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Crítica de libros
Soledad Puértolas: «Además de votar pensamos pero creen que somos tontos»
A la tercera fue la vencida. La candidatura de Soledad Puértolas para ingresar en la RAE, la convirtió en la quinta mujer académica ocupando el sillón «g», junto a Ana María Matute, la historiadora Carmen Iglesias, la científica Margarita Salas y la filóloga Inés Fernández Ordóñez. Su discurso de ingreso en otoño, ocupará parte de su verano, entre chapuzón y chapuzón. Con ella nos sumergimos en el proceloso mundo de la vida y sus entornos.
-Nombrándola la quinta mujer académica, ¿la han puesto en órbita?
-¡Y tanto! El recuerdo del 28 de enero lo atesoro como una alegría inesperada.
-Sillón «g» minúscula. ¿Se ha replanteado las hermosas palabras que empiezan con esa letra?
-La que más me gusta es «gracia». La ligereza, la divina y la humana. Esa levedad que nos hace sentir mejor.
-Ana María Matute dice que se aburre, ¿podrá hacer algo para remediarlo desde su sillón?
-Lo que es imposible es aburrirse con ella, pero ¡haré lo posible por entretenerla!
-Aunque la condición de género le importe poco, es importante ocupar un sillón esquivo para nosotras.
-¡Por supuesto! ¿Cómo no me va a importar? Lo que quiero resaltar son los valores y las personas por encima de las cuotas, pero soy muy consciente de lo que ha sido la Academia para nosotras, y tiene que ir cambiando. Ahora habrá que irnos incorporando con mayor velocidad por el tiempo de discriminación que ha habido. Como tantas actitudes e instituciones.
-Los personajes secundarios del Quijote le fascinan, ¿irá por ahí su discurso?
-Son los que ayudan a la definición del relato y de los personajes principales. Ya de niña me atraían en los cuentos de hadas los colaterales: los magos, los trasgos, los que ayudaban al héroe. Sin ellos, la historia no existiría. En el Quijote, son indispensables: unos le orientan, otros le desorientan, y hablan y hablan.... ¡En el Quijote hablan muchísimo!
-Sus pequeños placeres pasan por cosas como el olor del café por las mañanas,
-...Y el segundo mientras leo el periódico, una cerveza justo antes de comer. No hay nadie normal y todos somos normales. Necesitamos nuestra rutina y nuestros ritos. De hecho, cuanto más raro se es, más ritos se necesitan para sostener esa rareza.
-No le gusta dormir sola en casa, ni viajar sola...
-Y mis anhelos pasan por tener un nieto, que la librería-bar de mis hijos funcione, que sus vidas marchen. ¡Tengo más preocupaciones como madre que como escritora!
-Una enfermedad infantil, postrada en la cama, marcó su vocación. ¡La eterna historia!
-Es un clásico. Aquellas horas y días de obligado reposo sólo se sobrellevaban con cuentos. Recuerdo en especial un tebeo, «Mari Pepa».
-Con su padre tenía otra relación
-Siempre fue muy radical en sus ideas políticas. Y el mal genio que tenía era tremendo. Yo prefería ser prudente. Por miedo. Le tenía miedo a mi padre.
-Lo que más le impresionó fue un amanecer en Benarés.
-A bordo de una barcaza, mientras la gente se bañaba en el Ganges y hacía sus ceremonias de purificación. Me dio una perspectiva extraña e inclasificable, que me dejó marcada de por vida.
-¿Es cierto que compró un broche en Santiago para su toma de posesión en la Academia?
-Es de azabache, precioso.
-Como las novias: algo nuevo, algo azul y algo de Santiago.
-(Risas) Se me reveló como una necesidad que me acompañara ese día algo comprado allí, algo característico de la platería gallega.
-¿Sigue haciendo 40 largos diarios?
-Noooo. ¡Cada vez hago menos! Aunque tres días por semana si trato de hacerlo.
-A ver si se está preparando para las Olimpiadas y lo lleva en secreto.
-Eso me dicen mis hijos, pero se me están pasando todas las Olimpiadas. El agua es un momento de placer, me invade una especie de claridad hacia la vida. Un vacío claro. Quizá porque mi infancia era muy de secano y el agua es para mí el lugar anhelado.
-En California tuvo de profesor a Aranguren, ¿qué diría del momento político que vivimos?
-Se situaba al margen de todo. Tendría una mirada crítica con lo que es la clase política. Era un sociólogo, filósofo y «radical libre». Lo suyo era la opinión de fondo.
-Hablando de política, ¿qué sintió cuando su generación llegó al poder?
-¿La victoria del PSOE en 1982? Era una oportunidad de ver qué era aquello de democracia. Con esa victoria se borró la enorme división que había entre los franquistas y los demás. Parecía que no iba a pasar y pasó. Ni nos lo creíamos: ver cómo gentes que conocíamos se convertían en ministros
-Trabajó con Javier Solana en el Ministerio de Cultura.
-No volvería a trabajar en política. Aunque tampoco aquello era muy político. Preparamos lo que es el Instituto Cervantes, que no existía. Se pensó en cuidar la imagen internacional de España y en la potencialidad del castellano. Lo dejé porque o me comprometía o me iba a escribir
-Estudió políticas. ¿Qué balance hace del invierno político que hemos tenido?
-Tengo una actitud de distancia con los políticos y la política. Hemos caído en un electoralismo excesivo. Una cosa es cultivar los votantes y otra los extremos en los que hemos caído.
-¿De qué extremos habla?
-De la falta de credibilidad. Hay un descrédito tremendo. Además de votar o no votar, todos pensamos y sacamos nuestras conclusiones, pero creen que somos tontos.
-¿Quién ha sido la estrella político-mediática de esta legislatura?
-Duran i Lleida, ¿no? Ha tenido una gran capacidad. Con una gran vocación de estado y una actuación más interesante y diplomática. Y el que mejor ha manejado la situación hacia los votantes.
-Hace años Pombo dijo que era «una dama de Chéjov», «una mujer poliédrica».
-Pues no sé en qué me he convertido hoy. Veo mucho lío en mí. Complejidad, curiosidad, aprendizaje y ganas de disfrutar. Sólo soy una observadora que busca.
-«Las mujeres somos invisibles». ¿Lo mantiene?
-Para hacernos visibles, parece que tenemos que hacer algo extraordinario. Si hay un grupo de hombres y mujeres en una profesión, siempre se les ve más a ellos como individualidad, y a nosotras, como inmersas en una borrosidad.
-El discurso la tiene apartada de la novela, ¿tanto cuesta?
-Cuesta porque no quiero que se note que cuesta.
-¿Nos damos un chapuzón?
-¡Venga! Ponte el bañador.
Una cirujana del verbo
Es una mujer sencilla y sensible esta zaragozana, aunque cuando escribe actúa como una verdadera cirujana del verbo con su bisturí narrativo. De tono pausado y templado, escoge el mejor utensilio para explicar aquello que desea. Dice que escribe «porque otros lo hicieron antes» y que nunca quiso dedicarse a ello profesionalmente. Acumula un buen repertorio de títulos: «Una vida inesperada»; «La vida oculta»; «Queda la noche», «El bandido doblemente armado»; y de premios –Sésamo, Planeta, Herralde–. La localizo en la peluquería. Alejada de su casa, sus perros, su marido pintor y sus hijos regentes de un café-biblioteca. Con munición de fondo, sale indemne de cualquier conversación, porque la belleza y la ecuanimidad están en el norte de sus altas aspiraciones.
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