Desahucio
Inhumanidad del desahucio por Martín PRIETO
El estatal Banco Hipotecario era el cotolengo de la clase media empobrecida o venida a menos: la burocracia era la mínima, los intereses bajos y si con razones comprobables dejabas de pagar una letra el procedimiento de deshaucio se arrastraba perezosamente como una tortuga dándole tiempo a una bonanza. El BH lo enterró Cristina Narbona, hoy asesora de Rubalcaba, y coartada de José Borrell. Miguel Boyer (por cuya salud hago votos ) no entendía que el Estado lo tuviera, ni bajo su Gobierno, y también desguazó el Banco Exterior de España que tanto hizo por los esenciales exportadores. Las Cajas de Ahorros y los Montes de Piedad (gran nominación solidaria), a donde acudían hasta Lola Flores con sus joyas, son sólo un brumoso recuerdo de comienzos del siglo pasado y parte del actual, cuyo espacio ha sido ocupado por la usura y el «compro oro». La crecida de lanzamientos, con más suicidios de los que se cuentan, como un daño colateral, sume en el lumpenproletariado a las familias que lo sufren y es inhumano e inmoral. La dación de pago, que viene de EE UU, es como si te dan a elegir entre la guillotina y la horca, que es menos sanguinolenta. Sin trabajo, sin patrimonio y con hijos no te puede salvar ni Cáritas de vivir bajo un puente hasta que te llega la orden de deshaucio, eso sí, con dación al banco emisor. Deshaucio era el término fúnebre con el que los médicos etiquetaban a un enfermo terminal y es propio que haya pasado a la jerga inmobiliaria porque una vez instalado en la calle con sus enseres, un grupo familiar ha finalizado su recorrido vital y es muy poco probable que vuelvan a alzarse del arroyo. La solidaridad familiar ha tocado techo y ya no hay lugar en la casa de los abuelos y/o demás parientes: solo hay sitio para la mohína y la degradación social. Hay que remitirse a «La busca», de Pío Baroja, para encontrar este retrato cruel, pero entre rascacielos. Tiene que haber una solución para esta sangría que fluye por las ventanas. O si no, la solución de los jemeres rojos: regreso al agro, todos al campo a levantar un chamizo y criar un cerdo, que para eso no hace falta ni investigación ni desarrollo.
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