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París

El primer fracaso de la libertad

Pedro J. Ramírez cuenta cómo el golpe de Estado del 31 de mayo de 1793 en Francia terminó con el primer parlamento elegido por sufragio universal masculino

El primer fracaso de la libertad
El primer fracaso de la libertadlarazon

Lo universal nace de lo pequeño, del barrio, de las municipalidades de lo cotidiano. La proclamación de los Derechos del Hombre surgió del callejero de las carestías, del precio del pan –que continúa siendo cedazo de revoluciones– y ese poso de ideas que aireó la Ilustración. Pero de aquella Francia contrapuesta, hecha de bastillas y versalles, también dejó en el inconsciente lo que Hannah Arendt denominó «apelación a la necesidad histórica». Eso de «la libertad por la violencia», «el despotismo de la libertad» y otros eslóganes pancartistas, que han inspirado tanto totalitarismo. Todo ese siglo XX de purgas y correajes acharolados que siempre comenzó por un exceso verbal, por un pecado de palabra.
El 31 de mayo de 1793, durante la Revolución Francesa, se decidió que los de enfrente, los moderados, sobraban, y los guillotinaron. Las ejecuciones preludiaban una retórica violenta, que sería con la que se desenvolverían los fascismos y comunismos futuros.
Ellos sí votan
Pero, junto a esas cabezas, también cayó el primer parlamento elegido por sufragio universal masculino. Ese día triunfaron los Robespierre, los Marat, los Danton. La izquierda más revolucionaria y menos reformista. Fue el primer fracaso de la democracia. Y es lo que narra Pedro J. Ramírez en «El primer naufragio» (Esfera de los libros).
-La Revolución Francesa es el acontecimiento seminal del que nacen las líneas de desarrollo político y debate intelectual que configuran la cultura contemporánea. El conflicto de libertad e igualdad; si la democracia debe ser representativa o directa; la relación entre el poder ejcutivo y legislativo, y la independencia de los jueces.
-¿Pero cuáles fueron las causas de ese primer fracaso?
-En primer lugar, la incapacidad del Gobierno revolucionario para proporcionar bienestar a los ciudadanos. El viejo régimen cayó por un problema fiscal, por la incapacidad de controlar su déficit, de cuadrar los ingresos y los gastos. La Revolución lo que hace es abolir los impuestos de la monarquía y crear unos nuevos. Pero es incapaz de cobrar porque –y esto, también, resultará familiar– los transfiere a los gobiernos municipales que se preocupan más de gastar que de recaudar.
Pedro J. Ramírez está sentado en su despacho, fiel a su imagen, porque la imagen siempre es lo primero, lo que le precede a uno. Un hombre, después de acuñarse una imagen, puede ser cualquier cosa que se proponga, porque ésa es su identidad, lo que es.
-Cuando las cuentas no cuadran –prosigue– crean un papel moneda y le dan a la máquina. Cuanto más dinero había, menos valía; la inflación provoca el desabastecimiento, el hambre; la gente está en la calle en pie de guerra, buscando a los banqueros y especuladores al grito de que no nos representan, que es el que usan de manera literal. Son los «enráges», los airados, los cabreados, los indignados.
La historia es un juego de espejos, donde el hombre siempre encuentra reflejos, símiles, cosas en las que reconocerse, identificarse. Este libro, al que se le añadió el punto final en enero de 2011, arrastra casualidades, coincidencias. La actualidad le ha ido sumando capas, niveles de lectura.
-¿Y qué más contribuyó?
-La incapacidad de los moderados para organizarse, la guerra, que creó un ambiente paranoico y que se convirtió en una excusa para tomar el poder por la fuerza y aplicar recusos extremos como el tribunal revolucionario.
Esa lucha entre jacobinos y girondinos es una metáfora temprana de las izquierdas y derechas, que auguraban ya hábitos, costumbres posteriores, que el autor aclara.
-¿Es la irrupción de una izquierda revolucionaria, que vence a la reformista?
-La conquista del poder por los jacobinos supone el primer experimento totalitario en nombre de la democracia. La técnica de la conquista del poder es algo que se va a repetir por parte de las élites revo-lucionarias. Según la historia clásica existían dos fuerzas iguales, jacobinos y girondinos, y cualquiera podría ganar. Si no había un terror jacobino, sería girondino. Son fantasías. Mi libro viene a refrendar esa teoría que sostiene que el partido girondino no existió. Fue un invento de los jacobinos para crear un enemigo a su imagen y semejanza para justificar una vulneración de la legalidad y el uso de la fuerza para tomar el poder y monopolizar la revolución.
-Me suena.
Es lo que hemos visto una y otra vez repetido por parte del comunismo de Lenin, de Stalin; por parte de los fascistas, de los nazis, de Mao y la Revolución Cultural.
El periodismo no es más que la historia de los que la han vivido/ presenciado antes de que venga la reflexión, la historia con mayúscula, la cátedra, la erudición, la universidad. A Pedro J. Ramírez le interesaba la revolución, pero lo que le convenció para escribir este volumen fueron todos periódicos y semanarios del siglo XVIII que fue descubriendo y leyendo durante sus investigaciones.
-¿La revolución de los «indignados» podría imponerse?
-En ningún país de la Unión Europea tienen ninguna oportunidad los agitadores callejeros. Ni siquiera en Grecia han logrado nada. La solidez de las instituciones y las Naciones Unidas hace más difícil el estallido de revoluciones.
-Pero...
-Pero la clave es la misma que entonces. Cómo se comportará la izquierda parlamentaria cuando pierda el poder en España, en Grecia. Cómo se va a comportar la izquierda parlamentaria si no recupera el poder en Italia o en Francia. Los jacobinos, al comienzo de mi narración, además de estar en minoría, compartían los mismos postulados de política económica que los moderados. Pero a medida que los indignados se echan a la calle y las cosas empiezan a ponerse crudas y ven que hay una fuerza de choque que se puede encauzar al servicio de sus propósitos, pactan y terminan asumiendo el programa económico de éstos, que era disparatado. Intervención de los precios, subvención constante del precio del pan..
Todo libro deja una enseñanza, que en el fondo es la reflexión última del autor, la conclusión del acercamiento, lo que uno extrae como escritor /historiador.
-¿Qué lecciones debemos extraer de esa época?
-La cita de Pierre Manuel, que pongo al principio, es ilustrativa: «¿No será mejor esperar la libertad que poseerla?». Esperar es muy fácil. Se puede uno alzar en armas contra la opresión y el despostismo y pagar el precio o no. El problema es cuando posees la libertad.
-¿Cuál es el problema?
-Cómo ejercerla. La libertad hay que defenderla. La libertad con todos sus límites. Esto es muy importante. Con sus reglas, con sus fronteras. Desde el punto de vista colectivo, la libertad sólo arraiga y se convierte en democracia cuando el régimen político que la gestiona proporciona bienestar a los ciudadanos. Y no hay elemento más estratégico para defender la libertad que la educación. A través de los elementos de juicio, a través del conocimiento, es la única manera de entender lo que pasa. Y es un mensaje contemporáneo. Son los mensajes de continuidad que he intenado introducir en mi libro.

