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Amenaza

Los yihadistas liberados de las cárceles por los talibanes se han reincorporado a sus grupos terroristas

La nueva situación supone un peligro adocional para los países que han formado parte de la coalición internacional

Un grupo de presos, tras ser liberados de la cárcel de Bagram, una de las más importantes de Afganistán jmzba

Miles de presos terroristas han sido liberados por los talibanes en su fulgurante conquista de Afganistán, entre ellos, lógicamente, los del propio movimiento talibán, los “aliados” de Al Qaeda e incluso los del Estado Islámico (Isis, Daesh), según noticias que llegan desde aquel país. Existen imágenes de los reclusos que celebran su excarcelación.

El destino de todos estos individuos, que no han experimentado un proceso de reinserción a su paso por prisión sino todo lo contrario, de radicalización, es el de reincorporarse a las filas de los grupos yihadistas a los que pertenecen.

Ya pasó recientemente en Mali, cuando fueron liberados más de 200 miembros de JNIM (la filial de Al Qaeda en el Sahel) a cambio de varios rehenes, Tardaron horas en volver a reintegrarse en la banda yihadista.

Uno de los objetivos de estos grupos es el de conseguir liberar a sus presos y, para ello (en el caso de Daesh) han protagonizado en el pasado ataques a centros penitenciario del propio Afganistán y el Congo. Se trata de un asunto prioritario para los yihadistas que tienen que transmitir a los suyos que no abandonan nunca a los combatientes privados de libertad.

En el caso del avance talibán, la excarcelación, según esas noticias, se ha realizado de forma masiva, sin ningún tipo de criterio y el resultado es el de fortalecer a unos grupos yihadistas que ya cuentan con implantación en la zona.

Las relaciones de Al Qaeda con el movimiento Talibán han sido siempre fluidas y todo parece indicar que va a continuar esta tendencia. Lo que ocurra con Isis es una incógnita ya que disputaba, al menos hasta ahora, la “wilaya” (provincia) de “Khorasan” (Afganistán) con los de Al Qaeda.

A ambos grupos les interesa tener unas “zonas liberadas” con el fin de asentar sus bases operativas y campos de entrenamiento y Afganistán, con la nueva situación, parece el territorio idóneo. Otra cosa es el control que quieran ejercer los talibanes o si se limitan a dejar hacer, sin más complicaciones.

El panorama de un país convertido de nuevo, como ocurrió en el anterior mandato talibán, en base logística del terrorismo yihadista es un factor preocupante para la seguridad internacional.

Al Qaeda lleva años tratando de repetir atentados de la magnitud de los perpetrados en su día en los Estados Unidos, Kenia o Tanzania. Y el Estado Islámico, tras la derrota territorial sufrida en Siria e Irak, desde donde lanzó los ataques contra Europa, como los atentados masivos de Francia y Bélgica, precisa de un territorio en el que asentar sus “aparatos” operativos. Lo está intentado en el Sahel, donde trata de establecer una “zona de confort” entre Níger y Mali, pero la presión internacional, encabeza por Francia y la operación “Barkhane”, se lo ha impedido.

Un preso yihadista que sale en libertad, y en España tenemos ejemplos con alguno de los que participaron en los atentados del 11-M, como el argelino Alekema Lamari, suele estar, por diversas razones, más radicalizado y con un odio cerval a los que propiciaron su encarcelamiento.

Por lo que se refiere a Afganistán, este enemigo es el derrotado Gobierno y, sobre todo, los países miembros de la Coalición internacional que lo han mantenido tantos años en el poder.

Por ello, el peligro que suponen estas liberaciones para occidente es un factor a tener en cuenta en el futuro. Si los yihadistas logran asentar bases firmes en Afganistán, los servicios de información e inteligencia tendrán un trabajo suplementario en su labor de preservar la seguridad de los ciudadanos.