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París

Paco Marsó arremete de nuevo contra Concha Velasco

La Razón La Razón

Estuvo rotundo y demoledor, desmitificando a la que fue su esposa: desde ahora nos enfrentamos a una Concha Velasco siempre disfrazada con la estereotipada sonrisa de simpatía. Tras veintisiete años a su lado, Marsó habla claro. Primero lo hizo en «¿Dónde estás, corazón?» , cuyos entrevistadores no daban crédito a semejante revelación. La que fuera «la sonrisa del Régimen» –en sus tiempos estuvo liada con José Luis Saenz de Heredia y luego fue pareja del comunista Juan Diego– no es la que parece, vende y creíamos. Con la revelación, la decepción: la Concha que descubre Paco es insegura, vanidosa y egoísta.

«No la reconozco», me dijo. «Como profesional es impecable y muy exigente, copia a Celia Gómez, de ahí que siempre le funcione casi todo. Pero es muy caprichosa y yo sólo hice lo que ella quería». Es cierto, yo lo puedo asegurar porque fui testigo, incómodo, la verdad, de cómo ella lo rebajaba tan contundentemente con un: «¡Cállate, qué sabrás tú cuando soy yo la que gano el dinero!».

 

«Nunca me quiso»

Dolido por el actual comportamiento de la actriz que vive como tal más allá de la escena, su ex no se muerde la lengua:

–Esta Nochebuena prohibió que nuestros hijos estuvieran conmigo. Tienen que verme a escondidas, sin que ella se entere, porque si no se la organiza, ya sabes el carácter que tiene.

–Bueno, Paco, pero ya son grandecitos y rondan la treintena, siempre al cuidado de mamá que es su teta inacabable.

–No, no, tanto Manolo como Paquito se ganan la vida. Eso es lo que creen: todos hemos vivido con la Velasco pero no de la Velasco. Yo rompí mi matrimonio, lo reconozco, aunque ella ha roto la familia. Y eso, sí que es grave. Pienso que nunca me quiso y que permanecí allí para que ella se sintiera acompañada. En quince años sólo me besaba para las fotos. Mira, fuimos de viaje a París ocho días de vacaciones, y no hicimos el amor ni una sola vez. ¿Te lo puedes creer? Indignado, le dije: «Lo nuestro es como el sexo en Ávila: imposible o un milagro». He llegado a la conclusión de que Concha no me quiso nunca. Como hombre, he sido rechazado constantemente por mi mujer.

–Tú tampoco eres un santo con tus juergas, juegos y engaños permanentes.

–¿Qué hacer cuando te sientes rechazado? Tenía que vivir. Pero como socio nunca la engañé. Me distanció de todos, familia y amigos, a los que no permitía entrar en nuestra casa. Con mi padre no se llevaba bien y a mi hermana no la aguantaba. Desde siempre dejó clara cuál era su postura:«A vuestro padre ni caso», recomendó a los niños cuando empezaron a crecer. Increíble. Estoy harto de ser el único malo de esta película.

Sólo apariencia, lo que cabía esperar de dos que viven del teatro.