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Un viaje al estado decisivo: Pensilvania, termómetro de una América dividida
En el «cinturón industrial» de EE UU, durante 20 años fue bastión de los demócratas hasta que en 2016 Trump venció por la mínima con su discurso nacionalista
De los seis Estados «bisagra» (Arizona, Carolina del Norte, Florida, Pensilvania, Michigan y Wisconsin) cuyos votos electorales se auguran determinantes a la hora de elegir al presidente de EE UU, hay uno que ha abarcado todo el protagonismo en la recta final de la campaña. Pensilvania, el sexto Estado más poblado, con 13 millones de habitantes y el más decisivo en las presidenciales.
Harrisburg es su capital y sede de Gobierno, pero su ciudad más poblada y popular es Filadelfia. También la más histórica, ya que, entre otras cosas, es allí donde se implantó la Campana de la Libertad, se elaboró la Declaración de Independencia y se firmó la Constitución de Estados Unidos.
Recorrer las principales ciudades de Pensilvania también tiene como parada obligada Pittsburg, la tercera más poblada del Estado y gran zona industrial que se caracteriza por el puerto interior ubicado en las orillas de tres ríos. Pero estos tres núcleos urbanos poco o nada tienen que ver con la vida de aquellos otros que residen en el resto del Estado.
Convertido en campo de batalla electoral desde la sorprendente victoria de Trump en 2016 y, hasta entonces, considerado cinturón de seguridad de los demócratas frente a los republicanos, los votos electorales de los pensilvanienses se habían otorgado de manera incondicional a los liberales las dos últimas décadas.
Y es que Trump, que ganó en Pensilvania por menos de un punto porcentual en los anteriores comicios, se convirtió en el primer presidente republicano en cambiar el color del territorio desde George H.W. Bush en 1988. Ni Bush hijo pudo después, de 2001 a 2004, recuperar el apoyo que su padre había obtenido. Ya en los 90, Bill Clinton consideraba a este Estado de la Costa Este del país su «muro de protección» e incluso ayudó a Barack Obama a movilizarse en Filadelfia, realizando su Convención Demócrata en la ciudad.
La popularidad de Trump y Biden sigue ajustada
Dos décadas después, mucho han cambiado las cosas. Las encuestas siguen confirmando que la popularidad de Trump y Joe Biden continua tan ajustada como para hacerles creer que ambos tienen opciones de ganar la partida y conseguir los 20 votos electorales que están en juego.Así lo demostraban ambos candidatos presidenciales cuando el domingo y el lunes anterior al 3-N decidían visitar hasta tres localidades de Pensilvania en un día.
Un mismo Estado, dos mundos distintos. El de la ciudad y el del campo, lejos de la civilización. Viajar por Pensilvania adentrándose en sus parques naturales, las montañas de Pecono, el río Delaware y los eternos campos de cultivo es como despertar de un sueño al sonar el despertador. Solo al recorrer el Estado en coche, milla tras milla, se puede caer en la cuenta de que las grandes ciudades de EE UU no representan la realidad del país.
La de los agricultores, con campos de cultivo que componen horas del mismo paisaje. La de casas prefabricadas de madera y aluminio con réplicas idénticas en toda dirección. La de las armas, el sobrepeso y el consumo excesivo de televisión. La de inmensos centros comerciales con destacados descuentos. La de extensas carreteras con múltiples «fast food» como única alternativa.
Ésa es la América profunda y no la que se ve en las películas. Aquí no sorprende que alguien como Trump haya ganado tanto terreno político y social. Su campaña se enfocó en lanzar mensajes nacionalistas entre la clase trabajadora, apoderándose del lema de revitalizar la industria estadounidense. Y venció.
El cinturón industrial o «de óxido»
Pensilvania forma parte del cinturón industrial o «de óxido», cuna de las industrias manufactureras de glorioso pasado e incierto futuro. Desde los vecinos Estados del Medio Oeste, Wisconsin y Michigan, hasta aquí. Donde una gran mayoría de votantes no se fija en la personalidad del candidato, sino en el impacto de sus políticas sobre sus vidas.
Y es que el día a día de cientos de miles de personas que viven aisladas se han visto afectadas por la falta de empleo causada por la pandemia, pero también por la gran competencia comercial de China y otras potencias que, en los últimos años, ha reducido sus negocios a la mitad. En el mejor de los casos. Otros, desde grandes fábricas a pequeños comercios, se han visto obligados a cerrar definitivamente sus puertas.
Un panorama desolador
El panorama de Pensilvania al volante es, por tramos, desolador. La única información que le llega al estadounidense con derecho a votar es la publicitaria. Grandes carteles anuncian en autopistas y carreteras principales y secundarias en tamaño XXL el «Keep America Great» del presidente con el tándem Trump-Pence, pero las pequeñas pancartas situadas frente a las viviendas, como en localidades de Lancaster, al sur del Estado, apoyan la candidatura Biden-Harris.
La agricultura no es solo su principal fuente de ingresos, sino también una de las más importantes del país. Pensilvania es número uno en fungicultura, el arte del cultivo de hongos y setas. También destaca con una tercera posición en la producción de árboles de Navidad y huevos de corral, así como en instalaciones agronómicas con eternos cultivos de plantas, leche y maíz.
Sin olvidar el peso del sector energético y la controvertida técnica de extracción de hidrocarburos mediante la facturación hidráulica («fracking»). En la anterior campaña, Trump también pudo marcar distancias con los demócratas creando polémica sobre esa técnica al acusar a sus rivales de querer «abolir la industria petrolera» de la zona por su tendencia a las energías verdes.
Un 80% de “blancos” en Pensilvania
Otro factor fundamental para entender el éxito trumpista en Pensilvania es la raza. El porcentaje de ciudadanos afroamericanos solo supera al de los blancos en Filadelfia, con un 42.2% frente a un 36.9% pero, sin embargo, la media del resto del Estado es mayoritariamente blanca. Un 80% de los estadounidenses de Pensilvania es blanca, frente al 11% negra, 6% latina y 3% asiática.
Biden todavía lidera por cinco puntos las encuestas, pero la confianza de los republicanos por volver a conseguir la victoria contrasta con la prudencia demócrata de quienes todavía temen que se repitan los resultados de 2016. Con apenas 78.000 votos de ventaja en Michigan, Wisconsin y Pensilvania, Trump obtuvo todos los votos electorales y ganó la Casa Blanca.
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