Estados Unidos
Los creadores claman ante el fracaso de la Ley Sinde
Desde diversos ámbitos de la cultura los profesionales rompieron ayer el silencio y se manifestaron a favor de la norma antidescargas que el Congreso rechazó el pasado martes. Se lamentaron no sólo de las pérdidas que causará en su sector productivo (28,9 millones de euros al día), sino del grave perjuicio que supone para el futuro de la cultura de nuestro país el hecho de que los creadores no tengan asegurados sus derechos.
Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación de Editores (FGEE), advirtió a Ep que «muchas empresas se están planteando irse de España a países que los protegen». «Si lo que queremos es que vengan todos los piratas del mundo aquí este es el camino», concluyó.
Con Ferran Adrià
La protagonista del día anterior, Ángeles González-Sinde, que vio cómo su apellido sirvió para bautizar la disposición adicional segunda a la que el Congreso dijo «no», apareció con rictus extremadamente serio en la inauguración de la exposición «La cocina en su tinta», de la Biblioteca Nacional, que tiene entre sus comisarios a Ferran Adrià. contestó con cajas destempladas a un periodista que le preguntó si había pensado en dimitir: «Yo, no. ¿Y usted?» Éste es su diagnóstico del fracaso: «Todos los partidos estaban de acuerdo en que hay que encontrar alguna solución a la compatibilidad de los derechos de todos en la red, pero cada uno tiene un modelo distinto. Ahora trabajaremos en encontrar uno satisfactorio para todos». Para salvar este modelo, el PSOE deberá redactar una nueva enmienda, pues la disposición adicional segunda que recogía las medidas contra las webs de enlaces quedó ayer fulminada. Una vez introducida de nuevo en el texto de la Ley de Economía Sostenible, tendría que lograr, en el Senado, el apoyo de 18 votos más además de los suyos para que la propuesta pueda ser aprobada definitivamente por el Congreso. Todos los caminos parecen conducir al PP, ya que a este grupo le valen 10 senadores extras para tumbar cualquier propuesta.
La última batalla
De no salir adelante, la ministra advierte: «Si no conseguimos unas reglas justas y equitativas para todos, iremos perdiendo patrimonio cultural porque desaparecerán las inversiones y sólo tendremos una cultura de amateurs». Un lamento parecido entonaba la Coalición de Creadores e Industria de Contenidos, que manifestó su intención de dialogar «con los distintos grupos políticos con el objetivo de lograr los acuerdos necesarios para conseguir que la normativa contra la vulneración de los derechos de propiedad intelectual en la red vea la luz en la tramitación parlamentaria que resta de la LES». Teddy Bautista, presidente ejecutivo de SGAE, prefirió ser más poético: «Ésta no será la última ni la más dura de las batallas» por la propiedad intelectual.
En la embajada de Estados Unidos, la preocupación era evidente: «No entro a valorar la Ley de Economía Sostenible, pero he de subrayar que nuestra postura está clara en términos de propiedad intelectual y es firme: España no está haciendo bastante por proteger los derechos de sus creadores, de sus músicos, cantantes, de la gente del mundo del cine. Es preciso que, sin perder tiempo, de un paso adelante, porque la falta de una postura firme implica de lleno a la economía española, ya que todo forma parte de un proceso», declaró su portavoz, Jeff Galvin.
Por el contrario, las redes sociales eran una fiesta de celebración impulsada por los partidarios de las descargas y las webs de enlaces. El líder internauta Enrique Dans pedía cautela: «Mi análisis del tema. "Ley Sinde": fin de la batalla, no de la guerra». Este peso pesado de la red considera que «sería harto improbable que un tema que hoy ocupa las portadas de todos los periódicos volviese a entrar por la puerta de atrás, pero no lo descartamos». De no ser así, si el Gobierno, dada su debilidad parlamentaria, no lograra aprobarla y optar por otra vía legislativa, por ejemplo, una nueva Ley de Propiedad Intelectual, como pedían ayer los grupos parlamentarios, las medidas antidescargas se aplicarían mucho más tarde, con una industria cultura aún más debilitada.
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