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ANÁLISIS: Damos un buen ejemplo por Javier Urra
¿Cuáles son los menores más vulnerables a los ataques de este tipo de delincuentes?
–La edad más complicada es la de doce a catorce años. En ese periodo, los jóvenes son muy independientes, contestatarios y comienzan a sentir la necesidad de no transmitir información a sus padres, hay mucho secretismo y tratan de engañar a los adultos. Toda esta situación plantea otra problemática, y es que no tienen miedo y no son conscientes del peligro que corren al hacer determinadas cosas. Cuando cumplen los 16 años son más conscientes de la realidad y no acceden tan facilmente a las peticiones de este tipo.
¿Cómo deben actuar los padres en estas edades?
–Enseñar a los hijos a utilizar las nuevas tecnologías debe ser como cuando se les indica cómo deben cruzar un semáforo. Lo fundamental es advertir de los riesgos, no demonizar pero sí explicar que se pueden producir una serie de situaciones que hay que evitar. Es necesario ganarse su confianza y decirles que si les ocurre alguna cosa extraña, deben contarlo. Hay que acabar con la imagen de analfabetos digitales que tenemos a los ojos de nuestros hijos, con la idea de que si te cuentan algo son unos chivatos.
¿La sociedad es un buen ejemplo en este sentido?
–Lo cierto es que son muchos los ejemplos que habría que desterrar. De nada sirve que les inculquemos la idea de que hay que preservar nuestra intimidad cuando hay ejemplos todos los días de que la sociedad no es consciente de que la intimidad se pierde en un momento. Sólo hace falta ver lo que ha pasado con la pareja de policías de Cerdanyola o con la concejala del Ayuntamiento de Los Yébenes.
¿Existe algún tipo de indicador que revele a los padres que su hijo está pasando por una situación de acoso sexual a través de cualquier soporte digital?
–No existe un indicador, pero sí se pueden detectar determinadas pistas que indiquen que algo no va bien. Cuando alguno de nuestros hijos sobre un cambio conductual importante significa que algo le está sucediendo: los cambios bruscos de humor, los estados de nervios, trastornos de la alimentación, la falta de concentración, la apatía, las dificultades a la hora de conciliar el sueño. Cualquiera de ellos determina que algo no va bien. Después, es tarea de los padres tratar de averiguar la causa.
Javier Urra
Ex Defensor del Menor de la C. de Madrid
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