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El olvido preside el santo de Carmen Sevilla
La actriz lleva años ingresada en una residencia con alzheimer
Dieciséis de julio, festividad de la Virgen del Carmen. En la residencia geriátrica de Aravaca en la que vive desde hace años la entrañable Carmen Sevilla ni se imagina que es el día de su santo. El Alzheimer ha borrado de su memoria cualquier recuerdo, fechas, anécdotas y rostros forman parte del olvido.
Solamente la visitarán su hijo Augusto, su amigo del alma, Moncho Ferrer y es posible que sus nietos. Nadie más tiene acceso por expreso deseo de Augustito, como le llamaba su mediática mamá.
Moncho le regalará un perfume, como todos los años, y ese pastel de merengue que tanto le gusta a la que fuera “la novia de España”, la actriz más querida de este país, gran amiga de Lola Flores y con desafueros con Sara Montiel. Es la gran superviviente de una época dorada irrepetible.
La última vez que hablamos, meses antes de ingresar en la residencia, la enfermedad hacía mella en su estado, fue nuestra última entrevista, la más buscada, porque Carmen estaba aislada de todo y de casi todos. Sonó su teléfono y escuché su voz, cosa extraña ya que siempre contestaba otra persona, la mujer que la cuidaba, y me sentí mal porque no recordaba que éramos amigos. Me preguntó que quién era, que mi nombre no le sonaba, esas palabras “finiquitaban”, en cierto modo, décadas de profunda amistad. Mi queridísima Carmen no recordaba que tenía en mi un amigo de corazón... más que un periodista. Pero, curiosamente, si recordaba que alguien quería hacer una serie sobre su vida.“¿Podré trabajar en ella?”, y le mentí, una mentira piadosa: seguro que sí. En su interior perduraba el alma del artista.
La quise y la quiero, hoy más que nunca. Me hubiera gustado estar a su lado en esta fecha tan especial y todavía tengo la esperanza de que Augusto se ponga en contacto conmigo para que le acompañe a visitar a su madre.
Me cuentan desde el geriátrico que “doña Carmen se encuentra bien dentro de su estado, es una mujer que conserva parte de la belleza de antaño, es muy coqueta, le gusta estar siempre arreglada, bien peinada... Aquí es una mujer muy querida.”
Los familiares de otros residentes se asombran al verla allí. Ni se lo podían imaginar. Y es que Carmen Sevilla siempre fue un ejemplo de alegría y fortaleza. Pero el Alzheimer no perdona a nadie.
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