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Juanlu Fernández: "No me esperaba la segunda estrella Michelin"
LA RAZÓN, con el chef y propietario de LÚ Cocina y Alma, en Jerez de la Frontera
Juanlu Fernández nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) en 1984. Creció viendo cocinar a su abuela recetas tradicionales andaluzas y rodeado de los famosos vinos y vinagres de Jerez que siempre estaban presentes en su casa. Dio sus primeros pasos profesionales trabajando primero en una panadería y después en una pastelería, donde empezó a tener contacto con los ingredientes que son la base fundamental de su formación y lo que despertó en él el interés por la cocina y su inquietud por profundizar más en ella.
Cambió de trabajo y durante algunos años se ocupó en distintas cocinas de la provincia de Cádiz. Pero sin duda, el punto de inflexión de su carrera fue unirse al equipo del cocinero vasco Martín Berasategui en su mundialmente famoso restaurante Lasarte. Fue en este templo de 3 Estrellas Michelin donde comenzó a aprender sobre técnica y precisión, entendiendo que, para trabajar en un restaurante de esta categoría es necesaria mucha dedicación y constancia. Bajo las órdenes de Martín se mudó a Tenerife y continúo formándose y aprendiendo no solo sobre cocina, sino también sobre gestión. A los 23 años emprendió Aponiente junto a Ángel León dirigiendo el proyecto gastronómico del grupo y alcanzando, durante ese tiempo, importantes logros como los 3 Soles Repsol o las 3 Estrellas Michelin, además otros muchos reconocimientos.
Con 33 años decidió que era el momento de volar en solitario. Decidió abrir su propio proyecto en el que deseaba poder volcar todo lo vivido hasta entonces y donde poder plasmar su personalidad y forma de entender la gastronomía. Es entonces cuando nace LÚ Cocina y Alma, en su ciudad natal, en su Jerez del alma en el año 2017. LÚ es su restaurante, pero es mucho más, es el lugar donde Juanlu se expresa libremente, donde su amor por Jerez y la filosofía francesa que le caracteriza, le sirve de inspiración para crear una propuesta con la que interpreta su tierra, su cultura, sus raíces, su gastronomía y su propia historia.
Gracias al equipo directivo de las Denominaciones de Origen "Jerez-Xérès-Sherry", "Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda" y "Vinagre de Jerez" del Marco de Jerez se ha podido producir un encuentro con el chef en su ciudad. Allí le hemos podido acompañar incluso a hacer la compra en el Mercado de la ciudad. Como curiosidad, la verdura la adquiere en el puesto de su hermana, y el pescado, en el de la familia de La Paquera de Jerez, una gran cantaora gitana de flamenco fallecida en 2004. "No me esperaba la segunda estrella", comenta entre puesto y puesto del mercado. "No tenía ninguna pista que me hiciera pensar que me la darían". Este cocinero afable y cercano se ha convertido en uno de los ídolo indiscutibles para la ciudadanía de Jerez: no para de recibir felicitaciones allá por dónde va.
Marco
El Marco de Jerez se encuentra situado en el noroeste de la provincia de Cádiz, la más meridional de la península Ibérica. Enclavada en la costa atlántica y enmarcada por los ríos Guadalquivir y Guadalete, se trata de una región privilegiada, en la que se concentra la esencia más pura del carácter de la Baja Andalucía: la luz, el mar y un paisaje de colinas blancas y suaves, en las que los trigos, los girasoles y el viñedo se turnan a lo largo del año para teñir de verde sus laderas.
Al norte, el imponente cauce del río Guadalquivir y sus marismas y, más allá, la extraordinaria reserva natural del Coto de Doñana. En el sur, los viñedos se mezclan con salinas y pinares. Hacia el interior, las suaves colinas cada vez se hacen más escarpadas, anunciando su proximidad a la bella serranía de Cádiz. Y a poniente, el mar. La costa atlántica, que desde Sanlúcar a Chiclana impregna con su influjo a todo el Marco de Jerez, aliviando con sus brisas el calor de los largos días de verano. Una costa de extensas playas de arena blanca, dominada por la milenaria ciudad de Cádiz, que contempla la región desde el propio mar, al otro extremo de su bahía.
Hoy, un buen número de importantes localidades festonan la región, a escasos kilómetros unas de otras. Nueve de ellas poseen en sus respectivos términos municipales viñedos acogidos a la Denominación de Origen: Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda, Chiclana de la Frontera, Chipiona, Puerto Real, Rota, Trebujena y Lebrija, localidad ésta última perteneciente a la provincia de Sevilla. Jerez de la Frontera es la principal de las ciudades del Marco y capital de la región vinícola a la que da nombre. Asentada en una de las múltiples colinas que dominan la amplia campiña de tierras albarizas, a caballo entre la cercana serranía y las luminosas ciudades costeras, Jerez es una ciudad pujante y dinámica, en la que el vino comparte protagonismo con otras señas de identidad seculares como son el arte flamenco o la cría del caballo. Una ciudad moderna de más de 200.000 habitantes, pero consciente y orgullosa de un legado de siglos, en el que la industria vinícola ha jugado un papel esencial, conformando la ciudad tanto desde el punto de vista urbanístico como cultural.
