Inmigración
Trump vuelve a su muro con México
En una semana crítica para las empresas del ex presidente, Trump viaja a Texas para defender su política migratoria
Donald Trump estará fuera de Facebook, pero no de la política estadounidense. Mucho menos del Partido Republicano, inmisericorde con las voces críticas al ex presidente. A Trump lo blindan los más de 74 millones que obtuvo en las elecciones de 2020. Nada demuestra mejor su ascendiente que aquellos que lo acompañan. El miércoles, en el sur de Texas, será el gobernador del Estado, Greg Abbot. Juntos visitarán la frontera, asunto siempre espinoso y uno de los grandes focos electorales de Trump durante años. Ciertamente nunca remató, ni de lejos, el muro, entre otras cosas porque era una iniciativa técnicamente inviable, aparte de inútil, pero incendiaria en términos electorales.
Entre otras cosas porque, con independencia de la demagogia a uno y otro lado del espectro político, resulta obvio que el país necesita de una reforma migratoria largo tiempo aplazada. Abbott, por su parte, ha prometido que concluirá el muro de Trump. Recurrirá, si es necesario, tanto a los fondos del estado como a posibles donaciones privadas. Según adelantaron los protagonistas del viaje, el ex presidente y el gobernador estarán acompañados por decenas de congresistas.
Precisamente la presidente del Congreso, la demócrata Nancy Pelosi, ha anunciado el arranque de una comisión que debe investigar los sucesos del pasado 6 de enero, cuando una multitud de partidarios de Trump asaltó el Capitolio y obligó a detener la sesión destinada a certificar los resultados del colegio electoral. A resultas de la insurrección el edificio fue vandalizado, cientos de personas están siendo investigadas y el propio Trump sufrió su segundo intento de impeachment. Un proceso que solventó de forma positiva, gracias de la entonces mayoría republicana en el Senado y a que el todopoderoso presidente del grupo, Mitch McConnell, que había condenado las acciones de Trump en los términos más severos, no pidió la condena del ex presidente.
La comisión del Congreso no es el único problema que amenaza el horizonte del constructor y estrella de la televisión. Este mismo lunes los fiscales de Manhattan y del Estado de Nueva York se reunieron con los abogados de la Organización Trump. Todos los medios dieron por seguro que se trata de la última baliza antes de que la fiscalía presente cargos penales. También fueron muy comentadas las declaraciones de Barbara Res, vicepresidente de la Organización durante 20 años, que señaló la dificultad de conseguir que nadie de dentro hable, entre otras cosas porque la empresa de se habría asegurado de fortalecer la lealtad de los ejecutivos contratando a sus hijos. Con todo, tanto la fiscal general de Nueva York, Letitia James, como el fiscal de distrito de Manhattan, Cyrus Vance, llevarían muy avanzadas sus pesquisas y el entramado empresarial podría afrontar cargos penales por presuntas falsificaciones de las declaraciones tributarias. El hijo del director financiero, Allen Weisselberg, sería uno de los que están en nómina de la Organización. Hace un mes, cuando anunció sus intenciones, la fiscal James explicó que habían informado «a la Organización Trump de que nuestra investigación sobre sus empresas ya no es de naturaleza puramente civil. Ahora estamos investigando activamente a la Organización Trump en un proceso criminal, en colaboración con el fiscal de distrito de Manhattan».
Otra bomba, en forma de libro, podría llegar de entre los suyos. Su fiscal general, William Barr, habla en Betrayal, las crónica de los últimos meses de la presidente de Trump. Barr, que se negó a seguir a su jefe hasta el final de sus acusaciones respecto al fraude electoral, le habría confesado al periodista Jonathan Karl, autor del libro, que no tardó en desairar y negar oficialmente las teorías de la conspiración en un intento de aplacarlo. Escribe Karl que el ex fiscal «había llegado a la conclusión de que era muy poco probable que existiera evidencia que inclinara la balanza en las elecciones. Había esperado que Trump perdiera y, por lo tanto, no estaba sorprendido por el resultado. También sabía que en algún momento, Trump iba a confrontarlo por las acusaciones, y quería poder decir que las había investigado y que eran infundadas».
«Disputando las persistentes afirmaciones infundadas de Donald Trump», añade en el extracto adelantado por la revista “The Atlantic”, negó que el Departamento de Justicia de Estados Unidos hubiera encontrado indicios de un fraude electoral generalizado. «La historia», recuerda el reportero, «agujereó las afirmaciones del presidente. Nadie cuestionó seriamente las credenciales conservadoras de Barr o que no hubiera entre los secretarios de gabinete más leales de Trump. Su conclusión envió un mensaje definitivo de que el esfuerzo por revertir la elección carecía de base».
Parece que el hombre más interesado en que Barr hablara fue el senador McConnell, que temía que la actitud de Trump podría comprometer la victoria republicana en Georgia, como posiblemente sucedió. Al mismo tiempo temía enfurecer al todavía presidente y que éste boicoteara los esfuerzos del partido para mantener la mayoría en el legislativo, imprescindible contrapeso a la inminente Casa Blanca de Joe Biden.