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Francia
Decepción en Evry, el feudo político de Valls
Reportaje / Radiografía de la izquierda francesa. Los habitantes de la ciudad de la que fue alcalde diez años el precandidato socialista muestran su desencanto por su giro liberal
Los habitantes de la ciudad de la que fue alcalde diez años el precandidato socialista muestran su desencanto por su giro liberal
Eliane diluye el azucarillo en el café y sin levantar la cabeza responde tajante: «No perderé ni un minuto en ir a votar este domingo». Esta asistente social de 61 años lleva media vida residiendo en Evry, la localidad en la que se forjó la carrera política del ex primer ministro francés, Manuel Valls, que este domingo se la juega en la segunda vuelta de las primarias de la izquierda. Eliane, como la mayoría de los vecinos que entran esta fría mañana de enero en la cafetería L’Annexe, justo detrás de la plaza del Ayuntamiento del que Valls fue alcalde entre 2001 y 2012, dicen apoyarle, pero la falta de entusiasmo pesa demasiado.
El quinquenio de Hollande y las divisiones de la izquierda han traducido en escepticismo todo aquel sentimiento de orgullo local que en su día sintieron cuando su alcalde pasó a liderar el Gobierno francés. El dueño del establecimiento, Isaam, es un quincuagenario de origen libanés que presume de conocer a Valls de cerca. «Viene bastante por aquí, ésta es su casa», dice, y nos confiesa que el ex primer ministro suele pedir una botella de agua con gas, y que muestra una imagen más simpática y relajada cuando se rodea de los vecinos de su ciudad. Aquí fue donde todo empezó, donde gobernó más de una década y también donde anunció su candidatura el pasado mes de diciembre. «Vino al bar nada más presentarla», alardea el dueño.
Eliane es una habitual del establecimiento y repite a la perfección el catálogo de argumentos que Valls ha subrayado en los debates televisivos frente a su rival del ala izquierdista del partido, Benoît Hamon. «(Hamon) Sólo dice cosas utópicas, como lo de establecer una renta universal. Valls es más consciente de la realidad, pero de nada servirá votarle». Cuando se evoca la posibilidad de que este domingo gane el díscolo ex ministro Hamon, las caras no cambian. Pese al apoyo en su propio feudo –Valls rozó aquí el 55% en primera vuelta–, en Evry gana el desencanto por goleada. «No servirá para nada, al final ganará la derecha», se adelanta Paul, que pasa por la puerta de la cafetería saliendo de la Facultad de Tecnología de la Universidad de Evry, situada a escasos metros.
En uno de los extremos de la ciudad, al lado de la autopista, se encuentra la gran mezquita de Evry, la más grande de Francia con una capacidad para más 5.000 fieles. Su fundador, Khalil Merroun, es un ceutí amigo personal de Valls. «Le aconsejo en todo lo que puedo, aunque no estoy de acuerdo con muchas cosas que dice». Lo cuenta para LA RAZON en un perfecto español, la misma lengua que dice utilizar en sus conversaciones con su amigo Manuel. «Le he dicho que tiene que explicarse mejor con la comunidad musulmana. Antes le querían mucho, los musulmanes votaban Valls. Ahora no le apoyarán». Merroum confiesa que ha tenido varios quebraderos de cabeza por justificar a Valls frente a los fieles de la mezquita. Pese a ello, califica al político de «inteligente y ambicioso», dando por sentado que aunque Valls pierda la batalla de este domingo, volverá a la primera línea de la política francesa. Lo dice quien lo conoce bien. «Es un político de raza», sentencia.
En la fachada del ayuntamiento, como si de dos referentes del candidato se tratara, están desplegados un póster gigante de Nelson Mandela y otro llamando a la unidad frente al terrorismo. Philippe, treintañero que trabaja para una multinacional, representa al joven de familia de izquierdas decepcionado con las promesas de Hollande. «No iré a votar el domingo porque todos acaban haciendo lo mismo cuando llegan al poder». De cara a las generales, esgrime el mismo planteamiento, pero deja la puerta abierta a votar por el liberal Emmanuel Macron, la revelación política en Francia, especialmente entre jóvenes asalariados, y cuya larga sombra ha planeado en cada debate de estas primarias de la izquierda. Claudine, funcionaria de 42 años, residente desde hace una década en Evry, explica que el balance de Valls como alcalde dista mucho de la imagen autoritaria que ha dejado en el Gobierno y que «la izquierda no le va a perdonar ciertas decisiones».
Frente a la estación de trenes, en la calle con más tiendas y restaurantes de la ciudad, hay varios establecimientos atendidos por inmigrantes de varias generaciones. La familia Atmaca regenta un restaurante de comida turca. «Votaré sin duda a Valls. Es un político sólido y con valores. Hizo buenas cosas por Evry. En esta ciudad se puede convivir», nos cuenta el hijo del dueño mientras sirve kebabs con patatas fritas para llevar. Dos chicas jóvenes con pañuelo se unen a la conversación. Tras varios minutos de opiniones cruzadas sobre el perfil autoritario con el que Valls ha gestionado los años del peor terrorismo yihadista en Francia, la conclusión final es compartida por todos: «Lo que sea menos el Frente Nacional».
Entre Evry y París hay apenas 30 minutos de un tren que va recorriendo localidades históricamente gobernadas por la izquierda al sudeste de París. En los barrios del este de la capital, el ambiente es mucho más favorable al izquierdista Benoît Hamon y la experiencia de Valls en el Gobierno se transforma en una pesada losa para jóvenes como Jérôme, estudiante universitario de Derecho, que tiene claro que el decretazo con el que Valls hizo pasar la reforma laboral estará presente en las urnas este domingo: «La izquierda le responderá a Valls lo que piensa de su decretazo».
La única certeza a la que todos ellos se enfrentan es que a partir de mañana la izquierda de Valls y la de Hamon tendrán menos de tres meses para intentar la proeza de presentarse unidas en las elecciones presidenciales. Tan sólo eso, hoy por hoy, ya no sería poco.
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