Entrevista
Covadonga O'Shea: "La fe me hace ver cielos abiertos, aunque amanezca nublado"
La periodista presenta libro en el que narra su relación con el Opus Dei, Thatcher, Dalí o Amancio Ortega.
Covadonga O’Shea hace que suba el listón de nuestro tono humano. Todo en ella podría resumirse en un exquisito gusto. En su forma de sentir, escribir o apreciar lo que es bello. Sonríe a la vida con generosidad, sin esperar que esta le devuelva la sonrisa. Tiene 85 años y no borraría ni uno solo. «Volvería a vivir (incluso en días nublados)». Es el título de su último libro y también su particular adagio. Tal es su entusiasmo que, si nos lo permite, añadiremos el grito de guerra con el que celebraba los sanfermines a los veinte: «¡Tonterías, ni media!».
Le hace gracia recordar aquel tiempo, cuando llegó a usar el tronco de un árbol como almohada para apurar los días y cuando el embrujo navarro provocó que trastocase sus planes de estudiar en Alemania, como su abuelo, ingeniero, para iniciar las carreras de Filosofía y Letras y Periodismo en la Cámara de los Comptos de Navarra. En aquella primera promoción había cinco mujeres entre cuarenta estudiantes y ella soñaba con ser corresponsal de guerra.
La moda se interpuso y fue una de las fundadoras de Telva, la revista que dirigió durante 27 años.
Recibe a LA RAZÓN en su estudio de la calle Zurbano y en sus ojos brillan los instantes felices, como quien mantiene la capacidad de asombro intacta. Ha conocido a cuerdos y locos de atar, pero ahora usa la memoria como una goma de borrar, permitiéndose tomar de la vida lo que es fértil. Mira el mundo con relativa calma y con una elegancia deslumbrante. Su libro es una crónica muy personal de un tiempo entre dos siglos. Duerme mejor desde que puso punto final, pero su biografía continúa.
Nació en Guecho (Bilbao), en una familia acomodada, pero la vida no la ha llevado en volandas.
Nací en plena Guerra Civil. Cuando los nacionales entraron en Bilbao por el Alto de Begoña, la casa de mis padres, en Las Arenas, frente al mar, ardió en llamas. La vida no suele ser fácil, pero, el mayor lujo es vivir.
A punto de contraer matrimonio, descubrió que Dios le había reservado otro camino.
Al acercarme a la obra del Opus Dei, intuí que Dios había planeado para mí una vida de dedicación y decidí que mis raíces, mis valores y mi trabajo debían estar enfocados a hacer su obra en la tierra.
La soltería le habrá evitado amores contrariados, pero ¿nunca ha sentido presión social?
En absoluto. Tal vez por mi convicción o porque he tenido una vida demasiado intensa y una familia muy numerosa que ha cubierto esa necesidad de amor.
Ahora decir que eres creyente resulta incómodo. ¿Cómo nos ayudaría una fe inquebrantable como la suya?
La fe es el mayor premio, la mejor fortaleza para mantenerse a salvo y ver cielos abiertos por todas partes, aunque el día amanezca nublado. Vivimos tiempos muy complejos, pero pasarán. Sobre todo pensando en las generaciones más jóvenes, deberíamos recuperar ciertos valores, como la cultura del esfuerzo o la búsqueda de uno mismo, para aprender a salir indemnes de las malas rachas y encontrar respuestas en medio del dolor.
Conoció a Escrivá de Balaguer. ¿Qué le transmitió?
Era el primer defensor de la mujer y de su aportación a la familia y al mundo laboral. Su apoyo a la mujer trabajadora era absoluto.
¿Qué opina de ese discurso feminista que insiste en la fragilidad de la mujer?
Prefiero no escucharlo. No me interesa, tampoco el delirio de las redes sociales. Me interesa su defensa desde sus cualidades y sin contraposición con nadie. Ahora el feminismo se ha convertido en una queja amarga. Me divierte más recordar a un montón de mujeres fuera de serie que he conocido.
Entre ellas, Margaret Thatcher.
Llegó a la entrevista dos minutos tarde y se excusó porque había pasado por la peluquería. Descubrí que, detrás de su personalidad férrea, había una mujer llena de encanto y naturalidad. Sacó de un pequeño armario una botella de vino de Jerez, Tío Pepe, y me habló de sus raíces humildes, de cómo trabajaba con la conciencia de hacer lo mejor para el país y de cómo las críticas forjaron su carácter. Durante aquella larga conversación, me demostró que era capaz de aportar a la vida política cualidades genuinamente femeninas.
¿Qué le habría preguntado a Coco Chanel?
Me habría gustado intercambiar reflexiones sobre lo que ella defendía: la valentía de pensar por sí misma, el deseo de crear cuando los tiempos son malos, la elegancia que aporta la libertad o el poder del encanto personal. Definió una forma de vestir e instaló la libertad en el cuerpo de la mujer.
¿Estamos perdiendo la cultura del buen gusto?
La elegancia nace del interior, es signo inequívoco de delicadeza, educación, sencillez y de saber valorarse uno mismo y a los demás. No deberíamos caer en el feísmo.
Es autora de la biografía de Amancio Ortega, ¿qué destacaría?
Es un hombre imprescindible en la moda y para España. Me transmitió una forma de enfrentarse a la vida con serenidad, entrega y humildad, a pesar del triunfo.
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