A pocos kilómetros de Jerez, en la confluencia del río Guadalete con la cercana Bahía de Cádiz, se asienta El Puerto de Santa María, histórica ciudad, vinícola y marinera a partes iguales y destino turístico de primer orden, gracias a la excepcional calidad de sus playas.
Más al norte, en la desembocadura del río más emblemático de Andalucía, el Guadalquivir, y frente al impresionante Coto de Doñana, se encuentra el otro vértice del mítico triángulo del Jerez: Sanlúcar de Barrameda. Ciudad de rancio abolengo y lugar de origen de la Manzanilla, vino que por su carácter marinero alcanza su máxima expresión en conjunción con la extraordinaria gastronomía local.
Los vinos del Marco son míticos. Los generosos se definen en el Reglamento del Consejo Regulador como vinos secos (con un máximo de azúcar residual de 5 gramos por litro). Su proceso de elaboración incluye una fermentación completa de los mostos -habitualmente de uva Palomino- al final del cual se produce la aparición del velo de levaduras de "flor" en el vino base. La decisión del bodeguero de fortificar el vino base bien a 15º o bien por encima de 17º de alcohol va a determinar el tipo de crianza a la que va someterse el vino posteriormente. A partir de ahí surgen los distintos tipos de Vino de Jerez.
Los Vinos Generosos de Licor se definen en el Reglamento del Consejo Regulador como vinos obtenidos mediante la práctica tradicional de cabeceos o combinaciones, a partir de Vinos Generosos con Vinos Dulces Naturales o, en determinados casos, con mosto concentrado. Se trata de vinos con distintos grados de dulzor, pero siempre con un contenido en azúcares superior a 5 gramos por litro.
Dependiendo de los vinos generosos utilizados como base y de los niveles de dulzor finales del cabeceo, se distinguen los siguientes tipos de Vino de Jerez Generosos de Licor:
Los Vinos de Jerez Dulces Naturales son los obtenidos a partir de mostos procedentes de uva muy madura o soleada, generalmente de las variedades Pedro Ximénez o Moscatel. Los mostos, con una gran riqueza en azúcares como consecuencia del proceso de pasificación, son fermentados sólo parcialmente, con el objeto de conservar la mayor parte del dulzor original. Para ello se les adiciona alcohol vínico una vez que comienzan a fermentar.
Los vinos así obtenidos envejecen posteriormente en contacto directo con el oxígeno del aire, lo que provoca que adquieran un intenso color caoba y un aspecto denso.
Si anteriormente se han definido el tipo de crianza (biológica u oxidativa) y el tipo de vinificación (total o parcial) como los factores clave para la diferenciación de los distintos tipos de vino de Jerez, no es menos cierto que existe otro parámetro cuya influencia es crucial a la hora de determinar la calidad de nuestros vinos: el tiempo.
Una crianza prolongada intensifica las características típicas de algunos tipos de vinos de Jerez, como consecuencia del permanente proceso de concentración que posibilita la bota de madera. En otros casos, el tiempo y la madera confieren nuevos matices y sensaciones dotando a los vinos de una singularidad y de una redondez que sólo se consigue tras muchos años de crianza.
La crianza biológica, por su propia naturaleza, no puede prolongarse por un plazo de tiempo excesivamente prolongado. Dependiendo de las condiciones microclimáticas de la bodega, tras 7 u 8 años de edad media, la flor ha agotado casi por completo los nutrientes del vino que le sirven de sustento y el velo, muy debilitado, es incapaz de seguir protegiendo al vino del contacto directo con el oxígeno del aire.
Por tanto, cuando hablamos de vinos de Jerez de gran vejez, nos estamos refiriendo siempre a vinos que en su totalidad, o al menos en su mayor parte, han sido sometidos a envejecimiento oxidativo o físico-químico.
El Consejo Regulador certifica vinos de tres categorías especiales, en base a las peculiaridades de su crianza: Vinos de Vejez Calificada de 20 y 30 años; vinos con Indicación de Edad de 12 y 15 años; y vinos de Añada.
Los tipos de vinos de Jerez son:
Manzanilla
Fino
Amontillado
Oloroso
Palo cortado
Pale Cream
Medium
Cream
Moscatel
Pedro Ximénez
Fino. Vino blanco y seco, elaborado a partir de uva palomino. El fino es envejecido bajo la capa de levaduras que conforman el velo de flor. La crianza, en botas de roble americano mediante el tradicional sistema de criaderas y solera, se realiza en bodegas que deben cumplir con estrictas condiciones microclimáticas de humedad y temperatura, de forma que pueda mantenerse la flor a lo largo de toda la crianza.
Oloroso. Elaborado con uva palomino y destinado a crianza oxidativa. Se le añade alcohol hasta los 17°, impidiendo así el desarrollo del velo de flor, con lo que el vino envejece expuesto al oxígeno.
Cream. De cabeceo, obtenido a partir de vinos secos de crianza oxidativa, endulzados generalmente con vino Pedro Ximénez. Lo más habitual es que se utilice una base de oloroso, lo que le da un carácter intenso y mucho cuerpo.
Pedro Ximénez. Vino que se elabora a partir de la uva del mismo nombre, que se pasifica al sol para obtener un mosto con una extraordinaria concentración de azúcares. Su crianza es exclusivamente de carácter oxidativo.
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