PSOE
«Operación desgaste»: Díaz contra Sánchez por la financiación
La presidenta andaluza ha creado «un frente por su cuenta y riesgo» para desestabilizar el liderazgo del secretario general y su tándem con Iceta
La presidenta andaluza ha creado «un frente por su cuenta y riesgo» para desestabilizar el liderazgo del secretario general y su tándem con Iceta.
Pedro Sánchez y Miquel Iceta se idolatran tan fraternalmente que sus largas charlas telefónicas diarias son famosas en el número 70 de la calle Ferraz. Tengo para mí que, suceda lo que suceda el 21-D, la sintonía entre ambos seguirá intacta. En medio de uno y otro, hay gentes como José Luis Ábalos y Salvador Illa, respectivos secretarios de Organización, engrasando coordinadamente las maquinarias de PSOE y PSC, y, qué duda cabe, tragando quina ante las interferencias de las baronías en las elecciones de Cataluña, cuya campaña se abre el martes.
A rebufo de numerosas gestiones con los territorios realizadas durante días por Ábalos o Adriana Lastra, la «número dos» de la formación, el secretario general telefoneó a los barones para frenar algunos conatos de crítica generados ante la aprobación en el Congreso por la vía de urgencia del cupo vasco mientras la financiación autonómica sigue esperando a ser negociada. Sánchez aprovechó también para pedirles de manera expresa un cierre de filas ante la inminente campaña de Iceta. Lo trasladó a la andaluza Susana Díaz, al valenciano Ximo Puig, al manchego Emiliano García-Page, al aragonés Javier Lambán y así uno por uno a los líderes territoriales. «Que no se mueva nadie», fue la consigna.
El intento de acallar las diferencias le sirvió de poco a Sánchez, cuya autoridad han vuelto a poner en entredicho un puñado de presidentes. Y a la cabeza de ellos, Susana Díaz, que, según deducen en Ferraz, «ha tratado de armar un frente por su cuenta y riesgo». Para Sánchez y su entorno existe una evidente «operación de desgaste» que intenta desestabilizar su liderazgo, propinando además una patada en el trasero de Iceta. La cúpula da por imposible que esa maniobra fructifique y la contempla con desdén. Aunque, para muestra, el toque de atención –a leer entre líneas– del «enemigo íntimo» de la presidenta de la Junta desde la sala de prensa de Ferraz esta misma semana.
«La compañera Susana Díaz es un miembro más del PSOE y por tanto está bajo las directrices aprobadas por el PSOE». Alfonso Rodríguez Gómez de Celis dixit. La todopoderosa jefa de la más grande de las federaciones socialistas, reducida a la condición de «un miembro más» del partido. Como en cualquier grupo humano zarandeado por un peligro que pone en riesgo sus objetivos, en la sede central del PSOE y aledaños ha sonado el cornetín. «No hay fuerza personal o de grupo dentro del partido para cuestionar a Pedro», aseguran colaboradores del secretario general. «Esa posibilidad sólo sería viable si Miquel Iceta retrocediese en sus resultados en las urnas». Y tal escenario no se contempla ni de lejos en Ferraz.
La inclusión en el programa del PSC de la exigencia de una quita parcial en la deuda catalana ha traído renovadas suspicacias. También que Iceta defendiese una Hacienda federal. Pero esta idea, alegan en Ferraz, está contemplada en el Estatut y también aparece en los documentos del partido. Esto es, tanto en la llamada Declaración de Granada (firmada en 2013 por Alfredo Pérez Rubalcaba para forzar a Pere Navarro, entonces primer secretario del PSC, a abandonar el derecho a decidir) como en la reciente Declaración de Barcelona, sellada mano a mano entre Pedro Sánchez y Miquel Iceta. ¿Acaso Susana Díaz o Javier Lambán no se leen los papeles del partido? Evidentemente, sí. Así que tal circunstancia sólo ha servido para ahondar en la posición de defensa encastillada e indignada del pedrismo. A sus ojos, resulta obvio que Susana Díaz y su cohorte quieren un secretario general del PSOE en una posición lo más débil posible.
La estrategia de Sánchez y su equipo, sin embargo, está marcada: un éxito de Iceta, no digamos ya si lograse alcanzar por carambolas del destino la presidencia de la Generalitat, representaría un auténtico «trampolín» para Pedro Sánchez de cara a las aún lejanas elecciones generales. Porque el ínterin serviría para reconstruir el PSC. Superada con éxito la herida de un Podemos que se deshace como un terrón de azúcar en un vaso de agua, el PSOE tiene que hacer frente a la grieta que le ha abierto Cs sirviéndose de las veleidades de su «marca hermana» catalana con el nacionalismo, que les destrozaron en Cataluña y les hicieron un daño enorme en toda España.
En efecto, en las elecciones que ganó José Luis Rodríguez Zapatero en 2008 los resultados en Cataluña fueron determinantes para la victoria del PSOE. Carme Chacón logró 25 escaños y más de 1,6 millones de votos. Hoy, menos de diez años después, en la Carrera de San Jerónimo únicamente toman asiento 7 representantes del PSC, habiéndose dejado por el camino más de un millón de sufragios. Y Sánchez sabe que si desea hacer realidad su sueño de pisar La Moncloa como su inquilino, sólo le vale un triunfo electoral en Cataluña, a ser posible como el protagonizado por el socialismo en los tiempos de Zapatero. Y a ello juega de la mano de Iceta.