La Razón en Afganistán
Una pasarela para facilitar el repliegue de las tropas
Los militares españoles inauguran un puente en Abzi-Khuda que mejora las comunicaciones locales.
Son las 8:00 horas y en la base española «Ruy González de Clavijo», en la ciudad afgana de Qala i Naw, el teniente Rupérez explica a sus compañeros los detalles de la misión que van a realizar. Es el jefe de patrulla y el encargado de coordinar el convoy que se dirigirá al pueblo de Abzi-Khuda, a 12 kilómetros al sur, en la ruta Lapis. El motivo de esta visita es la inauguración de una pasarela construida por los efectivos españoles para que los niños de la zona puedan llegar a la escuela sin peligro, sobre todo en invierno, cuando el agua de las montañas baja torrencialmente. Es una operación de ayuda a la población, sí, pero también de ayuda para los propios militares, pues por ahí pasan los convoyes de repliegue que se dirigen a Herat y de esta forma se garantizan un viaje más seguro. Con actos como éste, el contingente busca acercarse más a la población, para que no les vean como invasores. Media hora después, la veintena de vehículos que componen el convoy sale de la base y, a la cabeza, dos «Husky», que dan seguridad al resto detectando artefactos explosivos improvisados escondidos en la carretera.
Viajamos a bordo de un blindado «RG-31» con el cabo Bolaño, jefe del vehículo; el cabo Fernández, conductor, y el soldado Tejeda, tirador. Lo hacemos despacio, por una carretera –si se puede llamar así– llena de baches, encajonada entre montañas. En recorrer 12 kilómetros se tarda algo más de una hora, durante la cual son varios los niños que tiran piedras al paso del convoy.
Llegamos a Abzi-Khuda, un pequeño pueblo de casas de adobe en el que viven unas 1.500 personas. Numerosos niños rodean a los militares, que les regalan cometas y pinturas. Junto a los pequeños, bajan otros vecinos, entre los que se encuentra Haji Abdulgani, el notable del pueblo. Habla con el teniente Díaz Carralero, jefe de proyectos de la unidad Cívico Militar (CIMIC), a quien le plantea una serie de quejas y necesidades antes de la inauguración. Tras cortar la cinta y descubrir una placa, todo son caras de felicidad y agradecimientos. «Estamos muy contentos, le vamos a dar mucho uso», asegura Abdulgani, quien aprovecha para agradecer la presencia de periodistas, pues «la localidad se va a conocer en el mundo».
Dulces y bebidas
Los niños juegan sobre la pasarela y los vecinos obsequian a los militares con dulces y bebidas. Justo al lado, el brigada Vicente Tronch habla con un grupo de jóvenes y niños. Ésta es su cuarta misión en Afganistán y ya le conocen y bromean con él. «Son muy agradables, les encanta hablar», asegura. Su cara demuestra que le gusta lo que hace y sólo tiene buenas palabras para los afganos: «Son gente excepcional», destaca, mientras añade que «a los españoles no tienen nada que reprocharnos».
Y así es, pues antes de abandonar el lugar, después de dos horas, Abdulgani, el notable, reconoce que «desde que los españoles vinieron por primera vez nos han ayudado mucho. Cuando vienen, la gente se pone muy contenta».
Para Haji Abdulgani y los vecinos de Abzi-Khuda una simple pasarela supone un enorme regalo que mejora su vida. Para las tropas españolas, un respiro de cara al repliegue.
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