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Trebujena, el feudo de Unidas Podemos: hoz, urnas y martillo
«¡Bienvenidos al comunismo!». Así nos recibe Toño a la entrada de Trebujena. Con camaradería y orgullo obrero. El lotero de este municipio gaditano de poco más de 7.000 habitantes añade que, además, todo aquel que no sea republicano y rojo, más le vale salir corriendo. Exagera, pues lo adereza con risas guasa patria, pero ahí lo deja. «Di que sí, aquí siempre Izquierda Unida, que es el mejor partido del mundo», añade una mujer que se acerca ante el griterío y aprovecha para comprar un décimo. Aquí no hay modas pasajeras ni partidos en busca de regeneración o nuevos aires. Desde la implantación de la democracia en España no ha habido alcalde que no fuera de IU y en las elecciones generales el voto ha ido siempre a parar a la formación que ahora lidera Alberto Garzón. «Me parece muy bien la alianza que han hecho con Podemos, es una buena estrategia para sumar fuerzas, los obreros siempre luchando, no paramos», explica el lotero, aunque matiza que prefiere a Garzón que «al melenas». Los trebujeneros son pura tradición y esencia marxista. En los últimos comicios de 2016, el apoyo que obtuvo Unidos-Podemos en esta localidad fue superior al 60%, lo que les llevó a erigirse como uno de los pueblos más rojos de España. Sin embargo, estos días, en el municipio más que de política (ya saben lo que se votará mayoritariamente el 28-A) de lo que se habla es de la tragedia que ha golpeado a esta pequeña localidad. El joven que falleció en la Amazonia ecuatoriana cuando disfrutaba de una beca Erasmus era de aquí y todos le conocían bien, así como a su familia. Las caras rotas de dolor se mezclan con la incredulidad y la rabia. «El Gobierno ha hecho muy poco por ayudar a los familiares, estoy indignada porque les conozco de siempre, así que yo como castigo no voy a votar a nadie este año y mira que nunca he fallado, pero en este momento te digo que les den a los políticos», asegura Mari Carmen Tejero que pasa por debajo del Ayuntamiento donde las banderas ondean a media asta. «Yo siempre he votado, toda mi vida a IU, claro, como todos aquí, pero ya te digo, este año, les quiero castigar por lo que han hecho con este chiquillo y la mejor manera es no ir a votar», sentencia. El carnicero del mercado de abastos, aunque parco en palabras (extraño para ser andaluz de toda la vida) asegura que él tampoco falta nunca a la cita con las urnas, aunque matiza a modo de disculpa que «en Trebujena todos son muy radicales y exageraos». No ahonda más en la materia «no sea que algún cliente se enfade conmigo y deje de venir a comprar, hay que ser políticamente correcto», añade. Quien nos recibe con los brazos abiertos en su casa convertida en pinacoteca donde se respira nostalgia en cada esquina es Juan Vega, que a sus 73 años no para un segundo quieto. Cuelga flores en el techo de la casa, ordena su colección de cuadros y prepara el puchero para comer. «Hoy me encuentro un poco cansado, ando mal del corazón, así que no me daré mucha paliza», nos explica a modo de preámbulo.
-Pero, Juan, ¿cómo es posible que este pueblo siga votando lo mismo desde hace 40 años?
-Porque es parte de nuestro ADN, somos comunistas, republicanos y nunca se nos olvidará cómo nos masacraron los nacionales durante la guerra civil y el franquismo.
Lo suyo es una auténtica lección de vida. El modo en el que relata cómo Trebujena ha llegado a convertirse en el guardián del espíritu de Carrillo es enternecedor y pone la piel de gallina. Nos cuenta que su abuelo, que era periodista y escribía las octavillas de la CNT, fue fusilado, que a su familia, los sublevados les quitaron las casas, los viñedos, todas sus pertenencias. Es más, su padre, se escondió durante ocho años en las marismas para no ser arrestado y obligado a luchar contra los rojos. «Con todo este legado jamás votaremos a ningún partido de derechas. Es un modo de agradecer a los republicanos, a los comunistas, lo que hicieron por nosotros. Aquí, en el pueblo todos hemos sido jornaleros, hombres y mujeres de campo, humildes, pobres», confiesa. Juan habla con ese poso que dejan el paso de los años y las vivencias. Mira a los políticos actuales con cierta distancia y nos cuenta que no puede entender «cómo Pablo Iglesias se ha comprado un chalet de más de 600.000 euros, pero bueno, parece que son otros tiempos y auténticos comunistas quedamos pocos». A unos metros de la casa de Juan está el museo bodega de Antonio Valderas, una suerte de viaje al pasado, una absoluta reliquia de herramientas para trabajar los viñedos. Nos recibe con un mosto casero en la mano y nos invita a conocer este pequeña muestra en la que las hoces, martillos, barretones y azadas son las protagonistas. Él fue uno de los padres fundadores de IU en el pueblo, «cómo ha cambiado todo desde entonces», recuerda. «Trabajábamos de sol a sol por 40,50 pesetas al día y comenzamos a organizarnos para luchar por nuestros derechos. Tan solo queríamos que se nos respetara y se nos valorara. Dormíamos en el suelo, las condiciones eran muy duras», recuerda.
Sus manos dan buena fe de lo que describe con sus pausadas palabras. Manuel, su hijo, le escucha con admiración. Él no es hombre de campo y reconoce que en cierto modo se arrepiente de no haberse interesado más por ello, «porque cuando mi padre falte, no sabré hacer nada de eso y es una lástima que se pierda la tradición», dice. Y es que la mayor obsesión de los padres de la generación de Valderas era que sus hijos no tuvieran que sufrir una vida tan dura como la del campo. «Siempre quisimos que estudiaran, que fueran a la universidad», dice. Y lo consiguieron. Ahora, Manuel es músico, da clases y dirige la banda municipal. «Mi padre es una referencia, como lo son el resto de padres para toda la gente de mi generación, por eso, aunque pasen los años, aquí no se olvida la lucha obrera, lo duro que fue para ellos exigir un trabajo digno», recalca Manuel. «La historia de este pueblo es la de una reivindicación constante de la clase obrera, antes clandestina y, con la llegada de la democracia, al descubierto. Por eso, los jóvenes debemos mantener este legado», apunta el joven, que también reconoce el lado negativo de que un mismo partido lleve tantos años en el poder. «Yo creo que un cierto cambio estaría bien, más que nada porque cuando la misma gente ha estado en el mismo puesto mucho tiempo se establecen una serie de cosas que a veces no son buenas. Aunque hay que matizar que no todos los políticos hacen lo mismo ni de la misma manera», dice en relación a la corrupción. «Aquí hay un voto tradicional comunista que es inamovible, pero los jóvenes sí barajamos otras opciones, siempre de izquierdas, eso sí», aclara el músico. Es más, el PSOE ha experimentado una cierta subida en los últimos años, mientras la estrategia política ha hecho que Izquierda Unida y Podemos concurran separados a los comicios locales, mientras que para las autonómicas y nacionales se alíen. «El PP siempre mantuvo un diputado histórico, pero ya ni eso. No hay cabida para la derecha en Trebujena», sentencia. Lo que lamentan los Valderas es que los más jóvenes tengan que irse del pueblo en busca de oportunidades laborales. «Se debería luchar por que pudieran optar a quedarse aquí, en este pueblo de gente trabajadora, no de empresarios ni gente rica. Ellos serán los que mantengan vivo el espíritu del pueblo», dice Manuel. Pues si se trata de lucha, en Trebujena saben un rato.
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