Política

Elecciones

Howard Schultz, de Starbucks a la Casa Blanca en 2020

El rey del café se ha convertido en el «tercer hombre», al que temen tanto Trump como los demócratas

Howard Schultz baraja competir por la Casa Blanca en 2020 mientras presenta su libro alrededor de Estados Unidos
Howard Schultz baraja competir por la Casa Blanca en 2020 mientras presenta su libro alrededor de Estados Unidoslarazon

El rey del café se ha convertido en el «tercer hombre», al que temen tanto Trump como los demócratas

El que fuera gran gurú del café, que revolucionó el modelo de negocio y creó un imperio presente en 80 países, explicó a «The New York Times» que mientras presenta un libro por todo el país decidirá si participa en las elecciones presidenciales. Lo haría como independiente, aunque a nadie se le escapa que se trata de un demócrata. Quizás por eso su cartel despertó más antipatías que alabanzas entre los suyos. Nadie fue más duro que el ex alcalde de Nueva York Mike Bloomberg, que en Twitter escribió que «en 2020 lo más probable es que un independiente solo sirva para dividir el voto en contra de Donald Trump y terminaría sirviendo para que sea reelegido». El multimillonario neoyorquino, que conoce bien a Trump, abundó en que la posibilidad de un independiente cercano a las posiciones demócratas suponía un riesgo en 2016, y de ahí que terminase rechazando la posibilidad de competir él mismo.

Quizás la reacción más esclarecedora fuera la del propio Trump. Lejos de sentirse amenazado o traslucir algún tipo de dudas, disparó con toda la ironía posible para concluir que «¡Howard Schultz no tiene las agallas para postularse para presidente! Le vi en 60 minutos anoche y estoy de acuerdo con él en que no es la 'persona más inteligente'. Además, ¡EE UU ya tiene eso! ¡Solo espero que Starbucks todavía me esté pagando el alquiler en la Torre Trump!».

En realidad, hace tiempo que el empresario especulaba con la posibilidad de entrar en política. En 2018, tras anunciar su jubilación al frente de Starbucks, le había explicado al «Times» que «desde hace algún tiempo me preocupa mucho nuestro país, la creciente división y la posición que tenemos en el mundo». Y en el mismo diario donde ofreció la primicia se preguntaban ayer por sus posibilidades reales más allá de la casa común que ofrecen los dos grandes partidos. En EE UU el destino de los candidatos independientes fue siempre el de agitadores del avispero antes que el de contendientes con posibilidades. Claro que de alguna forma Trump sería el epítome del independiente, al margen de cualquier disciplina y heredero de aquel Ross Perot que quiso competir con Bill Clinton. Pero incluso un personaje tan atrabiliario como el actual presidente compitió en 2016 bajo las siglas del Partido Republicano.

Un problema añadido, y posiblemente irremediable, es el de su propia ideología. Schultz es un liberal de manual según el esquema estadounidense, tanto en las costumbres como en lo económico. Está en contra de la sanidad universal y gratuita y de la condonación de las deudas universitarias y compagina su estilo mundano y cosmopolita con una apuesta decidida por el globalismo económico que fue santo y seña tanto de Barack Obama como de George W. Bush.

Pero, como explicaba Lisa Lerer en el «Times», los electores a los que se dirige posiblemente no existan. En un clima de ardiente polarización, los candidatos etiquetados como moderados tienen poco qué hacer. Si algo puede atraer a los indecisos son las propuestas económicas que manejan proteccionistas como Trump, convencidos de que la globalización hundió la otrora floreciente industria de EE UU y, en el otro extremo, partidarios del senador Bernie Sanders, empeñados en reclamar la ampliación de las prestaciones públicas y hasta de crear una suerte de Estado del Bienestar. Basta con observar el perfil de los nombres que de momento han surgido en la arena demócrata, empezando por Elizabeth Warren, que ha presentado un plan para gravar a las grandes fortunas.

En su intervención en «60 minutos», Schultz comentó que «estamos sentados sobre una deuda aproximada de 21,5 mil millones». ¿Quién sabe? A lo mejor acierta Jordan Weissmann, que en las páginas de «Slate» lo compara a Jeb Bush y niega las categorizaciones extremistas. En su opinión el electorado quiere a un conservador fiscal, moderado en su actitud y lenguaje, aburrido incluso, y con un recetario convencional. Algo que desde luego no ofrecen ni el mercurial y nativista Trump ni los socialdemócratas infectados de corrección política e identitarismo.