Entrevista
“Iván Duque está agotado. Colombia necesita un cambio de fondo”
Ingrid Bentacourt y Juan Manuel Santos publican el libro “Una conversación pendiente”, sobre la historia de Colombia en las últimas décadas
Una noche de 2020 en la ciudad de OxfordIngrid Betancourt y Juan Manuel Santos se pusieron a hablar sobre la historia reciente de Colombia y en seguida se dieron cuenta de que el tiempo no había apagado la llama de la complicidad de dos viejos amigos. En seguida se dieron cuenta que había material para hacer un libro y se pusieron manos a la obra. Como ministro de Defensa, Santos dirigió en 2008 la Operación Jaque, mediante la cual militares colombianos liberaron a Betancourt tras seis años secuestrada por las FARC. Ella había sido candidata a las elecciones presidenciales de Colombia y él ganó la presidencia en 2012, convirtiéndose en artífice de los acuerdos de paz firmados con la guerrilla en 2016.
Estos dos colombianos son protagonistas de excepción de un país azotado como pocos por la violencia política y desde esa atalaya se pusieron a intercambiar impresiones que aparecen ahora recogidas en el libro “Una conversación pendiente”, editado por Planeta. Sin ánimo de revancha, Betancourt y Santos destripan los entresijos del rompecabezas colombiano y apuntan muchas claves que ayudarán a cerrar las heridas de 50 años de conflicto armado. “Colombia necesita un nuevo liderazgo”, proclama en esta entrevista Betancourt, que rechaza presentarse como candidata a la presidencia, de momento.
Este libro es una llamada a la reconciliación nacional y se publica cuando Colombia entra en un periodo pre electoral. ¿Se encuentra el país preparado para esa reconciliación de la que hablan en el libro? ¿Qué candidato puede liderar ese proceso?
Juan Manuel Santos: Colombia necesita, como casi toda América Latina, una actitud mucho más conciliadora para reconocer al que piensa diferente, una actitud que no alimente la polarización, que es hoy la regla y no la excepción. Por eso creemos que este libro puede contribuir a esa reconciliación. Ingrid es el ejemplo perfecto de una persona que tiene esa capacidad para dejar a un lado los odios y la sed de venganza, la intolerancia y perdonar. No voy a comentar nada sobre candidatos y nombres, pero lo que sí le puedo decir es que el político que logre ese sentimiento de conciliación puede fácilmente ganar la presidencia porque los colombianos cada vez están más aburridos con las peleas y los insultos en la vida política. Lo que espero es que de aquí a las elecciones ese candidato que sea capaz de unir al país gane las elecciones porque Colombia necesita alguien así.
Ingrid Betancourt: Los colombianos hoy en día están listos para un cambio de fondo. Hay dos ejes centrales de reflexión: uno es la polarización que ayuda a esconder una realidad muy corrupta en la política, y que a través de incentivar odios y a través de mentiras y manipulación logra esconder lo que está detrás de esto, que es un monstruo que nos tiene secuestrados a los colombianos. La persona que surja no tiene que ser un caudillo, no es como los extremos que tenemos, que creen que son mesías que van a arreglar al país porque tienen la verdad revelada. Tienen que ser un grupo de personas que se va a unir. Hay en Colombia en estos momento un grupo muy fuerte que se llama La Coalición de la Esperanza. Esta coalición quiere llevar esperanza a todos aquellos que están aburridos de la corrupción y que se sienten secuestrados por la corrupción que impide que podamos liberarnos de la falta de oportunidades económicas y sociales y de poder reivindicar nuestros derechos. Si nos unimos, cualquier candidato de los que están ahí, que son todos muy buenos, en contra de la pobreza y de la maquinaria corrupta para devolver a los colombianos las oportunidades, ese es el ganador de las elecciones.
¿Puede poner nombres a ese “monstruo de corrupción” del que habla?
