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Multitud por Alfonso Ussía
No está claro el número de gentes que se precisan para calificar su reunión como «multitud». La Real Academia Española tampoco ayuda a descifrar el enigma. «Multitud: Número grande de personas o cosas». Los sabios tendrían que ser más certeros. Por ejemplo: «Multitud. Número grande a partir de 25.000 personas o cosas». Y también hay que valorar el espacio que ocupan las personas o las cosas para que puedan acceder a la categoría de «multitud». Un millón de personas en las calles de Madrid conforman, sin duda alguna, una multitud. Pero también son multitud trescientas personas en un piso de 120 metros cuadrados. Para mi queridísimo y cada día más añorado Antonio Mingote, más de diez personas se le antojaban una multitud. Volaban en forma de uve los ánsares del norte rumbo a Doñana. Una veintena de gansos dibujados en el cielo pueden considerarse «una multitud de ánsares», aunque sólo sumen veinte. Cien estorninos, en cambio, no son ni multitud ni nada. Se precisan mil estorninos para alcanzar esa categoría indefinida.
Nueve mil sindicalistas en las calles de Madrid reunidos por la convocatoria de UGT y CCOO no son una multitud. Son una patraña y un fracaso. El matrimonio Fragoso del Toro, que siempre ganaba el Premio Nacional de Natalidad, tenía 24 hijos. Una multitud de hijos. Pero si Chuchi Fragoso y su mujer convocaban a sus 24 retoños a la cena de Navidad y sólo acudían dos, la multitud se convertía en chasco. Que dos centrales sindicales, por muy del siglo XIX que sean, convoquen a sus militantes para protestar por las medidas económicas del Gobierno y reciban además la ayuda de Rubalcaba y sus huestes socialistas, y sólo se presenten 9.000 personas, el patinazo resulta de imposible descripción. «Es que estamos en pleno puente». No sirve. En pleno puente se disputó por la mañana en el Bernabéu un partido de fútbol del Real Madrid y llenó el estadio una multitud de ochenta mil personas. «El día amaneció desapacible». Repito el mismo ejemplo. «Era domingo, y también los sindicalistas tenemos derecho a dormir y descansar». Bien. Ésta última justificación se acerca más a la lógica. El descanso del sindicalista es sagrado aunque en la mayoría de los casos signifique el descanso que precisa el cansancio de los descansados. Cuanto más se duerme, más sueño se tiene, y está demostrado científicamente. Pero que tan sólo nueve mil militantes hagan hagan el esfuerzo de atender al despertador dice poco de la disciplina sindical.
Más de nueve mil personas se han reunido en Madrid por convocatorias de menor fuste y poder. Creo recordar que la Plataforma «Salvemos al Chimpancé de Gabón», reunió a quince mil madrileños preocupados por la situación que atravesaban, en aquellos días, los chimpancés de Gabón. Y se trataba de una convocatoria específica, centrada en la chimpancería gabonesa, que no en la especie en general.
De convocarse bajo el lema «Salvemos al Chimpancé», sin determinar el lugar de la salvación, la presencia ciudadana hubiera sido mucho más generosa y masiva, y podría haberse alcanzado la reunión de una multitud.
Que Toxo, Méndez y Rubalcaba tengan menos poder de convocatoria que los chimpancés del Gabón me parece, como poco, preocupante. Preocupante para ellos, quiero decir.
Mañana –por hoy, 1 de mayo–, se celebrará la tradicional romería, que ha perdido todo su interés. Irán más porque al final se reparten sardinas y cerveza, que siempre suponen un aliciente. Además, que soy partidario de mantener las tradiciones, aunque sean feas. Bonito 1 de mayo, el de Corea del Norte. Ahí sí que se reúne una multitud en torno a su sangriento payasete. Tres millones de militares, tres millones de civiles y una coordinación perfecta. Harían bien en acudir un año Toxo, Méndez, Rubalcaba y el sindibanquero a la efeméride coreana. Aprenderían en qué consiste una multitud. Pero nueve mil personas... en fin, que ánimo, chicos.
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