El perfil
Un economista moderado para arrebatar a Costa el Gobierno luso
Rui Rio, el ex alcalde de Oporto, será el candidato conservador en las elecciones del 30 de enero
La derecha portuguesa no quiere cambios. Este sábado los militantes del PSD han revalidado su confianza en Rui Rio, quien los comanda desde hace casi cuatro años, frente al carismático aspirante Paulo Rangel, para intentar conseguir el Gobierno de Portugal en las próximas elecciones del 30 de enero, en las que el país se juega su futuro y el socialista António Costa, primer ministro desde finales de 2015, enfrenta el examen definitivo a toda su carrera.
Alrededor de 46.000 militantes del PSD estaban llamados a elegir a su candidato, y en menos de una hora se confirmaba que han preferido a Rio, una opción de continuidad al que las encuestas recientes dan mejores posibilidades de cara a los comicios de enero: según un sondeo publicado esta semana, el partido conservador tendrá mejores resultados con este economista de 64 años del norte de Portugal al frente, cosechando hasta el 32% de votos, a apenas seis puntos de diferencia de los socialistas. Números extremadamente ventajosos para el centroderecha luso, si decide buscar alianza con otras formaciones de su espectro político que le permitan conseguir una mayoría para gobernar el país.
Esta es la cuenta que centra todas las conversaciones en el país vecino. Superado el tiempo del bipartidismo y las mayorías absolutas, la pelea de los dos principales partidos portugueses, el Socialista desde la izquierda y el PSD desde la derecha, es conseguir suficientes apoyos para poder pactar con partidos minoritarios cercanos ideológicamente.
Rio contaba en esta pugna con mayor ventaja, gracias a un perfil conciliador fabricado durante los últimos cuatro años y que le garantiza entendimientos con el democristiano CDS y el Partido Liberal, quedando en el aire la incógnita de si, como prometió, excluirá de cualquier pacto al ultraderechista Chega, que podría acabar siendo decisivo si, como auguran los sondeos, acaba siendo el cuarto partido más votado, logrando el 7% de los sufragios. Pese a sus habilidades, el propio Rio no las tenía todas consigo al enfrentarse a los votos de sus militantes. «Abriré una botella de champán si gano», llegó a decir, antes que enfatizar que se juega todo su capital político hasta el 30 de enero, fecha de las elecciones.
«Nadie se presenta a las elecciones para perder, pero hay personas que van para marcar una posición e ir a una próxima votación. Para mí no hay próxima», remarcó. Un mensaje poco velado hacia su competidor, el eurodiputado Paulo Rangel, convertido en los últimos meses en una estrella mediática tras haber asumido en televisión su homosexualidad.
Perfil de economista austero, Rio, ex alcalde de Oporto, es un reconocido agnóstico –votó a favor de la despenalización del aborto en el referéndum de 2007, lo que no agradó a algunos de sus colegas en el PSD–, está casado y tiene una hija.
Superado este examen, la derecha portuguesa deja claro su hoja de ruta para retomar el poder tras seis años: conservadurismo moderado, sin pactos con la ultraderecha y empeñado en ofrecer una imagen de partido sensato y responsable que, confían fuentes cercanas al PSD, permita robar a los socialistas parte de su electorado, ese que se ha cansado de la era Costa. Y si las encuestas no le dan la victoria, recuerdan que tampoco lo hicieron en las municipales de septiembre, en las que acabaron llevándose la alcaldía más importante del país, Lisboa.
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