La Razón en Afganistán

Zapadores en Afganistán: una protección indispensable para el repliegue

Detectan y desactivan explosivos para asegurar el camino de los convoyes

Zapadores en Afganistán: una protección indispensable para el repliegue
Zapadores en Afganistán: una protección indispensable para el replieguelarazon

Tienen los nervios de acero y parecen no inmutarse ante nada, aunque explote. Son los primeros que se la juegan en cada patrulla o en cada convoy de repliegue. Van en cabeza, despacio, examinando el terreno con mimo, a mano o con las máquinas más avanzadas. Todo, para que el resto de sus compañeros no sufran daños. Son los efectivos de la Unidad de Zapadores, indispensables para cualquier misión, pero sobre todo de cara al repliegue de las tropas españolas de Afganistán.

Uno de sus lemas lo dice todo: "Muchos caminos conducen a la victoria, pero todos los abren los ingenieros".

Su trabajo puede ser sencillo de explicar, pero en la realidad es uno de los más peligrosos y delicados de todo el contingente. Ellos son los que buscan minas o artefactos explosivos improvisados por las carreteras por las que pasan los vehículos militares. Para ello se valen de los últimos sistemas, aunque en ocasiones no les queda más remedio que hacerlo de manera tradicional, a mano, solos ante el peligro. Al mando está el comandante Valeiras, quien recuerda que la base "Ruy González de Clavijo", donde viven ahora, la construyeron ellos, los ingenieros. Buscaron artefactos explosivos, proyectiles no detonados y cualquier cosa que acarrease peligro.

Actualmente, la llegada de los vehículos "Husky"les ha cambiado la vida, pues les ofrecen mucha más tranquilidad. "Es el vehículo más seguro", afirma el sargento Alguacil, uno de los operadores, algo que comparte su compañero, el soldado Gutiérrez, quien asegura sin titubear "ahora no pasamos miedo".

Pero también cuentan con los clásicos rodillos acoplados a la parte delantera de un blindado "RG-31". Tal y como explica el sargento Rejo, están pensados para los explosivos activados con un plato de presión, pero les ofrecen gran protección.

Eso sí, cuando los vehículos no pueden pasar entran en juego los propios efectivos. Con sus detectores manuales y con nervios de acero van inspeccionando el camino. Si el aparato vibra o pita, mala señal. Y como una de las principales amenazas son los artefactos activados por radiocontrol, están equipados con inhibidores portátiles, los cuales llegaron hace apenas un mes. Un poco más de tranquilidad. Unos inhibidores, más pequeños, que también llevan los seis perros detectores de explosivos, a quienes adiestra y cuida el último infante de Marina que hay en Afganistán, el cabo primero Jiménez.

Eso en lo que se refiere a detección, porque el siguiente paso es desactivarlo o inutilizarlo. Para ello cuentan con sofisticados robots, armados con potentes chorros de agua y armamento para cumplir su misión. En última instancia, siempre como última opción, entra en acción el personal del equipo de desactivación de explosivos (EOD) con sus pesados e incómodos trajes. No tienen miedo, como confirma el sargento primero Naranjo, jefe del equipo, quien, orgulloso, asegura que eligió este trabajo "por vocación".

Sin ellos, los convoys no saldrían. Y menos para cruzar un paso tan peligroso como el de Sabzak, el único camino para llegar a Herat y, después, a España.