I.B: Los colombianos sabemos quiénes son esos personajes. Han sido políticos que han manchado las instituciones colombianas. Ahora tenemos un escándalo en Colombia por una contratación para llevar internet a los colegios. Billones de pesos se perdieron en este proyecto y no pasa nada. Todo el mundo dice que fue un error, que no se dieron cuenta, y sigue en su cargo la misma ministra porque la protege el presidente del Gobierno. Esas son las cosas que tenemos que cambiar.
¿Ven agotada la presidencia de Iván Duque?
I.B: Yo en lo personal pienso que Iván Duque es un hombre con buenas intenciones, pero eso no es suficiente para arreglar un país, se necesita un grupo de personas con la misma agenda, y él llegó al poder con gente comprometida con la política corrupta y no ha podido liberarse de eso. Él está preso de esta situación, es el beneficiario pero también es la víctima.
J.M.S: No quiero entrar a polemizar con mi sucesor ni con su gobierno porque no me corresponde. Él evidentemente a mí no me quiere, lleva tres años sin mencionarme. Pero la evidencia, los resultados ahí están para que la gente los analice, y esos resultados no han sido los mejores.
Presidente Santos, usted pidió perdón recientemente a las familias de las víctimas de los falsos positivos (civiles asesinados por militares que eran presentados como guerrilleros cuando Juan Manuel Santos era ministro de Defensa y Uribe presidía el Gobierno). ¿Cree que Uribe también pedirá disculpas en la Comisión de la Verdad?
J.M.S: Yo quiero recordar una frase muy sabia del padre Francisco de Roux, que es el presidente de la Comisión de la Verdad, cuando le dijo a Uribe: un gesto así ayudaría mucho a la reconciliación del país.
¿Lamenta como ministro de Defensa que fue no haber perseguido más aquellos crímenes?
J.M.S: Yo como ministro los denuncié, los investigué y los acabé. Invertí toda la doctrina militar para no seguir exigiendo cadáveres en la guerra. Yo hubiera querido que ese proceso para acabar con los falsos positivos hubiera sido más rápido, pero cambiar una fuerza militar no se hace de la noche a la mañana, por eso pedí perdón a las víctimas.
I.B: Eso es síntoma de algo mucho más profundo en realidad. Eso que pasó con los falsos positivos les pasa a los colombianos todos los días. Hay abuso de poder, hay víctimas de acusaciones que no les corresponde, y cuando el colombiano no tiene recursos ni palancas porque son pobres se enfrentan a un sistema que lo aplasta, y eso es lo que hay que cambiar, por eso estas elecciones van a ser importantes, porque tenemos que liberar a los colombianos.
Fue muy importante que los jefes de las FARC reconocieran públicamente sus crímenes y pidieran perdón. ¿Creen que lo hacían con el corazón o era puro cálculo político?
I.B: Yo creo que ellos lo hacían desde el cálculo político, desde la lógica y la racionalidad, pero eso no quiere decir que la intención sea mala. Cuando yo decido perdonar lo hice primero con una voluntad racional, no porque lo siento; es más, estoy siempre en conflicto con mis emociones, a mí me duele lo que sucedió. Pero lo que he descubierto es que uno necesita una buena razón para hacer cosas buenas, y en mi caso la buena razón para el perdón es que necesitaba liberarme. Para ellos, la buena razón es que necesitan salir de ese pasado y no saben cómo hacerlo, están aprendiendo. Ahora tienen que entrar a cuestionarse su vida y su ideología. Están empezando a entender que no pueden justificar los crímenes de guerra porque eran guerrilleros y porque querían rescatar al pueblo colombiano. Ese es el primer avance. Pero tienen que ir mucho más allá y revisar sus emociones y cómo se deshumanizaron. Ese es un proceso largo.
