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Masajes por Andrés ABERASTURI

Masajes, por Andrés ABERASTURI
Masajes, por Andrés ABERASTURIlarazon

Me centro hoy en un gran negocio que se esconde bajo un concepto que empieza a ser equívoco: masaje. Porque hubo un tiempo en que los masajes serios los daban los fisios y generalmente salías –y sales– aparentemente peor de lo que entrabas aunque luego los resultados sean muy de agradecer. Luego, bajo la oferta de «masajes» surgieron los famosos anuncios que encubrían la prostitución pura y dura y de forma paralela empezaron a surgir una tercera vía (segunda, porque los masajes sexuales no deberían contar) de masajes cuya característica principal es que no eran fisios (en su inmensa mayoría) los/las que los daban y abundaban velas, nombres en chino, insoportable música Chill-Out de fondo, fuentecitas que invitaban a la micción, budas y todo muy bajito y muy a media luz. No está mal este ultimo invento, lo pero es en general el precio, pero por un puñado de euros te aíslas una hora del mundo y te dejas acariciar por todas partes menos por una (para eso están los otros). Pero la cosa se complica porque ahora ya los budas y las fuentes tienen una dura alternativa: el oro, el vino, la miel, la sidra, el hierro, el chocolate, la plata, el caviar etc. El barro o las algas –que eran como de toda la vida– ya se han quedado viejo y lo último es meterte en una tinaja de buen tinto o que te extiendan huevas de esturión por tu anatomía. Soy un clásico y como más que rejuvenecer me preocupa la tendinitis del hombre, sigo fiel a la fisio porque si me veo recubierto de planchas de oro me entraría complejo de becerro pagano (y pagador). Nada es desdeñable y cada cual se lo monta como quiere. Lo que parece importante es saber en manos de quién ponemos nuestras vértebras y diferenciar claramente entre placer, estética y rehabilitación seria.