Rodaje
Lo que tuvo que servir por Lluís FERNÁNDEZ
S i hay una actriz que representó como nadie la chacha del «desarrollismo» español ésa fue la genial Florinda Chico. ¡Lo que tuvo que servir! Primero junto a Rafaela Aparicio, tía y sobrina en la cocina de «La casa de los Martínez», famosísima serie televisiva que las convirtió en iconos nacionales de la comedia a la española. Juntas hicieron un antológico anuncio de arroz Brillante en el que Florinda le susurraba a la cámara: «¡Lo que sabe la tía!». Anuncio que todavía hoy se recuerda, como sus numerosas interpretaciones de señora estupenda junto a Paco Martínez Soria, fulana de tal junto a Lina Morgan y cuantos papeles pudiera imaginarse en compañía de Antonio Ozores y Esteso y Pajares, de mujer de rompe y rasga o ama de su casa, confrontada con esculturales mujeres objeto. Ella fue todas las Puris, Toñis y Marus de España. Como animal teatral y cinematográfico que era, no tuvo que cambiar de registro dramático para convertirse en Rosa, la entrañable criada de «Cría cuervos» que le enseñaba sus pechos a Ana Torrent en una controvertida escena del filme. Y como si el papel estuviera escrito a su medida, fue la confidente Poncia en «La casa de Bernarda Alba», de Mario Camus. La Maru, en «Makinavaja», fue el compendio de su particularísima forma de interpretar en el cine y la televisión. Porque Florinda fue una de esas fuerzas de la naturaleza que dio el cine español en los años de oro de la comedia a la española, repleta de secundarios de lujo. Una actriz cómica de reparto estelar cuyos ojos era lo primero que puntuaban su presencia imponente, seguidos de su voz atiplada, ya quebrada y chirriante, acostumbrada a traspasar las candilejas y llegar hasta lo más alto del anfiteatro. Recuerdo sin duda sus tiempos de espectacular vicetiple en la compañía de Celia Gámez y de reina de la revista junto a Zori, Santos y Codeso. Si las estrellas se miden por su popularidad, Florinda Chico fue una de las más grandes y de las más queridas.