Vida privada
Corinna, con un misterioso caballero en el Londres Vip
Estaba en la lujosa cafetería del Hotel Emory con un acompañante desconocido
Me la encontré en el restaurante del Hotel Emory, un establecimiento que solo contempla suits y que tiene su propio servicio de helicóptero para la privacidad de los desplazamientos de sus clientes, situado en Belgravia, con vistas a Hyde Park… una pareja de ascética pero implacable distinción almuerza con parsimonia, como si las obligaciones mundanas no fuesen cosa que les incumbiese. Son las 15:00 horas de un neblinoso y deprimente martes cualquiera en la vieja Inglaterra. Más elegante y decadente que nunca, Corinna Larsen almuerza y conversa sosegadamente con un atractivo y maduro caballero. Sin exhibirse, sin esconderse, como una bella tigresa en la planicie siberiana, sin aparente intención, pero contagiando a todos de su innegable presencia. ¿Una madame Pompadour aparentemente destronada? ¿Tal vez una Yolande de Polignac que ha salvado milagrosamente el pellejo?
Corinnacayó de puntillas en el reino de España allá por inicios de la década de 2000. Su aparición fue calculadamente progresiva: aquella mujer de fuerte magnetismo físico fue causando honda y gradual impresión en el suculento universo del cotilleo español; su gravitar incesante alrededor del campo magnético de la Monarquía la convirtió en satélite indispensable en la Institución.
Corinnaes alemana, con sangre danesa y húngara por parte de padre. De origen burgués, su formación no reglada (unida a su aplastante don de gentes) parece destinarla fatalmente a las relaciones públicas. El contorno de sus ojos levemente rasgados es –dicen– un talismán hipnótico difícilmente resistible. Corinna pone en contacto a todo el mundo con todo el mundo. No hubo negocio que se le resistiese, voluntad que no doblegase ni firme propósito que no llegase a torcer. Procreó con quien creyó conveniente, usó títulos nobiliarios sin heredarlos ni merecerlos ni ser conveniente usarlos pero supo convencer e impregnar al respetable público de su majestuoso pijerío internacional. Se convirtió en la obsesión favorita del Borbón, que jamás se había vinculado demasiado con mujer alguna, llegando a poner en peligro no solamente a la Institución sino a la Seguridad Nacional. Y Corinna consigue escapar, como madame de Polignac. Y aquí está, regia, en un ambiente chic, conversando con un distinguido caballero.
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