Oriente Medio
El silencio de las monarquías árabes en la guerra de Ucrania
Emiratos y Arabia Saudí, condicionadas por su buena relación con Putin
Desde Oriente Medio, la respuesta a la invasión y los bombardeos ordenados por Vladimir Putin en Ucrania dista de la unánime condena occidental. En los adinerados estados del Golfo Pérsico cunde el pragmatismo: no se quiere enojar a Moscú, cuya influencia militar y económica en la región se consolidó tras el decisivo rol ejercido por sus tropas en la guerra civil de Siria.
La primera señal llegó desde los Emiratos Árabes Unidos (EAU). La federación de jeques, altos rascacielos y creciente epicentro de la economía internacional, se abstuvo en la votación del Consejo de Seguridad de la ONU la semana pasada que condenaba la invasión rusa. Del mismo modo que Israel, los emiratos calculan cuidadosamente la retórica que utilizan.Quieren evitar contrariar a un país que, antes del aislamiento financiero internacional que le están causando las sanciones, era crucial para su economía interna. Fundamentalmente, por el comercio bilateral y el turismo: antes de la guerra, los rusos eran de los principales viajeros que disfrutaban de los placeres orientales del Golfo.
No obstante, Washington pretende que sus aliados se unan al frente común que impulsa contra el Kremlin. EE.UU. es de los principales proveedores militares a EAU –garante de su seguridad ante la amenaza militar de Irán y sus milicias afines-, y como contrapartida le exige que se posicione con más firmeza contra Rusia.
Próximamente, está previsto que el Consejo de Seguridad de la ONU programe nuevas reuniones para condenar a Putin. Pero en los Emiratos quieren preservar un balance de intereses calculado: recientemente ha restablecido relaciones con el gobierno de Bashar al-Assad en Siria (tras años condenando su rol en la guerra civil), e incluso buscó acercarse a Teherán tras la elección de Ibrahim Raisi como presidente, con una visita de su asesor de seguridad nacional, el jeque Tahnoon bin Zayed Al Nahyan. Irán y Siria son aliados incondicionales de Moscú.
Está por ver si EAU podrá mantener simultáneamente sus intereses económicos y geoestratégicos. Recientemente, el ejército de EE.UU. disparó por primera vez en más de 20 años misiles Patriot para neutralizar los ataques lanzados sobre Abu Dhabi por parte de los rebeldes hutíes en Yemen. Desde principio de año, las ofensivas con drones y misiles hutíes se recrudecieron, incluido uno que causó tres víctimas y seis heridos en una instalación petrolera.
El secretario de estado norteamericano, Anthony Blinken, le recordó al asesor de seguridad emiratí Al Nahyan que “el ataque de Rusia sobre Ucrania es premeditado, no provocado e injustificable”. Tras la llamada, desde EAU se limitaron a describir la conversación como una señal de “la relación bilateral estratégica y modos de fortalecer la cooperación conjunta”.
El intercambio comercial emiratí con Moscú conlleva que centros comerciales o terminales aeroportuarias del país estén rotuladas en ruso. Como no podía ser de otro modo, el negocio principal es el petróleo: Rusia impulsó un acuerdo separado de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC), que comportó una subida de precios de los carburantes que benefició a los EAU y a Arabia Saudí.
El comercio bilateral de los Emiratos con Rusia supuso unos 4 billones de dólares en 2021, lo que posicionó al país árabe como principal socio de Moscú en el Consejo de Cooperación del Golfo. Ello explica que EAU, con presencia temporal en el Consejo de Seguridad de la ONU, evite ceder a las presiones estadounidenses.
“No necesitamos más luz verde de América o ningún otro país occidental para decidir sobre nuestros intereses nacionales”, apuntó el politólogo emiratí Abdulkhaleq Abdulla al Financial Times. Y prosiguió: “no estamos a favor, ni en contra (de la invasión rusa). Los americanos deben lidiar con ello”.
Anwar Gargash, asesor presidencial de EAU, insistió en el rol equidistante: “tomar bandos solo conlleva más violencia. Animamos a todas las partes a restaurar la acción diplomática para encontrar una solución política”.
Pese a la alianza militar y económica histórica con Washington, desde Arabia Saudí también perciben que la influencia de la Casa Blanca en la región ha disminuido en los últimos años. Además, en Riad recibieron con enojo las críticas de Biden a las violaciones de derechos humanos en el país, así como su rechazo a dialogar con el príncipe heredero, Mohamad Bin Salman (MBS).
En cambio, Putin fue de los pocos que apoyó públicamente a MBS tras el asesinato del periodista saudí crítico Jamal Khashoggi por parte de agentes saudíes en Turquía. Aquel choque de manos con Putin en la cumbre del G-20, cuando el mundo entero condenaba a MBS, podría explicar que, por ahora, Riad haya evitado hacer comentario alguno sobre la guerra impulsada por el Kremlin.
Ante las señales de que la alianza histórica con Washington se está desmembrando, “los líderes saudíes decidieron construir vínculos con otras potencias mundiales, como Rusia o China”, destacó el comentarista saudí Ali Shihabi.
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