Tecnología militar
Estos son los nuevos portaaviones clase Ford que cambiarán la Armada de EEUU
El USS Gerald Ford entrará en servicio el próximo año y el John F. Kennedy será entregado a la Marina en 2024
Estados Unidos encara la nueva década con una apuesta decidida por los portaaviones como piedra angular de la Armada, la US Navy. La creciente presencia militar de China en el Indo-Pacífico y el impulso de una nueva carrera armamentística han reforzado los planes del Pentágono para avanzar en el diseño y construcción de tres nuevos portaaviones de la serie Ford que se sumarán en la próxima década al USS Gerald Ford, ya entregado a la Marina y en fase de pruebas hasta 2022, cuando se prevé que estará complemente preparado para entrar en combate.
La clase Ford incorpora tecnologías de vanguardia como un nuevo sistema de propulsión, planta eléctrica, sistema de lanzamiento de aeronaves electromagnéticas (EMALS), Advanced Arresting Gear (AAG), control de maquinaria, radares y sistemas de guerra integrados. El primero de la serie, comisionado en julio de 2017 y construido por Huntington Ingalls Industries, ha sido el más caro de la historia de la Marina de EEUU, con un coste superior a los 13.000 millones de dólares, un 30% más de lo previsto, un precio al que aún habrá que sumar la factura de las nuevas tecnologías que han sido puestas en funcionamiento en los últimos meses. El sobreprecio es un obstáculo más en la larga lista de problemas que la Marina ha enfrentado con el desarrollo del primer buque de una nueva clase.
Son estos problemas los que han hecho cambiar de planes a la Armada de Estados Unidos. En un principio tenía previsto encargar diez barcos de la clase Ford, pero de momento sólo hay tres más asegurados hasta que el Pentágono decida en 2026 si confirma su apuesta por este modelo diseñado para reemplazar a la flota actual de clase Nimitz , que durante más de 40 años ha servido de guía al resto de buques de guerra de este tipo en Estados Unidos.
De momento, la US Navy tiene a la vista el John F. Kennedy, cuya entrega está programada para 2024, si bien requerirá dos años más de pruebas antes de su entrada en servicio. El tercero de la clase Ford será el Enterprise (2027) y el cuarto el Doris Miller, que entraría en servicio en el año 2032. Este último toma el nombre de un soldado negro que recibió la Cruz de la Armada por sus valerosas acciones durante el ataque a Pearl Harbor, ayudando a mover a los soldados heridos a un lugar seguro y disparando una ametralladora para repeler los aviones japoneses.
Ninguno de estos tres portaaviones tendrá el acrónimo de los buques de guerra estadounidenses USS (United States Ship) hasta ser entregados a la Marina. Por ley, la Armada estadounidense está obligada a operar un mínimo de 11 portaaviones. Actualmente, EEUU posee menos portaaviones que en la Guerra Fría, cuando el Pentágono operaba entre 13 y 15 buques de estas características.
De los cuatro clase Ford, el que ya está a punto de entrar en servicio es el USS Gerald Ford, cuya construcción comenzó en 2009. Esta gran plataforma tiene una longitud de 333 metros, un ancho de 77 metros y mueve en su desplazamiento de 100.000 toneladas. Frente a las viejas catapultas de vapor, la clase Ford incorpora catapultas de aviones electromagnéticas que permiten el lanzamiento de aeronaves no tripulados más pequeñas y ligeras. Otra mejora tecnológica tiene que ver con los nuevos sistemas de detención de los aviones.
Pero la característica más sobresaliente es el sistema de energía. Los clase Ford pueden triplicar la producción de electricidad gracias a un reactor nuclear doble más potente del tipo A1B y con 600 MW, superior a los 550 MW (térmicos) de los dos reactores A4W del Nimitz. De esta manera, puede satisfacer la demanda eléctrica que requieren los sistemas electrónicos, las catapultas electromagnéticas y las armas hipertecnológicas basadas en láser de alta intensidad y cañones de riel. Esta planta de energía nuclear más robusta no sólo proporciona mucha más energía sino que aporta también mayor autonomía.
Los nuevos portaaviones de clase Ford están equipados con un radar multifunción de matriz de exploración electrónica activa AN / SPY-3 y AN / SPY-4 y visualmente introduce modificaciones en la estructura de cubierta al presentar una isla más pequeña y funcional. Las armas que llevan los clase Ford incluyen lanzadores RIM-162 Evolved SeaSparrow Missile (ESSM), un misil tierra-aire de alcance medio diseñado y fabricado por la empresa estadounidense Raytheon Missile Systems.
Los futuros portaaviones de EEUU, el país que más ha invertido en su flota militar naval, tendrán que sortear las amenazas de los nuevos misiles hipersónicos rusos, como el recientemente probado Tsirkon, y los misiles balísticos chinos DF26, que puede atacar objetivos terrestres y navales de hasta 4.000 kilómetros y con capacidad para lanzar ojivas nucleares o convencionales. Además, los submarinos y los nuevos sistemas de satélite junto a los drones permiten localizar más fácilmente el grupo de ataque que acompaña siempre a un portaaviones. Todo ello convierte a los grandes gigantes de los mares en plataformas cada vez más vulnerables. Los expertos creen que en un futuro los portaaviones se verían obligados a operar a mil kilómetros de las costas del país enemigo para evitar el impacto de los misiles, si bien ahora ningún caza tiene un alcance de combate superior a los 1.000 kilómetros.
Desde su puesta en marcha, el primer portaaviones de la clase Ford ha dado ciertos problemas con tres sistemas de combate: el de guerra electrónica SLQ ‑ 32, el radar multifunción SPY-3 (MFR) y la capacidad de compromiso cooperativo (CEC). Además, el Gerald Ford tuvo problemas en la composición de su ala aérea que generó fallos en el despegue y aterrizaje de las naves. También se identificó una confiabilidad pobre o desconocida de las catapultas de nuevo diseño, equipo de detención, elevadores de armas y radar. Todos estos obstáculos han retrasado su puesta en funcionamiento.
Está previsto que el Futuro USS Kennedy pueda lanzar desde sus plataformas los nuevos aviones de combate F-35C. Este ha sido un problema muy presente en el Gerald Ford, ya que las características de este caza obligaba a los portaaviones a realizar ciertas modificaciones para que pudieran operar desde sus instalaciones.
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