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Historia

Marbella

Michelle Obama encarga una fiesta de cumpleaños por Jesús MARIÑAS

Una gran banderola ondeaba como bienvenida y orientación larazon

Parece revivir el «Bienvenido Mr. Marshall». O lo que es lo mismo, al carismático y tranquilizador Obama. Marbella es una fiesta y hoy se lanzará a la calle-carretera para intentar echar un ojo sobre Michelle y su hija, el ojo derecho del presidente norteamericano. Berlanga resultó anticipador hace más de medio siglo en su película histórica. Marbella recupera aquellos fastos luego truncados y una enorme banderola estrellada ondea como bienvenida, señal y orientación en San Pedro de Alcántara justo en las alturas de Guadalmina donde está el hotel Villapadierna. Cobijo sólo en principio de parte de la familia presidencial. «Gracias por elegir Marbella» puede leerse en un cartelón inmediato rematando así el júbilo lugareño. Lo que suponen podría ser una serpiente de este verano tan cálido, pero Marbella siempre lanza avances, pronósticos y presunciones.
Lo hacían anteayer en la presentación de la colección joyera –allí mantienen genio y figura incluso ante economías desmoronadas– de Iñi San Eduardo. Fiestón en La Maridiana donde no faltaron desde Guilianna Benetton a María Luisa de Prusia. Se habló de lo extraño que resulta ver la cómoda soledad de José Campos en Incosol mientras su esposa Carmen parece estar de crucero, lo que hay que oír. Una pareja realmente atípica y acaso respetadora de ámbitos individualistas. Así van tirando ante la perplejidad general. En la cita joyil, los bien informados aseguraron que Michelle, o los de su protocolo, han encargado a Ricardo Arranz un «birthday party», lo que prodiga la posibilidad varias veces desmentida de que vengan acompañados del presidente. También se comenta la posible visita a la Alhambra y afirmamos que el próximo domingo comparten almuerzo en Marivent con los Reyes de España.
Una espera ilusionada, los americanos como tabla salvadora del veraneo social marbellero. Su rubia alcaldesa no hace más que presumir, imaginarse entregando flores y «souvenirs». Habrá que ver, lástima que Berlanga no esté allí para hacer real lo que en tiempos fue imaginación fílmica o ensueño. Para algunos tal pareció la reaparición de Eva Medina, última esposa de Espartaco Santoni –¿remember?– en lo de la marquesa de San Eduardo. Pasmó al llegar haciendo manitas con el príncipe Saud. Asombró ver a esta viuda alegre bajando del imponente Rolls y cómo el príncipe ojeó alguna pulsera acaso destinada a la ex que mantiene el chiringuito de Puerto Banús, aunque subarrendado. Por allí tampoco parece haber pasado el tiempo.