¿Fin de una era?

La oposición israelí se une para sacar a Netanyahu del poder

El ultranacionalista Naftali Benet anuncia su apoyo para crear un Ejecutivo con el bloque opositor que lidera el centrista Yair Lapid y el apoyo del partido islamista Ra’am

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La prensa israelí y extranjera lleva años especulando sobre la hipotética muerte política del primer ministro Benjamin Netanyahu. Hasta la fecha se ha salido con la suya, y ya acumula trece años consecutivos en el cargo. Pero «Bibi» emitió señales de especial nerviosismo este fin de semana.

Ante las filtraciones Naftali Bennet (Yamina), que estaba valorando retomar la carta del «ejecutivo del cambio» con el centrista Yair Lapid (Yesh Atid), el premier israelí abandonó el sábado su vivienda privada en la localidad de Cesárea para volver a la residencia oficial . Se gestaba un terremoto, y sus días podrían estar contados. El mandato que otorgó el presidente de la nación a Lapid para intentar formar coalición expira este miércoles 2 de junio.

Antes de poner rumbo a Jerusalén, «Bibi» grabó un clip desde la costa mediterránea. Primero, recordando que Israel salió recientemente de una guerra con Hamás, «que no se hubiera podido librar con un gobierno izquierdista. Un ejecutivo así no evitará un estado palestino o la división de Jerusalén». Luego, remató: «Habíamos logrado un acuerdo con Bennet, que incluía cesiones impensables».

Árabes en el gobierno

Enojado, criticó que Yamina se desdijo de su reciente giro durante la operación militar «Guardián de los Muros» en Gaza. Entonces, Bennet clamó que no era posible formar un gobierno con apoyo de facciones árabes en tiempos de guerra y de violencia interétnica desatada en las ciudades mixtas de Israel.

En la mañana del domingo, todos los ojos estaban puestos en la reunión interna de los diputados de Yamina. Analistas derechistas pro-Likud se estremecían ante la estrategia de Bennet, que con apoyo a su «socio» Lapid propicia una venganza personal a Netanyahu, con quien mantiene tensas relaciones hace años. «Bennet habló ante su grupo parlamentario de su voluntad de impulsar un gobierno funcional para el país. Los diputados lo apoyan unánimemente, para evitar así unas quintas elecciones», indicó la nota de prensa emitida por la facción derechista, que cosechó siete escaños (de 120) en los comicios de marzo.

El líder de Yamina afirmó a los suyos que «si hubiese querido cargos, Netanyahu ya me los ofreció todos. Pero en su propuesta seguía faltando algo: como sacar al país del atolladero». Y precisó: «tenemos líneas rojas irrenunciables. No cederemos territorios, ni dañaremos el carácter judío del estado de Israel».

Pese a las profundas discrepancias ideológicas entre las facciones del bloque anti-Netanyahu, muchos esperan que su puesta en marcha ponga fin a la polarización que caracterizó la política y la sociedad israelí en los últimos tiempos.

De consolidarse la alternativa para poner fin a los más de dos años de bloqueo –los números cuadran para obtener los 61 apoyos necesarios-, Bennet ejercería como premier los dos primeros años, y luego rotaría en el cargo con Lapid. Además del voto de partidos de derecha, centro e izquierda, la formación islamista Ra’am apoyará al ejecutivo del cambio desde fuera.

Desde el Likud, activaron la maquinaria de emergencia. En una descabellada propuesta sin precedentes, Netanyahu ofreció a Bennet y Gideon Sa’ar (Tivká Jadashá) –ambos ex likudniks- una rotación «tripartita» en el cargo de primer ministro. Supuestamente, bajo esta fórmula: el primer año para Sa’ar, los dos próximo para «Bibi», y el último para Bennet. Pero el cabeza de lista de Tikvá Jadashá certificó de antemano que «nuestra promesa de reemplazar el gobierno de Benjamín Netanyahu sigue vigente. Y acorde con ello, seguiremos operando». Sa’ar también mantiene duras disputas personales con «Bibi», que lo apartó del partido tras perder en las últimas primarias internas.

Nerviosismo en el Likud

Ante las serias expectativas de perder el poder –medios locales ya dibujaban gráficos este domingo con el nuevo reparto ministerial-, desde el Likud también se produjeron inusuales movimientos internos. El ministro de finanzas Israel Katz, peso pesado del partido, propuso que Netanyahu de un paso al costado, para que otro integrante del partido intentara sellar un ejecutivo conservador y nacionalista.

En el habitual trilerismo que caracteriza la política israelí, donde las deserciones pueden hacer que todo se tambalee en el minuto 90, nadie da nada por cerrado. Al cierre de esta edición, la prensa local destacó que Lapid visitará al presidente Reuven Rivlin este lunes para informarle que logró los apoyos necesarios para montar la «coalición del cambio». Pero si algo falla, el líder de Yesh Atid deberá devolver el mandato a la Knesset el miércoles, y cualquier parlamentario con 61 votos podría ser elegido como primer ministro.

El canal 12 reportó ayer que en caso de ser desbancado, Netanyahu no tiene intención alguna de retirarse. Desde la oposición, pretendería librar una guerra abierta contra Yamina para debilitar a la coalición desde sus sensibles contradicciones ideológicas.

Anoche, compareció en directo Naftali Bennet para reafirmar que «hace 2.000 años, perdimos la tierra de Israel por divisiones internas. Podríamos ir a décimas elecciones hasta que la casa se hunda, pero pararemos esta locura siendo responsables». Y aludiendo a sus bases, insistió en que «Netanyahu no puede formar gobierno, que no os cuente cuentos. Son quintas elecciones, o gobierno de unidad nacional».

Instantes después, Netanyahu replicó: «Más de un millón de votantes me eligieron para liderar un gobierno de derecha por mi creencia en Israel, su seguridad y su futuro». Y tras recordar la promesa electoral de Bennet de evitar un gobierno de Lapid, le increpó: «Nadie te hubiera votado de saber tus intenciones». Mientras «Bibi» afronta simultáneamente tres causas criminales ante la justicia que han tambelado su posición, el presagio es que seguirá haciendo lo imposible para retener el cargo de primer ministro una vez más.