Tras veinte años de guerra
Temor internacional a que Afganistán vuelva a caer bajo el control talibán
Los integristas ya dominan una tercera parta del país antes de completarse la retirada militar de Estados Unidos
No importa la apostura y el convencimiento con que desde la Casa Blanca se afirme que Afganistán está lejos de caer en manos de los talibanes. En Estados Unidos crece la sensación de que sus tropas abandonan el país, y una guerra de 20 años, más o menos con la tarea en un punto intermedio entre la victoria y el fracaso. Los militares estadounidenses neutralizaron la amenaza terrorista de Al Qaeda en la zona, o al menos descabezaron la organización, y eso incluyo el asesinato de Osama Bin Laden. También destruyeron el régimen de los talibanes.
Pero miles de muertos más tarde la democracia sigue siendo una asignatura pendiente, el tráfico de drogas y la guerra en todas sus variantes continúan siendo los dos principales motores económicos de un país devastado y los talibanes no dejan de ganar posiciones por el norte. «Acabamos la guerra más larga de la historia», dijo Joe Biden, en el discurso del pasado jueves, al tiempo que negaba que abandonen el país a los talibanes. Reiteró que «la misión militar de Estados Unidos en Afganistán continúa hasta finales de agosto. Seguimos, conservamos personal y capacidades en el país, y mantenemos cierta autoridad, perdón, la misma autoridad bajo la cual hemos estado operando durante algún tiempo».
Consciente de las críticas por venir, añadió que EE.UU. cumplió sobradamente sus objetivos: «atrapar a los terroristas que nos atacaron el 11 de septiembre y hacer justicia a Osama Bin Laden, y degradar la amenaza terrorista para evitar que Afganistán se convierta en un base desde la cual se podrían continuar los ataques contra Estados Unidos. Logramos esos objetivos».
«Por eso fuimos», reiteró, «No para construir una nación. Y es el derecho y la responsabilidad del pueblo afgano decidir su futuro y cómo quiere gobernar su país». También insistió en que el ejército afgano, que cuenta con más de 300.000 efectivos entrenados y pertrechados por Estados Unidos y sus aliados, está más que preparado para resistir la amenaza. También aseguró que tanto EE.UU. como los otros países de la OTAN brindaron «todas las herramientas, entrenamiento y equipo de cualquier ejército moderno. Proporcionamos armamento avanzado. Y continuaremos proporcionando financiación y equipo. Y nos aseguraremos de que tengan la capacidad de mantener su fuerza aérea».
Pero su convicción choca contra la certidumbre de que la desaparición de las tropas occidentales deja el país a merced de los fanáticos. Nada simboliza mejor este pesar que las imágenes de mujeres afganas en armas, decididas a morir antes de permitir que los talibanes reinstauren su régimen de terror. Nada explicita mejor el sentimiento de derrota posterior a una retirada decidida por Trump y mantenida por Biden que la la posibilidad de que esas mujeres, y sus hijas, terminen de nuevo sometidas a un régimen de terror.
Por si fuera poco, como explican desde el New York Times, ni siquiera los enemigos tradicionales de Estados Unidos parecen contentos: Irán teme el escenario de una guerra civil a las puertas y el advenimiento, de nuevo, de los suníes radicales.