Intransigencia y división
Lo de mayo de 1793 fue una demostración de falta de pluralidad, y, luego, de división interna. «La intransigencia de los radicales convierten en traidor y en monárquico a todo el que no ha votado la ejecución del rey. Los que le habían declarado culpable, pero optaron por encarcelarle o aplazarle la muerte, eran sospechos. Los radicales se arrogaban el privilegio de interpretar monoliticamente la revolución. Y consideraban que la disidencia era una prueba de traición». Luego vino la división y cómo esa facción comenzó a devorarse entre sí, para exterminarse y desembocar en el periodo del terror. Una época que conduciría a Napoleón y la Restauración monárquica. Lo que deja abierta una pregunta tan actual: ¿revolución o reformismo?


¿Y quién era Pierre Venturin Vergniaud?
Pedro J. Ramírez descubre en «El primer naufragio» la vida y andanzas de un personaje que ha pasado de puntillas para el gran público. Un moderado con dotes de gran orador, abogado, hombre de Estado y una de las figuras más significativas de la Revolución Francesa. Genial en la improvisación y que era capaz de exasperar al propio Robespierre. Sin embargo, su final, en octubre de 1793, fue terrible, víctima de la guillotina. El cementerio Madeleine de París guarda sus restos. Su nombre: Pierre Venturin Vergniaud. «¿Quién fue el líder revolucionario que pronosticó el fin de la revolución? Vergniaud. Él hace, en un discurso al que yo dedico muchas páginas en mi libro, la radiografía de los problemas de la revolución como pocos. Es un personaje, pero es el más interesante de los líderes moderados. Era el más inteligente, brillante y de una extraordinaria capacidad política. El problema era su indolencia. No le interesaba la ambición, no tenía la intención asesina que tenían los líderes jacobinos».