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Nuevo gobierno

El domingo más amargo de Netanyahu

El primer ministro israelí dejará el poder a regañadientes tras doce años y asegura que se ha cometido «el mayor fraude en la historia de todas las democracias»

El primer ministro Benjamin Netanyahu Yonatan SindelAP

El orden del día de la Knesset (parlamento) de este domingo incluye el “pleno para nombrar al gobierno número 36”. Aunque muchos todavía no dan crédito, esta será la sesión parlamentaria que pondrá fin al mandato de Benjamín Netanyahu, tras más de doce años consecutivos al frente de Israel. Pese al alegato sobre una supuesta conspiración del “estado profundo” para derribar a “Bibi”, desde el Likud se comprometieron a finales de semana a asegurar una “transición pacífica en el poder”.

Esta vez no se esperan las cordiales imágenes de 1999, cuando Netanyahu cedió el poder entre brindis y elogios a su sucesor laborista Ehud Barak. A la entrada del Sabbat, la oficina del premier saliente no confirmó que acudiría a la ceremonia de relevo en el cargo. Y es que para el líder del Likud, se está viviendo “el mayor fraude en la historia de todas las democracias”.

Tras emular la retórica de Donald Trump tras perder los comicios, la cuenta del Likud en inglés intentó rebajar las llamas. “Cuando el primer ministro habla de fraude, no se refiere al proceso de recuento de votos, en el cual tiene absoluta confianza”. Y precisaron: “no hay duda sobre la transición pacífica en el poder, como siempre ha ocurrido”.

Desde el tándem de rotación que conformarán Yair Lapid (Yesh Atid) y Naftali Bennet (Yamina), este viernes apuraban para sellar los definitivos acuerdos de coalición. Según la ley electoral israelí, dichos pactos deben presentarse como límite 24 horas antes de la votación parlamentaria. Si no hay imprevistos de último minuto, Bennet ejercerá inicialmente en el cargo de primer ministro –hasta 2023-, y entonces será relevado por Lapid.

Mientras los socios de la coalición del cambio ultimaban las firmas definitivas, ya se va marcando la agenda en cuestiones centrales y sensibles. Tras la rúbrica de Yesh Atid con Meretz, ayer se cerraron los pactos con Ra’am, Israel Beitenu y Avodá (laborismo). Las facciones ultraortodoxas, que dan por hecha su salida del poder tras años ejerciendo de fieles escuderos de Netanyahu, claman ahora que “el estado judío está en peligro”.

Refiriéndose a ello, el ministro de defensa Benny Gantz (Azul y Blanco), enfatizó que “nosotros concebimos Israel como un estado judío. Acorde a ello deben existir los símbolos, pero hay que separar la religión de la política”. De trasfondo, el temor de los ultraortodoxos a perder el monopolio que mantienen desde la creación del país en todos los asuntos vinculados a la religión. Al parecer, entre los planes del nuevo ejecutivo figura la descongelación del plan para construir un “espacio igualitario” en el Muro de las Lamentaciones, donde corrientes judaicas -como la reformista o conservadora- llevan librando una larga lucha en favor del rezo pluralista. En las condiciones vigentes, una mujer no puede leer fragmentos de la Torá frente al último vestigio del lugar más sagrado para el judaísmo. También se debate la carpeta de la conversión al judaísmo, que en Israel solo se reconoce por la vía ultraortodoxa.

En la inédita coalición de ocho partidos, que incluye a facciones de todo el espectro político, destaca la inclusión por primera vez en la historia del país de una formación árabe en el ejecutivo. Si bien no dirigirá ningún ministerio –aunque ocupará cargos relevantes en comisiones- el islamista Ra’am ha logrado incluir un plan de 30 billones de shekel (7,5 billones de euros) para “reducir diferencias en los sectores árabe, druso, circasiano y beduino”; planes de luchar contra la criminalidad; 20 billones para mejorar las infraestructuras de transportes; la legalización de tres aldeas no reconocidas en el desierto del Negev; o paralizar temporalmente la ley que sirve para ejecutar demoliciones de viviendas construidas sin permisos de construcción.

Para el veterano periodista Ben Caspit, la clave para sostener al bloque “anti-Bibi” será “mantener una buena relación personal entre los integrantes del gobierno. Esperemos que con ello desaparezca el odio que reinó en los últimos años. Nos merecemos algo mejor”.

Las provocaciones continúan

Mientras Israel aguarda con suspense el inicio de una semana política histórica, los aliados extremistas de “Bibi” proseguían con el empeño de incendiar el terreno. Itamar Ben Gvir, diputado del “Sionismo Religioso”, acudió el jueves rodeado de sus seguidores a la Puerta de Damasco de la ciudad antigua de Jerusalén. Su propósito: aprovechar la “inmunidad parlamentaria” para acceder a la Explanada de las Mezquitas (Monte del Templo para los judíos).

Cientos de palestinos acudieron al lugar para increparle, y tras ondear banderas palestinas, la policía israelí lanzó gases lacrimógenos para dispersar a los concentrados. Los agentes detuvieron a 14 personas, entre ellos menores de edad. Tras la prohibición de manifestarse por el barrio musulmán –el establishment de seguridad alertaba del peligro potencial que supondría-, Ben Gvir clamó que “es impensable que un integrante de la Knesset no pueda marchar aquí. Los terroristas amenazan, e Israel se rinde”.Tras reproducirse escenas similares a las que derivaron en la escalada bélica entre Hamás e Israel el pasado mes, el número dos del brazo político islamista en Gaza, Jalil al Haia, amenazó: “Si no detienen a los colonos, el frágil alto el fuego puede explotar”. Y de nuevo, alertaron de “consecuencias si hay agresiones en la mezquita de Al Aqsa”.

Finalmente, la policía accedió a permitir la “marcha de las banderas” para el próximo martes, apenas a dos días de la toma de posesión del nuevo ejecutivo. “Estamos felices de que la bandera de Israel se alzará en todas las partes de la ciudad antigua”, celebraron los organizadores de la procesión nacionalista.