Literatura

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Carver y el corrector de cuentos

Anagrama recupera «Principiantes», la versión original y sin corregir del libro «De qué hablamos cuando hablamos de amor»

El escritor Raymond carver
El escritor Raymond carverlarazon

Ahora ya no existen, pero hubo un tiempo en que los «publishers» eran «editors», personas que, aparte de publicar literatura, intervenían en ella, trabajando a veces codo con codo con el autor para mejorar el texto y darlo en las mejores condiciones. De algo así, ateniéndonos al contexto estadounidense, se benefició Thomas Wolfe cuando Maxwell E. Perkins, editor de Scribner's (donde publicaban Fitzgerald y Hemingway) se desvivió por corregir las miles de páginas de «El ángel que nos mira» (1929) hasta transformar aquel diamante en bruto en una obra magna. Raymond Carver (1938-1988) también disfrutó –algunos dirán, tras leer «Principiantes», yo en absoluto, que padeció– de la ayuda de un editor llamado Gordon Lish. Éste, que comandaba el catálogo de Alfred A. Knopf, «cercenó en más de un cincuenta por ciento en dos sesiones de corrección exhaustiva» el original que le había brindado Carver, según los profesores universitarios William L. Stull y Maureen P. Carroll, responsables hoy de restituir los folios de los diecisiete relatos de «Beginners», pues así rezaba el título primigenio de lo que se convertiría en «What We Talk About When We Talk about Love» (1981). Se trataba del segundo libro de Carver tras «¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?» (1976), que escribió y corrigió a lo largo de quince años, de ahí que tal vez no sintiera herido su orgullo creativo a la hora de ver los grandes recortes de Lish.

Dos versionesSe diría que Carver tuvo la ¿humildad, comodidad, confianza? de distanciarse de su obra en pos de redondearla, lo hiciera quien lo hiciera; y a fe que se logró, pues basta con comparar ambas versiones: aquella titulada «De qué hablamos cuando hablamos de amor» por esta otra, «Principiantes», traducida por Jesús Zulaika, para comprobar cómo cada cuento ganó en contundencia y claridad. En ocasiones, las diferencias no son excesivas, como en los dos primeros, «Por qué no bailáis» y «Visor», pero en otros los cortes son ostensibles y hacen de un buen relato, caso de «Belvedere», una historia magnífica de precisión narrativa. Es la diferencia entre el Carver ejercitado en los talleres literarios a los que asistió en su etapa de alcoholemia extrema, y el que se hizo maestro de varias generaciones de cuentistas, con su estilo flaco de adjetivos, parco en descripciones y carente de toda insinuación alegórica o metafórica. Lish incluso llegó a cambiar el nombre de varios cuentos: «La aventura» pasó a titularse «Bolsas», «¿Quieres ver una cosa?» se cambió por «Veía hasta las cosas más minúsculas», «Algo sencillo y bueno» por «El baño». Así, el concepto de autoría ahora da un vuelco y nos preguntamos hasta qué punto Carver es el autor de los cuentos firmados por Carver.

Raymond Carver «Principiantes»anagrama312 páginas. 19 euros