J.M.S: Yo ahí meto la cucharada y diría que entiendo que en el caso de Ingrid, cuando confrontó a los jefes de las FARC no sintió que ellos estuvieran arrepentidos, pero yo sí he visto a varios de ellos en otras ocasiones arrepentidos y lo han hecho con convicción. Los colombianos habíamos perdido la capacidad de la compasión y con este proceso de paz veo que esa capacidad está retornando.
¿Por qué Colombia ha sido y sigue siendo un país tan violento?
J.M.S: Acaba de salir un libro de un historiador que se llama Jorge Orlando Melo que explico eso precisamente. Comienza con la época de la conquista y hace todo un análisis de como la violencia política ha sido la regla y no la excepción. Él concluye diciendo que este proceso de paz termina ese ciclo de 200 años o más de violencia política y afirma que esa violencia seguirá durante algún tiempo más pero resalta que la costumbre de tratar de acceder al poder a través de la violencia terminó.
I.B: En Colombia siempre se ha dado por sentado que a través del poder político se accede a la riqueza. Si no entendemos que detrás de la violencia hay intereses económicos que utilizan la política para mantener sus ventajas económicas vamos a estar perdiendo la dimensión de ese problema. Colombia tiene que entrar en la lógica de que para conseguir riqueza se tiene que hacer por fuera de la ilegalidad. Tenemos una tradición de creación de riqueza a través del abuso de poder y eso degeneró en narcotráfico, paramilitarismo y las FARC, y en todos estos agentes de poder que están asentados sobre una riqueza ilegal. Tenemos que abrir las compuertas de la prosperidad legal para los millones de colombianos que viven en la pobreza.
¿Se necesita un nuevo contrato social en Colombia?
J.M.S: Sin duda, en Colombia y en América Latina. La pandemia ha revelado muchos de los problemas estructurales que tenemos, y uno de ellos es la inequidad, que la multiplicó. Para corregir eso se requiere un nuevo contrato social. El modelo de desarrollo que habíamos puesto en marcha en Colombia y en América Latina fracasó.
¿Se podría seguir el camino de Chile con un proceso constituyente?
J.M.S: Colombia no requiera una nueva Constitución. La constitución de Colombia tiene los elementos suficientes porque es tal vez la más garantista de América Latina, más bien lo que se necesita es que el sistema político permita que la Constitución se cumpla.
I.B: Necesitamos liderazgos nuevos que tengan una visión de país diferente. No creo que después de tanta violencia y guerra Colombia tenga que entrar a nuevas reformas constitucionales. No necesitamos una agenda punitiva sino una política de incentivos para cambiar las conductas tan arraigadas en el país. Los colombianos hemos estado tan traumatizados por la guerra que nos cuesta entender qué es la justicia.
A pesar de la turbulenta historia de Colombia en estas décadas, el país se ha mantenido apegado a la democracia. ¿En algún momento se asomó al autoritarismo?
J.M.S: No. Colombia tiene una tradición democrática y una fortaleza institucional que le ha permitido sobrevivir a muchos episodios que en otras circunstancias con instituciones más débiles podrían haber desembocado en algo no democrático o no constitucional. Lo que pasa es que las instituciones están controladas por seres humanos, por la política, y cuando la política se corrompe se corrompen las instituciones y ahí es donde entra el nuevo contrato social.
I.B: Colombia además tiene una credibilidad y una fortaleza económica, pero ha quedado en pocas manos y tenemos que hacer lo necesario para que la otra parte de los colombianos que no se benefician tengan acceso a la prosperidad.
¿El Gobierno de Duque ha respetado lo pactado con la guerrilla?
J.M.S: Como juró cumplir con la Constitución, tiene que cumplir con los acuerdos de paz e implementarlos. no lo hace con mucho entusiasmo e inclusive a veces dice que lo ha hecho mejor que el Gobierno anterior. Me entusiasma que diga eso pero todos sabemos que no es cierto. La presión de la comunidad internacional ha sido muy importante. Tengo que reconocer que ha implementado algunas cosas pero hubiera podido implementar mucho más y hubiera sido un gran beneficio para el país. En ese acuerdo de paz está la solución a muchos de los problemas por los cuales los colombianos están saliendo a las calles a protestar: la inequidad, la falta de desarrollo rural, el narcotráfico.
