Geopolítica

Blinken desafía la creciente influencia de China y Rusia en África

El secretario de Estado refuerza los lazos con los aliados estratégico de EE UU en África con su concluida gira por Ruando, Suráfrica y República Democrática del Congo

Anthony Blinken.
Anthony Blinken.JUSTIN LANEAgencia EFE

El Secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, completó esta semana una gira africana que le llevó a visitar tres países del continente. La gira, que comenzó el pasado domingo, reunió a Blinken con los máximos mandatarios de Ruanda, República Democrática del Congo y Sudáfrica. Se trata del último movimiento de los Estados Unidos para aproximar posturas con países estratégicos africanos, frente a las crecientes influencias rusa y china en el continente. Las actuales pugnas entre Estados Unidos y Rusia por imponer su influencia en África traen un aire a déjà vu de los años de la Guerra Fría, cuando países como Angola y República Democrática del Congo fueron campos de batalla con el mismo valor geopolítico que Corea o Vietnam, aunque, invariablemente en la Historia africana, poco conocidos por el público general y sus televisores.

La presencia militar estadounidense se presenta en este continente bajo la figura del Africa Command (conocido como AFRICOM), fundado en 2007 y con una importante presencia en los puntos más estratégicos y disponibles para los yanquis. Estados Unidos cuenta con un total de 29 bases en el continente, entre las que se incluyen la famosa base naval de Yibuti; bases permanentes en Senegal, Burkina Faso o Kenia; y posiciones temporales en Somalia, Camerún y Níger, entre otros países. La colaboración en cuestión de materias primas supone un ingreso insignificante de la economía estadounidense, donde el mayor interés por África consiste en materias de geopolítica. Aunque, desde el término de la Guerra Fría, la participación militar estadounidense se ha limitado a acciones anecdóticas en Somalia y misiones de comandos en África Oriental para combatir la piratería. Bill Clinton y Barack Obama han sido los únicos Jefes de Estado que han visitado el continente de manera continuada. Ni Donald Trump ni Joe Biden han pisado el África subsahariana durante sus mandatos.

Nuevas estrategias para una nueva era

La nueva estrategia de Estados Unidos viene reflejada en un documento publicado por la Casa Blanca en agosto de este mismo año, titulado U.S Strategy Toward Sub-Saharan Africa. Aquí vienen expuestos los cuatro puntos principales que sintetizan los objetivos estratégicos que motivan la visita de Blinken: fomentar la apertura de las sociedades abiertas, hacer entrega de dividendos en materias de seguridad y democracia, avanzar en la recuperación tras la pandemia del coronavirus y apoyar la conservación, la adaptación climática y una justa transición energética. El documento señala asimismo que “esta estrategia remarca firmemente los intereses estratégicos de Estados Unidos”. En ciertas naciones, como Malí y Burkina Faso, los medios de comunicación temen que el segundo punto haga referencia a los gobiernos instaurados en el continente gracias a golpes de Estado, y los hay que miran con desconfianza la visita del Secretario de Estado. El temor al intervencionismo occidental, en ocasiones tildado de neocolonialismo por sus mayores críticos, se trata de una sombra densa y pegajosa que se adhiere de forma sistemática a los temores e ilusiones de las naciones africanas.

Es por eso que Blinken aseguró durante su gira que “Estados Unidos no dictará las decisiones de África”, tras pedir el apoyo contra Putin de los 54 países que conforman el continente. Su visita vino a continuación de la gira africana que hizo el Ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, a finales de junio; y de una gira similar efectuada por Emmanuel Macron, donde el mandatario galo acusó sistemáticamente a Rusia de la grave crisis alimentaria que atraviesan importantes regiones del continente.

Mediador de una guerra en ciernes

La visita de Blinken a Ruanda y República Democrática del Congo coincide con uno de los periodos de mayor tensión entre ambos países. Igual que la fuerza de paz de la ONU en RDC (MONUSCO) ha vivido en las últimas semanas violentos enfrentamientos contra la población civil, un documento publicado recientemente por Naciones Unidas aporta “sólidas evidencias” acerca de la colaboración entre las Fuerzas Armadas ruandesas y el grupo paramilitar M23, cuya zona de actuación se concentra en la zona más oriental de República Democrática del Congo. Mientras Kinsasa acusa a Kigali de esta violación injustificada de su soberanía, en Kigali niegan toda conexión con el M23. En su visita a RDC, poco antes de tomar el avión hacia Ruanda, Blinken aseguró estar “muy preocupado” por lo que calificó de “informes creíbles”, en referencia al documento de las Naciones Unidas.

Sin embargo, a sabiendas de que Ruanda es un importante socio estratégico para EEUU en la región y que no había viajado hasta África para convertir a sus amigos en ofendidos enemigos, la reprimenda de Blinken estuvo dirigida a ambas naciones cuando aseguró que “mi mensaje para el presidente Tshisekedi (RDC) y Kagame (Ruanda) ha sido el mismo”. Que cesen el apoyo a los grupos armados en el este de RDC. A continuación mencionó que “Ruanda tiene sus propias preocupaciones en materia de seguridad”, haciendo referencia a las Fuerzas Democráticas por la Liberación de Ruanda que operan en la frontera. Este es un grupo armado puesto en marcha por hutus huidos al Congo tras el genocidio de 1994 y que desde Ruanda dicen que reciben ayuda congoleña, aunque todavía no existen pruebas determinantes que sostengan estas acusaciones.