Congreso Extraordinario del PSOE

Rubalcaba toma Ferraz

«Si te encierras en la cueva de Ferraz, se te aparecerá el fantasma de Borrell». La frase la pronunció hace unos días un alto dirigente del PSOE cuando Alfredo Pérez Rubalcaba le pidió opinión sobre cuándo debía abandonar la primera línea del Gobierno para dedicarse de lleno a la preparación de su candidatura para las elecciones generales.

Rubalcaba toma Ferraz
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Es obvio que quien respondió con tanta crudeza al vicepresidente no es partidario de que el omnipresente Rubalcaba deje la cartera de Interior y la portavocía –se da por hecho que se quedará en la vicepresidencia para mantener su cuota de presencia pública– meses antes de la convocatoria de los comicios. Y es que la sede federal del PSOE es lugar de enredos, conspiraciones y batallas internas que acaban por minar al más rocoso de los socialistas.

Quienes así piensan en el PSOE empiezan a ser minoría, ya que –pese a los desmentidos oficiales– el escenario de adelanto electoral está tan descontado que muchos han leído y releído la declaración que el pasado lunes Zapatero pactó con Marcelino Iglesias para zanjar las filtraciones sobre la celebración de elecciones en noviembre: «Es voluntad del Gobierno y del PSOE agotar la Legislatura hasta marzo…», dijo el secretario de Organización.

Cuando el presidente anuncie, como muchos esperan, en torno a mitad de septiembre la disolución de las Cortes, Iglesias podrá escudarse en sus palabras: «Era voluntad del Gobierno…», pero las circunstancias, la situación del país, la falta de apoyos, podrá decir, obligan al adelanto. Tan asumido está el asunto que hay quien está convencido de que ni el PP insiste ya en la convocatoria anticipada porque el presidente del Gobierno podría incluso habérselo comunicado a Mariano Rajoy y éste mantener la discreción a la que obliga la delicada situación económica. Y hasta que llegue el momento de anunciarlo, Rubalcaba ha tomado ya la calle Ferraz y ha empezado a trabajar en el esbozo de programa marco que llevará a la conferencia política que el PSOE celebrará a finales de septiembre.

Trabaja activamente para él una parte de la Ejecutiva que encabeza el vicesecretario general, José Blanco. Forman parte del todavía muy reducido sanedrín, la secretaria de Relaciones Internacionales, Elena Valenciano; el de Política Autonómica, Gaspar Zarrías y el de Política Municipal, Antonio Hernando, además del diputado Pedro Sánchez, con quienes colaboran ocasionalmente con informes requeridos por varios ministros.

Zapatero ha dado ya voluntariamente un paso atrás y ha dejado toda la agenda de partido en manos de Rubalcaba. Sus funciones son más de presidente de honor –si es que en el PSOE existiera esta figura, que no es el caso– que de secretario general. Así que quienes temían las consecuencias de la bicefalia era porque no conocían bien la personalidad del presidente del Gobierno. Los problemas a Rubalcaba le vendrán por otros sitios, pero nunca por Zapatero, por más que, en efecto, la relación entre ambos no es igual desde la semana que siguió al 22-M. Y lo mismo se cuenta, en los mentideros del PSOE, sobre la quiebra de confianza que ha habido entre el presidente y su número dos, José Blanco y la distancia que también empieza a haber entre el vicesecretario general y el candidato.

Pero más allá de las relaciones personales, hay un sector de la dirección federal que empieza a ver con preocupación el deterioro de la imagen de Rubalcaba. La falta de un criterio claro ante los episodios de violencia que han rodeado las protestas del movimiento 15-M; la ofensiva parlamentaria del PP; el silencio sobre la situación económica y la ausencia de un proyecto que marque distancias con determinadas medidas del Gobierno, son los argumentos que esgrimen quienes son partidarios de que Rubalcaba abandone la primera línea del Ejecutivo y construya el organigrama del Comité Electoral que le acompañará hasta las generales. Tan mayoritaria es esta posición en el PSOE que aumentan cada día los rumores sobre su inminente salida de Interior y la portavocía del Gobierno. Se especula con que el vicepresidente podría anunciarlo en el acto de proclamación que el PSOE ha programado el 9 de julio en Madrid.

Hasta entonces, Rubalcaba seguirá ocupando la agenda pública del PSOE y parcelas del poder. Antes de su ratificación como candidato, Ferraz ya le ha organizado una cumbre con alcaldes, en cuyo cartel no aparece Zapatero, aunque sí Blanco y Marcelino Iglesias. A esta cita también serán convocados todos los que el 22 de mayo fueron cabezas de lista en las capitales de provincia y ciudades de más de 50.000 habitantes, con independencia de que estén o no en el Gobierno.

Y es a este tipo de encuentros, pero sobre todo, al reencuentro con distintas organizaciones sectoriales, a lo que Rubalcaba debe dedicar ya por completo su tiempo, según un sector destacado del PSOE que no oculta su desazón por las nada halagüeñas perspectivas electorales que aguardan a su candidato. Son los mismos que creen que el vicepresidente debe «contar con los mejores» para la coordinación de su campaña y la elaboración de su programa. De momento, de eso no se sabe nada. Y preocupa mucho el asunto. Porque ya se sabe: cuando se huele a victoria, sobran los colaboradores; cuando se barruntan derrotas, pocos quieren estar en la primera línea.