Europa
Polonia reelige al ultra Duda por un estrecho margen
El actual presidente suma 51,2% frente al 48,8% del liberal Trzaskowski. Tras la polarizada campaña, la segunda vuelta registra la mayor participación en 25 años
Con el 99,97% del voto escrutado, el vencedor de las elecciones polacas es Andrzej Duda -apoyado por Ley y Justicia, PiS- con un 51,2% de los votos. Rafal Trzaskowski, el candidato de la Coalición Cívica (KO), habría obtenido un 48,8% de apoyos en las urnas. Con números tan cercanos, la diferencia entre ambos entra en el margen de error de las encuestas, por lo que ha habido que esperar a los resultados oficiales de la Comisión Electoral Nacional.
De confirmarse, la continuidad del proyecto del los ultraconservadores del PiS seguiría por cinco años más con un presidente favorable a sus políticas.
“¡Muchas gracias! ¡Viva Polonia! Casi el 70%. Ganar las elecciones con tanta participación es una noticia increíble. Estoy muy conmovido”, aseguró Duda ante sus seguidores. Por su parte Trzaskowski insistió en que “lo que hoy hemos despertado, no lo puede parar nadie. Esto es solo el principio”.
Los nacionales que votan desde el extranjero aumentaron en comparación con la primera vuelta, si en junio quienes solicitaron el voto fueron 519,431; en estas elecciones lo hicieron un 30% más de ciudadanos con residencia fuera del país. Reino Unido, Alemania, Francia o Estados Unidos concentra un alto porcentaje de los electores que solicitaron el voto a través de embajadas y consulados.
Los resultados parciales de la votación también muestran un aumento en la participación. Hasta 68,9% de ciudadanos acudieron a votar ayer domingo, es la cifra más alta desde las elecciones presidenciales de 1995. En grandes ciudades como Varsovia o Łódź, hasta el 56% de quienes tienen derecho a voto acudieron a las urnas. Las zonas turísticas en el centro del país también vieron incrementado el número de electores, coincidiendo con la temporada estival de verano cientos de familias se trasladaron a segundas residencias y solicitaron el cambio de colegio electoral.
El Gobierno abrió 27.000 centros de votación en todo el país, casi 30 millones de ciudadanos estaban llamados a acudir a ellos. En un colegio electoral a 500 metros de una iglesia en el barrio de Podgórze en Cracovia, una veintena de feligreses se dirigen directamente a votar mientras se frotan en las manos el gel hidroalcohólico que el cura ha dejado en una mesa a la salida. El cielo despejado de media mañana parece haber animado a los votantes.
“No voté en la primera vuelta, pero con las encuestas tan ajustadas sentí que debía venir, un par de votos puede hacer la diferencia esta vez” comenta Bartosz, ha votado después de diez minutos de espera con dos de sus tres hijas.
“El Gobierno nos da una ayuda por cada niño [en referencia al programa 500+ de 500 zlotys por hijo], gracias a esto mis hijas pueden ir a clases de baile y estudiar inglés en una academia”, agrega.
Rápidamente se forma un corrillo al que se unen cinco personas más: “Sabemos que se habla mal de este gobierno fuera de Polonia, pero lo que creo es que no entendéis nuestro momento político y social” reclama uno de ellos. “Lo primero es la gente y si Kaczynski [El líder del PiS] nos hace prioridad, le vamos a seguir votando” asegura Marek, antes de entrar al centro a votar con mascarilla, guantes y su propio boligrafo.
Consciente de la importancia de la agenda social, Trzaskowski declaró en campaña que no vetaría ningún programa de ayudas sociales que saliera del Parlamento. Cercano a las élites políticas y económicas, su discurso y sus promesas difícilmente fueron capaces de pasar las fronteras de las grandes ciudades, especialmente en la zona oriental y nororiental del país.
El líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski, cuenta con una mayoría de coalición en el Gobierno y hasta ahora con un presidente favorable a sus políticas. La combinación que ha mantenido a la formación de Kaczynski en el poder es la de un partido ultraconservador; en un país donde el 92,8% de sus ciudadanos se declara catolico, según la Oficina Central de Estadística (GUS).
Trzaskowski, el candidato liberal, se subió a la ola conservadora y declaró estar en contra de que parejas del mismo sexo tengan derecho a la adopción. En este lado de Europa, los políticos progresistas han dejado de inspirar a los ciudadanos. El partido en el gobierno se alimenta de un discurso populista que atrae a un electorado en todos los espectros políticos y un programa de asistencia social encumbrado por TVP, la televisión pública.
Según un estudio del GUS publicado en 2019 con datos del 2018, un gran número de las ayudas sociales del último año han ido destinadas a las zonas rurales. Pequeños hogares de dos miembros, familias con hijos, desempleados y pequeños agricultores. El 54,9% del total de los beneficiarios son habitantes de pueblos y ciudades pequeñas con un bajo grado de urbanización. Las subvenciones están dirigidas a granjas que no pueden competir con las empresas multinacionales y ayudas mensuales a las familias y desempleados. El 59,7% de quienes recibieron dinero del estado el último año vivían bajo el umbral de la pobreza, con menos de 350 zlotys (78€) mensuales.
En un contexto donde existe un acuerdo entre las fuerzas políticas en lo que se refiere a la agenda social. Polonia se enfrenta, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas, al siguiente nivel para crear una estructura colectiva sólida. La prioridad debe ser el “desarrollo del capital humano y social a través del acceso al conocimiento, a la educación y la atención médica”, según recoge en su último informe de Objetivos de Desarrollo Sostenible para el país. Son las áreas alejadas de las urbes en el este y noreste, principales beneficiarios del presupuesto general, quienes necesitan ir más allá de la ayuda monetaria.
Tal y como señala el estudio del GUS, esta zona geográfica “cuentan con un muy bajo nivel de educación, falta de motivación para buscar un trabajo, mal acceso sanitario y la aparición más frecuente de discapacidades y enfermedades de larga duración. Un porcentaje más alto que en otros grupos de beneficiarios”.
El nuevo presidente deberá afrontar los retos de un país de casi 38 millones de habitantes, sin olvidar su cometido internacional. Mantener un equilibrio de poder y debate constructivo entre la cámara baja del Parlamento, -en manos del PiS- y el Senado, donde la la oposición se ha hecho con el poder.
El recién estrenado inquilino del palacio presidencial lidiará con las divisiones de una población que quiere abrir la economía y la cultura a influencias del resto de Europa y del mundo para integrarlos en el país, y otra parte que quiere seguir anteponiendo los valores polacos y la cultura nacional por encima de cualquier cambio. Dos fuerzas antagónicas que conviven bajo un virulento discurso de sus líderes políticos.
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