según los medios oficiales chinos, que en las últimas semanas han crucificado a Wang, como el canal estatal CCTV que lo llamó "un vulgar prestidigitador", el autoproclamado brujo vendió a Liu un amuleto para que le protegiera cuando era ministro y que vistos los hechos posteriores no funcionó muy bien.
En su actual refugio en Hong Kong, Wang concedió una entrevista al diario The New York Times, en la que aseguró ser víctima de una persecución política por saber demasiado de algunos líderes chinos y llegó incluso a compararse con Edward Snowden.
El diario Global Times, que pese a su proximidad con el Gobierno chino suele sufrir menor censura que otros del país, aseguraba esta semana que el caso de Wang refleja una oscura relación de los políticos chinos con las supersticiones, pese que el régimen lucha contra ellas desde los tiempos de Mao Zedong.
Según un estudio de la estatal Academia China de Gobernancia, un 52 por ciento de los altos cargos chinos admiten creer en adivinos y creencias parapsicológicas, "y suelen ser los oficiales corruptos los que suelen ser supersticiosos", destacaba el diario.
Famoso es el caso de Hu Jianxue, un secretario del Partido Comunista en Taian (este) al que un maestro de feng shui convenció de sería viceprimer ministro del país si construía un puente (cosa que hizo cambiando la ruta de una autopista nacional en obras).
Hu también fue procesado por corrupción, siendo condenado a prisión de por vida el pasado año.
Según señaló a Global Times el analista chino Sima Nan, todo esto es reflejo del actual momento que vive China, donde la pureza ideológica del maoísmo se ha sustituido por el pragmatismo de la reforma y apertura, en la que el dinero es la principal meta.
La falta de valores lleva a muchos, también en las esferas del poder, a recurrir a cualquier creencia "cuando la gente se siente débil, por ejemplo ante la tentación de la corrupción, o en momentos difíciles de sus carreras", señaló Sima.
El caso del "brujo"Wang además tiene otro componente, el temor del Gobierno a una excesiva influencia en la sociedad china en creencias que pueden minar la fe de la población en la "religión oficial", el comunismo.
El chi kung o qi gong, en concreto, es un conjunto de prácticas de medicina tradicional china que se relacionan sobre todo con ejercicios de respiración y que, en teoría, ayudan a que circule mejor la energía, el "chi".
Tras la Revolución Cultural, en la que estas prácticas intentaron ser abolidas a la fuerza, como muchas tradiciones chinas, hubo un renacimiento del chi kung en los años 80 y 90 y florecieron movimientos que lo popularizaron tales como Falun Gong, un grupo que llegó a tener decenas de millones de adeptos en China, lo que causó temor en el régimen y motivó su prohibición y persecución en 1999.
El maestro Wang también aprovechó la popularidad del chi kung en los 90 para labrar su fama y fortuna, pero a diferencia de Li Hongzhi (fundador de Falun Gong que intentó llevar esta práctica a gran parte de la ciudadanía), centró su práctica en clientes famosos y ricos, lo que parece haberle protegido durante décadas.
Al menos hasta ahora, en que su huida a Hong Kong vuelve a mostrar que los grises líderes comunistas también recurren a la "magia", por mucho que lo escondan.
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