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Pasaban 20 años de esfuerzo al límite para «ser feliz»

Ha sufrido congelaciones y hasta amputación de parte de dos dedos de los pies, ha visto morir compañeros, a punto ha estado de perder la vida hace un año en el descenso del Kangchenjunga y, sin embargo, dice que escalar montañas no le supone ningún esfuerzo, simplemente porque así es feliz.

¿De qué pasta está hecha Edurne Pasaban? Desde luego, no de la misma que el resto de mortales ya que hay que ser realmente una 'superwoman' para convertirse, después de mucho sudor y lágrimas, pero sobre todo de un gran empeño y perseverancia, en la segunda mujer del mundo que corona las catorce cimas más altas del planeta. Hazaña que ha logrado hoy, tras hacer cumbre en el Shisha Pangma.

Nacida en Tolosa hace casi 37 años -los cumplirá el próximo agosto-, Edurne Pasaban Lizarribar lleva dos décadas subiendo y bajando picos, actividad de la que ha hecho su profesión, aunque estudió Ingeniera Técnica Industrial y es hostelera, ya que tiene una casa rural y un restaurante en Zizurkil, que gestiona junto a su familia.

Se aficionó al montañismo en su infancia, con sus padres. Poco a poco fue acometiendo "empresas"de mayor entidad. Empezó con los Pirineos, luego pasó por los Alpes -el Mont Blanc, el Cervino o el Monte Rosa- y, en los años 90, subió varios picos de la cordillera andina, como el Chimborazo o el Cotopaxi.

Su primer "himalaya"le costó más empeño del que hubiera desplegado el más optimista y testarudo: En 1998 se tuvo que dar la vuelta a sólo unos 250 metros de la cumbre del Dhaulagiri -fracaso del que se desquitó diez años después-, y el Everest, el que se convirtió en su primer "ochomil", le costó tres intentos. Tras desistir una vez por la mala climatología y la segunda por sufrir congelaciones en varios dedos de la mano izquierda, lo conquistó el 23 de mayo de 2001, convirtiéndose en la primera mujer vasca y la tercera española en subir esta mítica montaña.

Aquel fue el principio de una carrera heroica -un simple "reto personal", según Pasaban- por subir las catorce cimas más altas del mundo.

Al Everest le siguió el Makalu y el Cho Oyu, en 2001; el Lhotse, el Gasherbrum I y el Hidden Peak, en 2003, y el K-2, en 2004, su séptimo "ochomil"y uno de los más duros, al costarle tanto a ella como a su compañero Juanito Oiarzabal graves congelaciones que acabaron en la amputación de las falanges del segundo dedo de ambos pies.

Después de alcanzar el Nanga Parbat, en el verano del 2005, la "supermujer"que parecía invencible cayó en una depresión, algo incomprensible para quien la conoce y percibe la fuerza vital que irradia. Hace dos años, frente a los periodistas de su tierra natal, confesó que, entonces, hasta pensó en dejarlo y "volver a 'currar'"como una "persona normal".

Pero sus seres queridos la ayudaron, como ella mismo dijo, a "salir del agujero"y en mayo de 2007 volvió a la montaña con el apoyo de "Al filo de lo imposible", haciendo dos meses después cima en el Broad Peak.

Imparable ya y con la meta de convertirse en la primera mujer en subir los 14 "ochomiles"del planeta, se metió en la mochila el Dhaulagiri y el Manaslu en 2008, y hace justo un año el Kanghenjunga.

Sólo le quedaban dos y la coreana Oh Eun-Sun, le pisaba los talones, es más, le llevaba cierta ventaja.

El pasado marzo parte de nuevo al Himalaya, su segundo e inhóspito hogar, para intentar conquistar el Annapurna y el Shisha Pangma, los dos únicos que le faltaban para completar la heroica lista.

La alpinista vasca conquista el primero de ellos el pasado 17 de abril, pero diez días más tarde, la coreana miss Oh se hace con la misma cumbre y se lleva el récord de ser la primera mujer en subir los catorce "ochomiles".

Tras la coincidencia de ambas en el campo base del Annapurna, se desató una polémica en la que se ponía en duda que la coreana hubiera hecho realmente cumbre en el Kangchenjunga.

Pasaban terció en un contundente tono poco habitual en ella, pero cuando la alpinista asiática coronó el pasado 27 de abril el Annapurna, la última montaña que le quedaba, la vasca no dudó en felicitarla.

Nunca le ha dado demasiada importancia a sus heroicidades y ha hablado de ellas con total sencillez, pero hoy Edurne Pasaban, esta mujer sonriente, valiente y sobre todo con una fuerza física y emocional arrolladora, ha logrado, con perseverancia, tozudez y mucho trabajo, conquistar las 14 cimas del mundo.

Seguro que ninguno de los muchos premios y reconocimientos que le han concedido hasta ahora le habrán hecho llorar tanto de felicidad como los breves instantes que hoy ha permanecido a 8.027 metros en el Shisha Pangma.