Debate Estado Nación
Qué hay de nuevo viejo
Mientras España, tan dada a analizarse a sí misma, indaga sobre las raíces últimas de la euforia que exhibe cuando su equipo gana un Mundial (la cosa debe ser profunda, pero se me escapa), cesa la fiesta y se calza las botas José Bono. Hoy arbitra su segundo Debate sobre el Estado de la Nación. Nunca he compartido la tesis de que el presidente Zapatero, en un ejercicio de presciencia singular y tardía, escogiera celebrar el debate esta semana previendo que ganaríamos la Copa y tendría, así, a la población pletórica cuando él subiera a la tribuna a dar disgustos. Va a resultar entretenido el torneo de juegos florales a cuenta de la selección. ¿Qué orador se anotará el juego de palabras más brillante, el mejor paralelismo no trillado, la metáfora redonda? Es alta la tentación de encumbrar a Del Bosque –«el hombre correcto», en definición de Pepe Reina– como poseedor de cuantas cualidades echa la oposición en falta en el equipo del Gobierno. Me pregunto quién será el primero en citar a Iniesta, este Fred Astaire abrumado que bromea con el «si lo sé, no lo meto». Dado que Zapatero se nombró a sí mismo ministro de Deportes, es justo que los portavoces reconozcan su cuota de éxito antes de examinarle como presidente y sacudirle la «hondonada» de tortas que llevan en el zurrón, envueltas en lija y listas para la suelta. Y dado que Zapatero ensalzó el lunes la importancia de hacer equipo, es justo que sus ministros le tomen la palabra y le empujen a aplicarse el cuento. El debate de 2009 ya se anunció como el más difícil de su mandato. En estos catorce meses ha comprobado Zapatero que el camino del calvario siempre se presta a prórroga. Como dijo el filósofo Diego Armando Maradona, «no sé lo que voy a hacer dentro de quince minutos, como para saber lo que haré mañana». Hace un año se encabronó Duran i Lleida porque los socialistas recularon del pacto para abrir la puerta a una reforma laboral. «Es usted prisionero de los sindicatos», le dijo Duran a Zapatero antes de aficionarse a la medicina forense. Llamazares, que ya miraba raro a Zapatero, le demandó un giro en su política. «El giro a la izquierda es el único que me cabe en la cabeza», replicó el presidente. Aún aguantaba el discurso de la «salida socialdemócrata de la crisis». Aún andaba encoñado con la economía sostenible. Hoy acude Zapatero a las Cortes sin la muñeca hinchable de la geometría variable y sin conejos que añadir a la nutrida lista de reformas en la que se ha embarcado. Este hombre sabe que lo van a freír. El papel de mártir no sabe interpretarlo. Lo más que espera el Grupo Socialista es alguna chispa de talento que distraiga las llamas de la hoguera. Sus hijas le preguntaron una vez a Maradona: «Papi, ¿cuándo vas a volver a jugar como en los vídeos?». No volvió. Prometió desnudarse si ganaba un mundial y, aun perdiéndolo, regresó en cueros.
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