Casa real noruega
Mette Marit, el pánico de otra reina ausente
Su fragilidad inquieta al pueblo noruego de cara al relevo generacional.
Solo como licencia romántica, la princesa Mette Marit, de belleza nívea, rechazada en su origen por su pasado superficial y aquejada de fibrosis pulmonar crónica, podría haber salido de «La dama de las camelias», la obra que firmó Alejandro Dumas (hijo) e inspiró «La Traviata», de Giusseppe Verdi. Su fragilidad inquieta al pueblo noruego cuando la piensan como su futura reina, un hecho que podría suceder pronto dada la delicada salud de su suegro, el rey Harald V. El monarca cumplirá el miércoles 87 años y acaba de superar una infección respiratoria. Un achaque más que suma a su amplio historial. Se niega a abdicar, pero quizás su salud lo hará por él.
¿Cómo recibirían el país noruego a su nueva reina? Para Haakon, su esposo y heredero al trono, es su mayor desasosiego. En el capítulo «Amor y desesperación» de la biografía que publicó en verano, junto al periodista Kjetil Ostli, recuerda el tormento al que les sometió la opinión pública durante su noviazgo. Hasta el Tribunal Supremo tuvo que convocar a los editores de prensa para explicar el proceso del compromiso real. Y días antes de su boda, en agosto de 2001, hubo otra segunda reunión en la que los novios se prestaron a un escrutinio público para zanjar de una vez por todas cualquier cuestión relativa al pasado de Mette Marit, madre soltera, o a su nueva vida palaciega. «Experimentar que la parte más vulnerable fue discutida en público es algo que nunca superaré», confiesa la princesa en este libro.
El amor que se profesan sigue intacto y Mette Marit es hoy una princesa querida y muy franca a la hora de hablar de esa enfermedad que le obliga a reducir su actividad personal y su agenda real, pero esto mismo aviva la inquietud por el relevo generacional. ¿Permitirán los noruegos una reina consorte ausente? Una vez que Haakon asuma el trono que dejará Harald V, su primogénita, la princesa Ingrid Alexandra, podría cubrir esas ausencias. En una entrevista con la televisión pública noruega, dio un giro de tuerca a su padecimiento: «Hay algo bello porque te encuentras contigo misma. Es una oportunidad para vivir despacio». Su situación acentúa la singularidad de esta monarquía, cuya mayor disonancia es la primogénita, la princesa Marta Luisa, que renunció a sus derechos sucesorios, se ennovió con un chamán y perdió su fortuna. Haakon y Mette Marit tienen el reto de mantener la confianza de ese 78 por ciento del país que apoya la institución. Están ya trazando su estilo de reinado siguiendo la senda que marcó su abuelo Olav V, un monarca cercano y de gran autoridad moral que caminaba sin escolta con la confianza de tener cuatro millones de guardaespaldas custodiándole.