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La semana de Fernando de Haro: Fortaleza de un partido
- Memoria de la República, mucha, tuvieron los constituyentes y los artífices de la transición. Poco olvido. Me lo explica Juan Pablo Fusi en una deliciosa conversación. Tenían muy presente lo que había pasado. Por eso huyeron de las fórmulas de listas abiertas o desbloqueadas. Para crear partidos fuertes, para evitar que los sueños violentos de las revoluciones ahogaran de nuevo la democracia real, la prosaica, la que hay que construir todos los días. Le escucho el viernes, horas después de que Rubalcaba haya protagonizado la crisis de Gobierno más atípica desde el 78. Y se me antoja que la crónica de la semana es la de un partido que ha llegado a ser demasiado fuerte en su momento de más debilidad. Un PSOE que lucha por su supervivencia como opción de Gobierno a medio plazo y que acaba ocupándolo todo: agenda del Ejecutivo y una sociedad axfisiada por la crisis.
- Con un discurso moralista sobre la capacidad de superación personal y nacional ante la adversidad comenzó Zapatero, el jueves, su rueda de prensa junto al presidente de Haiti. A lo mejor era autobiográfico. A continuación dijo eso de que «hay que respetar el momento que Alfredo decida para salir del Gobierno». Certificó que ya ha perdido hasta la potestad de hacer una crisis en el Ejecutivo. La rueda de prensa tras el Consejo de Ministros corroboraba el desmán: el relevo del ministro de Interior quedaba pendiente hasta que Rubalcaba pronunciase el que debía ser su primer gran mitin, este sábado.
- Reducido el Gobierno a peana del candidato, anulado su discurso. Hace ocho días, Rubalcaba abría fuego contra los bancos. Les responsabilizaba de la crisis por haber dado hipotecas con demasiada facilidad y sugería una subida de impuestos. Ayer, en su puesta de largo, apostaba por nuevos tributos a bancos y cajas, por recuperar el impuesto de patrimonio. Los puntos negros del sistema financiero español tienen poco que ver con las hipotecas concedidas a los particulares por la banca. El ejercicio de transparencia al que obligó el pasado mes de enero el Banco de España aportó consecuencias claras. El problema no está en la morosidad de los particulares. Está en los créditos concedidos por las cajas a los promotores inmobiliarios. El Gobierno del que Rubalcaba era parte lo sabía, pero como reconoció Zapatero en el Debate del Estado de la Nación, no pinchó la burbuja a tiempo. Es un buen ejemplo de su credibilidad. Con la política fiscal ocurre algo semejante. El BBVA ha alertado de una desaceleración del crecimiento en el segundo trimestre (0,2 por ciento). Eso hace casi imposible que se cumpla la previsión de reducir el déficit para 2011 y 2012. Por más que se empeña Salgado, todo el mundo le explica que los números no cuadran. La solución no es fácil. Desde luego no sirven los «impuestos para ricos». Pero el candidato, que sabe que no va a gobernar, ayer sólo hacía guiños a los votantes que ha perdido. Prometió eliminar los paraísos fiscales, se puso medallas por luchar contra el franquismo, arremetió contra fórmulas de gestión social de la sanidad –siempre es rentable el fantasma de la privatización–. Y que iba a estudiar la fórmula de las listas electorales desbloqueadas de Alemania. Con que desbloqueara el calendario electoral ya habríamos avanzando mucho. Lo otro es incompatible con un partido débil.
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