¿Las FARC han cumplido su parte?
J.M.S: Sí, las FARC han venido cumpliendo. El 92% de los guerrilleros desmovilizados siguen en el sistema de los acuerdos. Los han asesinado. Hay muchos asesinatos de líderes sociales y de miembros antiguos de las FARC. Y aún así se mantienen en el proceso. La única acusación que se les ha hecho es que no han entregado todos los bienes que supuestamente tienen para reparar a las víctimas. Ellos dicen que dieron todo lo que tenían. La verdad es que no se les ha encontrado más cuentas o fortunas que las que dijeron.
¿Un hipotético plebiscito sobre los acuerdos de paz con la guerrilla ganaría hoy, al contrario de lo que sucedió en 2016?
J.M.S: Yo le digo, ¿usted cree que los colombianos querrían volver a la guerra?. El 95% le dirá que no. Esa es la respuesta.
I.B.: La gran mayoría de los colombianos están contentos con la paz, pero la ideologización que ha producido esta polarización política lleva a que el descontento se focalice en pequeños detalles del acuerdo de paz. Y eso hace que muchos expresen su malestar con los acuerdos, pero es algo fruto de la manipulación política. Este gobierno fue elegido para desbaratar los acuerdos de paz, pero se encontró con un congreso que no quiso hacerlo porque la base popular de los colombianos quiere que se acabe la guerra.
¿Cuántas generaciones harán falta para cerrar las heridas de guerra?
J.M.S: Las heridas de una guerra de 50 años no cicatrizan en un año sino que requiere un tiempo, y nosotros tenemos que pasar por esa catarsis. La verdad duele pero es necesaria para la reconciliación. Estamos en ese proceso.
I.B: Esta generación las va a cerrar, lo importante es no abrir más heridas.
¿Cuál es el punto más difícil de implementar de los pactos con las FARC?
J.M.S: El más controvertido está siendo el de la justicia transicional porque es muy fácil de contar a la gente que estos señores que cometieron crímenes de lesa humanidad no pueden estar en el Congreso, pero es que si esos señores no están en el Congreso no habría proceso de paz. Y no es cierto que tengan impunidad porque están siendo juzgados y van a ser sancionados. La clave de todo acuerdo de paz es dónde se traza la línea entre justicia y paz. Y siempre habrá gente que quiera más justicia y otros que quieran más paz. Lo más necesario es que se cumpla el punto número uno, sobre la reforma rural, porque Colombia sigue siendo el país con la peor distribución de la tierra del mundo.
I.B: Los que están en contra del proceso de paz tenían como argumento fundamental la impunidad de las FARC y hoy, los mismos actores políticos que están en contra de esta paz están proponiendo una amnistía generalizada. Es decir, están demostrando que no hay una posición filosófica sino oportunismo.
¿Podría Venezuela seguir el ejemplo colombiano para terminar con el enfrentamiento político?
J.M.S: No hay conflicto que no se pueda solucionar dialogando. Si hay ánimo de parte y parte para lograr un acuerdo se puede lograr sin mayor dificultad, pero para eso se requieren ciertas condiciones y una de ellas es un puente de oro para el régimen venezolano. El régimen no va a negociar la entrega del poder si no tiene un mínimo de garantías.
I.B: Venezuela tiene la realidad de pasar de una inmensa riqueza a ser un país al nivel de Haití, con una pobreza absoluta. Hay una memoria del pueblo venezolano, de querer volver a ser lo que fueron, no es una utopía. Se necesita ampliar esto para que otros países que actúan sobre la región como Rusia, China, Estados Unidos y la Unión Europea y los vecinos de Venezuela aporten la solución y no se trate de ganar a río revuelto.