País Vasco
Qué coincidencia
El hombre que señaló a mi hermano para que ETA le volase la cabeza en un restaurante de San Sebastián disfrutará de tres días de paseos, vinos y ocio tras no cumplir ni dos años y medio de cárcel por cada uno de los siete asesinatos en los que participó. Matar le ha salido barato, muy barato. Tanto, que hasta el momento sólo ha cumplido 17 años de una condena de 30.
Hay una frase del auto de la Sección Primera de lo Penal de la Audiencia Nacional, por el que Lasarte pisará la calle, que me ha golpeado la vista no sólo por mi condición de hermana de un asesinado por ETA, también por ser presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (Covite). Dice el auto que la Sala acuerda conceder un primer permiso de tres días que el preso disfrutará fuera de la Comunidad Autónoma vasca, «en consideración a las víctimas de los atentados» en los que Lasarte intervino.
De la frustración de saber que el asesino de siete seres humanos pisará la calle tras haberse reído en innumerables ocasiones de la administración de Justicia, he pasado al desengaño casi de inmediato. Al desengaño de saber que un órgano judicial apela a la dignidad de las víctimas mientras agacha la cabeza ante un preso terrorista que nunca ha colaborado con las autoridades.
Lasarte ha rechazado la violencia. ETA le expulsó de la banda. Está arrepentido. Ha pedido perdón. Participa en las actividades de tratamiento de la cárcel. Pero hay un matiz que el Estado de Derecho pasa por alto. Todo eso, a los damnificados por ETA, sólo se nos puede vender como complemento, como adorno. Valentín Lasarte rechaza la violencia, pero ampara a terroristas implicados en asesinatos recurriendo a una supuesta amnesia que le ataca en los juicios en los que se le cita a declarar. Está arrepentido, pero nunca ha colaborado en el esclarecimiento de crímenes sin resolver de los que tiene información. Ha pedido perdón a mi familia pero no quiso decirme quién disparó a mi hermano ni quiénes, además de Txapote y Carasatorre, pasaron informes a ETA sobre las rutinas de Gregorio. Participa en actividades de tratamiento en la cárcel, pero eso a los damnificados ni nos va ni nos viene. ¿Acaso es moral que el Estado priorice que un asesino aprenda a interiorizar su dolor y se reinserte en sociedad a que ese asesino colabore con las autoridades en la resolución de brutales crímenes? Mis palabras no son fruto de la rabia. Llegan después de una entrevista con el propio Lasarte en la cárcel de Álava. Allí me lo reconoció todo. Incluso que nunca pidió integrarse en la «vía Nanclares», y que tampoco firmó papel alguno para formar parte del programa de reinserción de presos etarras. A Lasarte lo usaron como relleno y, ahora, lo utilizan como contrapeso. Con los presos como pilar capital de una ETA casi muerta pero amenazante, dos noticias llegan de forma escalonada. De un lado, seis detenidos en Francia en una operación contra ETA. De otro, Lasarte, el arrepentido que no colabora, pisará la calle por primera vez. Qué coincidencia.
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