Guerra en Ucrania
La incursión de Ucrania en suelo ruso desbarata los planes del Kremlin
Putin acusa a Occidente de orquestar la ofensiva de Kyiv en Kursk mientras endurece su retórica y aleja la posibilidad de negociar
Este mes de agosto, como la práctica totalidad de los anteriores, está resultando bastante complicado para Rusia. La «operación militar especial» ordenada por el presidente Vladimir Putin en febrero de 2022 parecía seguir avanzando hasta que el pasado día seis tuvo lugar algo que no entraba en los planes del Kremlin: el Ejército ucraniano lanzaba un ataque sorpresa dentro de las fronteras de Rusia.
La incursión, que se ejecutó con éxito en la región de Kursk, había desplegado cerca de 300 soldados, apoyados por 11 tanques y más de una docena de vehículos blindados que obtuvieron poca resistencia por parte de las unidades de la guardia fronteriza rusa. La zona ocupada había mostrado ser un punto de interés para los ucranianos, ya que desde que empezara la guerra y, sobre todo en los últimos meses, había sido objetivo de ataques con drones.
El pasado 29 de junio murieron cinco civiles, entre ellos dos niños, como resultado de una ofensiva llevada a cabo por una nave no tripulada. A pesar de las críticas vertidas por Moscú, Kyiv guardó silencio hasta pasados tres días. El día 11, el presidente ucraniano Volodimir Zelenskireconocía que su Ejército había lanzado una ofensiva militar sobre suelo ruso en un discurso publicado el pasado sábado. Zelenski informaba de que el Ejército de Ucrania estaba llevando la guerra hacia el «territorio del agresor». Dos días antes, ese Ejército había atacado un aeródromo militar en la región rusa de Lípetsk, que colinda al sur con la de Kursk, lugar en donde se encontraban aviones de combate Su-34, Su-35 y MiG-31 del Ejército ruso.
Los datos oficiales de la ofensiva ucraniana se han facilitado desde el Gobierno de Kyiv, que habla de un avance rápido a lo largo de 10 kilómetros en territorio ruso y numerosos prisioneros. La última población en caer ha sido la ciudad de Sudzha, algo que ha acelerado la puesta en marcha de un plan de evacuación. El Ministerio de Situaciones de Emergencias ruso confirmaba el jueves que gran parte de los habitantes de las zonas fronterizas de la región de Kursk ya han sido evacuados de manera temporal, encontrándose en lugares seguros, afirmando que 8.000 de esos desplazados se encontraban en albergues ubicados en 11 regiones rusas. Hasta el día de hoy podrían haber salido de la zona en conflicto más de 100.000 personas.
Según el general Oleksandr Sirski, jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas, el jueves ya había 81 localidades bajo su control, el equivalente a 1.150 kilómetros cuadrados. La respuesta del Kremlin ha sido contundente en su discurso, Putin se reunía de emergencia con altos funcionarios del Ministerio de Defensa y prometía sacar a los ucranianos del país de la manera más rápida.
Nadie de su cúpula militar había previsto dicha ofensiva. El presidente ruso aseguró que el ataque no lograría suavizar la posición rusa a la hora de negociar. Y mientras que, por un lado, Moscú reorganizaba sus efectivos para responder lo que consideran un acto terrorista de provocación, las fuerzas rusas han seguido avanzando en el este ucraniano, según confirmaban a principios de esta semana fuentes militares ucranianas. Para el mandatario ruso estaba claro quién estaba detrás de ese golpe, asegurando que «Occidente está combatiéndonos con las manos de los ucranianos».
La mayor parte del armamento y vehículos utilizados por Ucrania para entrar en Rusia han sido proporcionados por países europeos y Estados Unidos. La «operación militar especial» fue diseñada por Putin para evitar el avance de la OTAN en los aledaños de Rusia y hasta ahora ha conseguido que países históricamente neutrales como Suecia y Finlandia se sumen a la lista de miembros de la Alianza Atlántica.
El peor quebradero de cabeza del Kremlin es, sin duda, saber que los HIMARS y los tanques Leopard entregados por países de esta organización han abierto la brecha dentro de sus fronteras. El uso de estas armas podría provocar un conflicto entre Berlín y Kyiv, ya que Alemania y la mayoría de los gobiernos europeos autorizaron el uso de sus donaciones para la defensa de Ucrania y no para un ataque dentro de Rusia, mucho menos su utilización en contra de la población civil.
A esto se suma la noticia publicada por el Wall Street Journal, en la que se demuestra que el Gobierno ucraniano, con Zelenski a la cabeza, estuvo detrás de la voladura del gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania en septiembre de 2022. El pasado mes de junio, el fiscal federal alemán emitió la primera orden de arresto contra un instructor de buceo profesional ucraniano por su presunta participación en el sabotaje.
Desde Berlín ya se han lamentado de la gravedad de un asunto que pudo haber provocado una respuesta en conjunto con sus aliados de la OTAN hacia Rusia, principal sospechoso en un primer momento. El gaseoducto Nord Stream 2 era considerado una estructura estratégica para Alemania, y desde allí ya han aparecido las primeras voces críticas que censuran que la autoría de ese acto haya venido desde el país al que han destinado miles de millones de euros en ayudas.
La situación en el frente se ha diversificado y no se sabe si se abrirán más flancos. Es difícil saber si este avance ucraniano en la región de Kursk seguirá o no avanzando, teniendo en cuenta que para ello necesitarían reubicar numerosos efectivos y equipamiento que actualmente son de vital importancia en la defensa de la región del Donbás.