Cumbre de Panamá
Cumbres borrascosas, aires de libertad
Algunas cumbres internacionales recuerdan a esas cenas de Navidad en que las familias desavenidas postergan la discusión sobre los conflictos en aras de lograr una foto común. En otras ocasiones, algún miembro de la familia trata de abrir el debate a la hora del postre ante la indiferencia y el bostezo del resto. Sólo, excepcionalmente, se ponen encima de la mesa los temas verdaderamente relevantes para provocar una catarsis que permita la resolución de los problemas.
Se celebra estos días en Panamá la VII Cumbre de las Américas. Multitud de diplomáticos han trabajado durante meses para lograr una declaración consensuada y una foto de familia que ilustre el feliz reencuentro entre el presidente Barack Obama y el dictador Raúl Castro. Salvo sorpresa de última hora no parece factible que en esta ocasión se vaya a aprobar una declaración tan políticamente correcta como vacía de contenido, por lo que los organizadores tratarán de vender como un éxito la foto de los protagonistas arropados por otros mandatarios sonrientes, con el Pacífico al fondo y un mar de banderas a ambos lados.
Para lograr dicha imagen es probable que se deje al margen la discusión sobre los dos modelos contrapuestos y radicalmente diferentes que rigen el destino de millones de americanos. La democracia frente al populismo. El peso de la ley frente al poder arbitrario. El desarrollo económico frente a la igualdad en la pobreza. La libertad individual frente a la omnipresencia del Estado. La separación de poderes frente a los decretos habilitantes. Si durante la Cumbre no se plantea este dilema con toda su crudeza, se habrá perdido la oportunidad de hablar de las cuestiones que verdaderamente determinan el futuro de millones de personas.
El problema de fondo es que la OEA es una organización de naciones, y no todas ellas son democráticas. En aquel selecto club se dan cita algunos países respetables en su juego democrático y en sus esfuerzos para mejorar la vida de las personas con dictaduras supervivientes de la Guerra Fría, como la de Cuba, o con regímenes que violan los derechos humanos y restringen la democracia y las libertades, como Venezuela. Además hay otro nutrido grupo de países que, por dogmatismo ideológico o por dependencia económica del petróleo venezolano, actúan como coristas de los dos mencionados. Lo que termina por hacer imposible cualquier discusión seria en este tipo de foros es la adopción de mecanismos de decisión basados en la unanimidad.
Afortunadamente, al margen de lo que ocurra en la Cumbre oficial, en Panamá se han dado cita estos días otros encuentros de la sociedad civil. Entre ellos, ha tenido especial repercusión el organizado por IDEA, la Iniciativa Democrática de España y las Américas, en relación a los abusos del régimen dictatorial de Nicolás Maduro. No es usual que nada menos que veintiséis ex presidentes iberoamericanos de América y España se pongan de acuerdo para denunciar en términos contundentes algo tan grave como el deterioro de la democracia venezolana. Como destacó Andrés Pastrana, es tan singular como importante que Felipe González haya decidido sumarse a la iniciativa de José María Aznar pese a que ambos representan ámbitos ideológicamente opuestos dentro del juego democrático español. Similar consideración podría hacerse de la presencia simultánea de Sebastián Piñera y Ricardo Lagos de Chile; de Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle en Uruguay; del propio Andrés Pastrana y su antaño contrincante político, Nicolás Uribe, o de los cuatro ex presidentes costarricenses firmantes del documento.
En el encuentro, bautizado por las redes sociales como la «Cumbre de la dignidad», representantes de más de 100 medios de comunicación de todo el mundo pudieron seguir en directo las intervenciones de los ex presidentes Aznar, Pastrana, Calderón, Quiroga y Hurtado, además de los vibrantes testimonios en defensa de la libertad de Mitzy Capriles y Lilian Tintori, esposas de los presos políticos Antonio Ledezma y Leopoldo López.
La repercusión alcanzada por la «Cumbre de la dignidad» ha puesto de manifiesto que, siendo importante debatir sobre la «prosperidad con equidad» lo es mucho más hacerlo previamente sobre lo que verdaderamente importa y afecta a los ciudadanos, «democracia con libertad». Sólo de ese modo se conseguirá de una vez por todos dejar atrás retrasos históricos y poner luz en la vida de millones de personas.
*Director adjunto internacional de FAES
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