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Arquitectura
Basílica abadía y hospedería
El Valle de los Caídos, considerado el símbolo más importante del franquismo, pasará a ser un monumento homenaje a todos los caídos en la Guerra Civil, si se siguen las recomendaciones de una comisión de expertos que ha pedido que se trasladen los restos del general Francisco Franco a otro lugar.
El Valle de los Caídos tuvo durante el franquismo un gran significado político e ideológico, ya que en él se encuentran enterrados los restos del fundador de la falange, José Antonio Primo de Rivera, y del general Franco.
En su interior se encuentran además enterrados 33.487 cadáveres de contendientes de ambos lados, de los cuales casi 15.000 están sin identificar.
Según el historiador Paul Preston, fue concebido por el dictador como un monumento a "sus caídos, a los caídos por Dios y por España".
En el decreto de 2 de abril de 1940, por el que se ordenaba su construcción, se dice que es "para perpetuar la memoria de los caídos de nuestra gloriosa cruzada".
En otro párrafo se explica que "la dimensión de nuestra cruzada no puede quedar perpetuada por sencillos monumentos. Es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafíen al tiempo y al olvido".
Oficialmente se denomina Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos y está situado en la sierra de Guadarrama, en un paraje conocido antes como Cuelgamuros, perteneciente al municipio de El Escorial, en Madrid.
Fue construido en base al proyecto de los arquitectos Pedro Muguruza y Diego Méndez y su decoración corrió a cargo del escultor Juan de Ávalos, que realizó las enormes figuras situadas en el basamento de la cruz y el grupo de la Piedad, sobre la puerta del templo.
El monumento consta de una gran cruz de piedra de 150 metros de altura y unos brazos de 24 metros cada uno, que se levanta sobre una basílica excavada a 250 metros en el interior de la roca.
Con 262 metros de largo, el templo supera al de San Pedro del Vaticano; su cúpula, de 45 metros de altura por 40 de diámetro, está decorada con mosaicos, obra de Santiago Padrós.
El interior está compuesto por un doble atrio y una nave con seis capillas laterales, con una decoración muy austera. En la cripta, excavada en la misma roca, se sitúa el altar mayor, junto al que se encuentran las tumbas de Franco y José Antonio, una frente a la otra. El resto de enterramientos permanecen ocultos al público.
Detrás de la basílica hay una gran explanada de 30.600 m2, donde se halla la abadía benedictina y otros edificios como la biblioteca o la hospedería.
Todo el conjunto pertenece a Patrimonio Nacional desde 1982, año en que entró en vigor la ley reguladora y le fue atribuida su administración de manera provisional; hasta entonces dependía de la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, creada por decreto-ley el 23 de agosto de 1957.
Los monjes benedictinos, que regentan la hospedería, residen en la abadía desde el 17 de julio de 1958.
En su construcción participaron unos 20.000 prisioneros de guerra republicanos y presos políticos, según el historiador Juan Pablo Fusi.
Estos presos, que se acogían a la posibilidad de redimir pena por trabajo, eran empleados por los contratistas de la obra, que pagaban al Estado un tercio menos que a un trabajador libre, y una mínima parte de ese dinero iba a una cartilla a nombre del preso.
Los trabajos, que fueron durísimos según los testimonios de los presos, se dividieron en tres grupos: un primer destacamento se encargó de construir los seis kilómetros de carretera de acceso, que adoquinaron a mano; el segundo se encargó de horadar la roca con dinamita y el tercero construyó el monasterio y la abadía actuales.
El monumento, que comenzó a construirse en 1940, fue inaugurado por Franco el 1 de abril de 1959 y costó 1.086.460.381 pesetas de la época (6.529.758 euros).
Desde la muerte del dictador, el 20 de noviembre de 1975, el mismo día que falleció José Antonio, todos los años, grupos franquistas han conmemorado este aniversario en el Valle de los Caídos.
No obstante, desde diciembre de 2007, con la aprobación de la denominada ley de la Memoria Histórica, este lugar, que ha sido objeto de una gran polémica por su significado histórico, está prohibido que se realicen actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas o del franquismo en este recinto.
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