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Trump abre una era populista y nacionalista
El 45º presidente de EE UU juró ayer su cargo con un discurso «antiestablishment», vacío de contenido y repleto de eslóganes con los que prometió que los «ciudadanos recuperarán el poder» del país.
El 45º presidente de EE UU juró ayer su cargo con un discurso «antiestablishment», vacío de contenido y repleto de eslóganes con los que prometió que los «ciudadanos recuperarán el poder» del país.
Fueron 16 minutos. Era su momento por más que él insistiera en que era el de los «ciudadanos estadounidenses que hasta ayer han sido olvidados por los políticos». Era su carta de presentación. Donald Trump sabía que se producirían comentarios sobre cada palabra que pronunciara y por eso había «estudiado» las intervenciones de sus antecesores, salvo las dos de Obama. Se mostró combativo, puño en alto y con el índice apuntador que tanto le caracteriza. Aunque la explanada frente al Capitolio no alcanzó la afluencia que cosecharon los juramentos de su antecesor, los aplausos de los ciudadanos que acudieron al capitolio contrastaban con las caras de estupefacción de los congresistas presentes en el acto, donde también estaban Bill y Hillary Clinton y George W. Bush. Los dardos contra el «establishment» fueron lanzados desde el inicio del discurso de Trump. «Nosotros, los ciudadanos de EE UU nos hemos reunido con el esfuerzo de reconstruir nuestro país y restaurar su promesa a todo nuestro pueblo. Juntos, determinaremos el curso del país y el mundo en los próximos años. Nos enfrentaremos a desafíos. Hoy no estamos transfiriendo el poder de una administración a otra, de un partido a otro, sino que estamos transfiriendo el poder de Washington a los ciudadanos», indicó el 45º presidente de la historia de EE UU segundos después de jurar su cargo ante el juez John Roberts, presidente de la Corte Suprema.
Fue un discurso populista de principio a fin, ausente de medidas concretas ni fundamentos sobre la que será su Administración. Tan sólo repitió hasta el hastío que «lo primero serán los americanos» y que EE UU no se someterá a la voluntad de nadie. «Éste es vuestro país. Durante mucho tiempo, un pequeño grupo en la capital de nuestra nación se ha quedado con las recompensas del gobierno mientras el pueblo pagaba el coste. Washington floreció, pero la gente no compartió su riqueza. Los políticos prosperaron, pero, los trabajos desaparecieron y las fábricas se cerraron. El “establishment” se protegió a sí mismo. Pero, no a los ciudadanos. Eso sí, la carnicería termina aquí», criticó Trump.
Consciente de la controversia y división del país que ha provocado su elección, el mandatario lanzó un mensaje de unidad al asegurar que «somos una única nación. Compartimos un corazón, un hogar y un glorioso destino». Defendió que tanto si el color de piel de los estadounidenses es «negro, marrón o blanco, todos comparten la misma sangre roja de los patriotas». «Cuando Estados Unidos está unido es totalmente imparable».
El proteccionismo, que tanto preocupa en el exterior fue otro de sus argumentos clave, donde no hubo ni una sola mención a los aliados históricos de EE UU. «Buscaremos la amistad con los demás países, pero siempre bajo la máxima de que los intereses estadounidenses están primero. Juntos volveremos a hacer América fuerte otra vez. Rica otra vez. Segura otra vez. Volveremos a hacer EE UU grande otra vez», sentenció.
Tras su alocución posó en las escaleras del Capitolio con el ya ex presidente Barack Obama y su esposa Michelle, que como marca la tradición, abandonaron el edificio del Congreso en el helicóptero «Marine One» hacia la base de Andrews. Trump y su mujer, Melania, les acompañaron para así zanjar el traspaso entre ambas administraciones, que comenzó a gestarse el 8 noviembre y que no ha estado exenta de polémica. Como también marca la tradición, Trump y su esposa Melania llegaron ayer por la mañana a la Casa Blanca después de acudir al servicio religioso. Allí, les sirvieron los Obama el tradicional té y café antes de acudir juntos al Capitolio para la ceremonia de la toma de posesión. Pasará a la historia la imagen de ambos presidentes en el mismo vehículo rumbo a la sede legislativa tras las duras críticas que ambos se han arrojado en el último año. Antes de dirigirse al Congreso, la ex modelo eslovena le regaló a Michelle Obama un obsequio de Tiffany’s.
Previamente al tradicional almuerzo en el Capitolio, Trump firmó la Ley Patriota y las nominaciones oficiales de los miembros de su gabinete. El mandatario cometió en ese momento su primer error cuando le devolvió en primer lugar la pluma con la que firmó los decretos a la congresista demócrata de California y líder de la minoría, Nancy Pelosi, en vez de al líder de la mayoría republicana del Senado Mitch McConnell.
Después del almuerzo, el presidente Trump realizó el tradicional desfile por la Avenida Pensilvania desde el Capitolio hasta la Casa Blanca. El mandatario y su esposa salieron del coche oficial y caminaron unos metros, finalmente se pararon frente al hotel que el presidente posee en Washington y saludaron a la gente. El trayecto fue uno de los más cortos en la historia de Estados Unidos, aunque no faltaron fieles del mandatario aclamándole a su paso. Más tarde tuvieron lugar los bailes de investidura. De las docenas de fiestas que se celebraron ayer en Washington, el presidente y la primera dama sólo acudieron a las tres oficiales.
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